Policías y Ladrones

Sirva este espacio para comunicar ideas, para despertar conciencias y para dar voz a quienes el temor les impide expresarse.

12 de enero, 2016

Sirva este espacio para comunicar ideas, para despertar conciencias y para dar voz a quienes el temor les impide expresarse.

Manolo (nombre ficticio) y su madre María (nombre ficticio) mujer de 69 años con una pensión al 60% por jubilación voluntaria salieron a pasar la Nochebuena con sus familiares pero Gi tuvo que regresar a su casa el 24 de diciembre por algunas cosas que olvidó y lo que encontró fue su casa abierta de par en par, luces prendidas y sus cosas revueltas junto con un vuelco al corazón y un nudo en el estómago. Quería gritar, llorar, golpear, pensar que todo era una pesadilla pero eligió hacer un cambio de chapas, asegurar la casa y regresar con su madre para darle la noticia y cenar con una profunda tristeza como si hubiera recibido la peor golpiza de su vida. Sus cosas, esas que fueron producto del trabajo arduo, por las que ahorró y que eligió con sumo cuidado entre otras parecidas ya no están y sólo quedaron los huecos en los espacios físicos que ocupaban cada una de ellas pero quedó también un hueco profundo en el alma. Tiene que ser fuerte, su madre que es persona de la tercera edad recientemente ha estado enferma y carga la melancolía de quienes sienten el peso de la edad y la ausencia de los hijos y los nietos.

Al día siguiente corren a casa apenas despiertan de una noche con sabor amargo a pesar de la alegría de saberse con bien y de las muestras de apoyo de familiares y amigos, llegan con la esperanza de que todo haya sido un mal sueño o una broma de muy mal gusto. Gi ve a su madre buscar entre las cosas revueltas sus más preciados tesoros: una medalla conmemorativa de su jubilación, un par de anillos y otro par de aretes aunque para encontrarlos revolvieron sus fotografías esas que gusta tomar con su cámara automática y que le permite tener fotos impresas para verlas cuantas veces quiera y compartirlas con sus amistades y familiares no como las digitales que se guardan en el ordenador y nadie vuelve a ver. Sus cosas, esas que atesora como los dibujos de sus nietos o las cartas infantiles de sus hijos fueron abiertas por extraños ¿Buscando qué, queriendo qué? No entiende por qué esas cosas pasan a personas de bien. Gi recoge sus cosas, detecta faltantes, agradece lo que dejaron, presenta una denuncia exprés vía Internet que ratifica días después en medio de una total indiferencia por parte de la autoridad, sin más preguntas ni declaraciones de su parte porque el trámite es tedioso y desgastante al estar casi tres horas escuchando otras denuncias en un ambiente hostil y rodeado de personas con aspecto poco decente, le informan que la denuncia pasará a archivo porque no hay más que hacer y él prefiere dejarlo así por miedo, por desconocimiento de lo que puede o debe hacerse y también por desconfianza de la autoridad porque hay tanta corrupción dentro que uno nunca sabe en qué puede topar todo el asunto.

Historias así ocurren cada día, México Unido Contra la Delincuencia A. C. reportó en octubre de 2013 que en promedio el robo en México representa entre el 34% y el 41% del total de los delitos registrados en denuncias ante el Ministerio Público y de 2006 a 2012 tuvo un aumento del 30%. El robo a casa habitación representa entre el 15% y 18% del total de los robos denunciados entre 2006 y 2013 y es el sexto delito más frecuente con una tasa de 2,656 delitos por cada 100 mil habitantes, este delito tiene dos modalidades: con o sin violencia y en el periodo de 2006  a 2012 tuvo un incremento del 65%. Por su parte, Francisco Rivas, Director del Observatorio Nacional Ciudadano escribió en abril de 2015 para El Universal: “Este delito generalmente es perpetrado sin violencia en México; es decir, sin que se haya ejercido directamente violencia física o psicológica a personas.”

Ante situaciones como ésta solemos decir que las cosas materiales se recuperan y de hecho es así aunque recuperar la confianza y perder el miedo son de esas cosas de las que todo mundo habla pero que muy pocos saben cómo y cuándo hacer porque no existe un manual y es así que, a la ira, al sentimiento de impotencia, al miedo, al dolor por el valor (que no es igual al costo) de lo perdido se suma la sensación de orfandad porque la denuncia será parte de las estadísticas pero nadie dará seguimiento, están solos en su proceso y en medio de un clima de total inseguridad.

Del otro lado de la moneda, la actitud es determinante ante circunstancias que pueden hundir a cualquiera en depresión o ser la punta de lanza para ir en busca de algo mejor, ya lo dijo Víctor E. Frankl (Neurólogo y Psiquiatra austriaco, fundador de la Logoterapia y sobreviviente de los campos de concentración): “A un hombre pueden despojarlo de todo menos de una cosa: la última de las libertades humanas, la libertad de elegir la actitud que uno asume en cualquier circunstancia, la libertad de elegir su propio camino”. Bienes como la vida misma, el amor, la salud, la familia, los amigos, el hogar, la alegría, la felicidad y la empatía por mencionar algunos son cosas que ningún ladrón se puede robar, todo lo demás se puede recuperar porque de ello no depende la felicidad aunque por un momento se sienta un hueco en el estómago.

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Fuentes:

http://mucd.org.mx/recursos/Contenidos/Estudiosycifras/documentos2/Datos%20sobre%20delitos%20en%20Mexico.pdf

http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2015/04/75656.php

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