A menos de un mes de haber tomado posesión como Presidente de los Estados Unidos, el señor Trump tiene de cabeza al mundo entero; analistas serios, politólogos, activistas, periodistas e incluso los taxistas siguen sus pasos día con día (lo cual me recuerda un poco a The Truman Show) en espera de un milagro cada vez más lejano pues mientras México es el enemigo principal a vencer por el país vecino; al interior, el horno no está para bollos con el asunto del gasolinazo y la falta de seriedad política. Entre ambos mandatarios (el de México y Estados Unidos) el discurso se ha centrado en la construcción del muro fronterizo por un lado y en la propuesta de puentes por el otro, la verdad es que ni lo uno ni lo otro es la solución y me refiero al mensaje emitido por Enrique Peña Nieto en el que (palabras más, palabras menos) según él, México no acepta la construcción del muro pero cree en los puentes como la forma de conciliar y resolver conflictos pero, ¿Cómo creer en puentes cuando es evidente la falta de pericia no sólo para negociar sino para liderar y defender un país? Y por otro lado, el levantamiento de un muro implica ni más ni menos que una barrera no sólo física sino ideológica y de grandes implicaciones a todos los niveles; es decir, no es más que un retroceso en la historia. Total que, mientras de un lado se percibe amenaza por el otro hay evasión de la realidad y en medio: los mexicanos y americanos.
Pensemos por un momento en un típico caso de familia disfuncional: una pareja que en algún momento de la vida y por así convenir a sus intereses decide formar parte de un acuerdo prenupcial donde se establecen ciertas reglas a seguir, derechos y obligaciones; al cabo del tiempo, el enlace matrimonial se consuma, llegan los hijos, nuevos acuerdos, algunas concesiones, algunas prohibiciones, algunas diferencias pero todo en un tono de santa paz. Las circunstancias de la vida provocan un cambio de conducta en ambos, el ambiente se torna violento: amenazas, gritos, humillaciones de uno y sumisión, miedo y abnegación del otro; ambos sumidos en una lucha de poder y en medio de la hecatombe, los hijos producto de dicha unión indefensos, temerosos y en la total incertidumbre.
Quizá en un asunto de política exterior no valga el dicho de que “el valiente vive hasta que el cobarde quiere” pero sí que cuenta el sabio consejo de que para resolver afuera, primero se debe resolver adentro. México se asemeja hoy a una mujer que en realidad ha sido violentada desde hace mucho tiempo, la diferencia es que pasó de una violencia pasiva a una violencia clara y si no, pregúntese en qué momento comenzó a perder su identidad como país y se asemejó a un remedo chafa de una cultura que no es la suya, consumiendo en primer lugar lo de fuera y desdeñando lo Hecho en México (slogan que hoy vuelve a estar de moda por así convenir a ciertos intereses). En días pasados las invitaciones a decirle adiós a todo lo americano inundaron las redes sociales pero todos (y digo todos en mayor o menor medida) les abrimos la puerta hace años y nos sentíamos de primer mundo porque ya teníamos WalMart, Home Depot, Starbucks o Burger King. Aceptamos de rebote los beneficios de un acuerdo entre quienes ostentan el poder pero en la realidad, en el bolsillo ¿fuimos beneficiados? Similar a la esposa que acepta la buena vida que le da su marido a cambio de perderse a ella misma y peor aún, a costa de sus propios hijos pero que de pronto se da cuenta que no posee nada: ni dinero, ni identidad, ni autoestima, ni autoridad, ni derechos, nada y la única forma de librarse de tal situación es la firme decisión de iniciar el cambio reconociéndose ella misma para ir ganando seguridad y con ello, las riendas de su propia vida y darle seguridad a sus hijos.
México es un país que ha sufrido las villanías de sus gobernantes a lo largo de la historia, habría que hacer una detallada revisión del pasado para confirmar que los intereses de la esfera política siempre han estado por encima de los intereses de la población y hoy, no es la excepción pero que no cunda el pánico (diría célebre personaje) pues aunque parezca difícil de creer, México tiene grandes fortalezas para salir adelante y sobretodo, cuenta con una población que bien organizada puede lograr mucho, existen salidas pero no podemos esperar que vengan de los políticos, esos que se roban el dinero y desaparecen al estilo Houdini, que visten ropa de diseñador y conducen autos de súper lujo; el movimiento, el cambio y la fuerza están en nuestras manos, los ciudadanos somos los hilos que mueven a la marioneta y en nosotros está el permitir seguir actuando como una esposa indefensa y temerosa o tomar las riendas y empezar a visualizar otras posibilidades para entonces sí, cambiar la historia.
No creemos en los puentes de los que habla la Presidencia y para prueba los que ha dado instrucciones de construir en algunas de las principales arterias (incluido el Estado de México) y que en principio, tardan meses en materializarse y funcionar adecuadamente o ¿será que se refiere a los puentes de comunicación que invitan al diálogo? Porque en ese caso me parece que tampoco contamos con ejemplos dignos de mencionar y para muestra, los errados mensajes que recibimos los ciudadanos y que perdón pero dan muestra del fallido proceso de comunicación que se gesta desde el interior y si al interior ya no creemos en los discurso ¡Imagine el vecino enemigo! Y peor aún cuando se piensa en la construcción de un puente como solución emergente y no como parte de una planeación estratégica. Sí, el muro de la frontera norte es una amenaza y un claro signo de violencia pero al parecer, el señor Presidente de México no se ha dado cuenta que ya construyó el propio desde hace tiempo entre su mandato y la población y de ese, nadie lo salvará.
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