La experiencia de la muerte no es la más grata de todas las que se pueden tener a lo largo de nuestra existencia; sin embargo, convivimos con ella a diario y en México, hasta la celebramos. Los hombres ilustres, a través de la filosofía, la religión o la literatura han escrito sobre la muerte en un intento por tratar de explicar o expresar lo que dicho suceso transforma en la esencia humana, algunos de ellos:
“Muy sentida es la muerta cuando el padre queda vivo.” – Séneca
“La muerte es sólo un concepto. Nada desaparece, todo cambia. Si acepto mis incesantes transformaciones, entro en la eternidad.” – Alejandro Jodorowsky
“La vida es un viaje, la muerte es un retorno a la tierra.” – Buda Gautama
“Qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos.” – Carlos Fuentes
Y así podríamos seguir citando grades y profundos pensamientos pero la realidad es que la muerte nos rebasa, nos derrota, nos rompe, nos asusta, nos deja desolados, huérfanos y sin rumbo al menos por un tiempo, tiempo necesario para procesar el duelo y dar el siguiente paso porque a final de cuentas y aunque no nos guste escucharlo: la vida sigue su curso pero antes de llegar al momento en que despertamos con ganas de seguir adelante, la pena y el dolor son inigualables porque nadie está preparado para la muerte ni nadie nos prepara para ella lo suficiente como para brincar la experiencia sin un rasguño en el alma.
Pero la muerte no sólo nos enfrenta al dolor y la tristeza sino que nos deja vacíos los bolsillos a pesar de ser provisor y tratar de dejarlo todo en orden (cuando se es asertivo y se trata de dejar “todo en orden” y preparado para el momento en que nos toque pasar al otro plano de vida) pues morirse cuesta caro y ahora les explicaré la razón.
Sea que el fallecimiento fue por accidente, muerte natural (por edad) o por enfermedad, se debe contar con un médico que certifique la muerte y a menos que se cuente con seguridad social, dicho trámite causa pago de honorarios. Si se trata de una muerte después de un periodo de hospitalización, habrá que pagar los servicios funerarios que si bien pueden contratarse con toda la antelación posible, al momento de hacer uso de dichos servicios se generará un pago (por mínimo que este sea) por el simple hecho de ejercer los derechos contratados; eso, sin contar los “extras” como flores, servicio de café y demás “amenidades” para los deudos y acompañantes que asisten al funeral. También es importante que si usted tiene contratado un servicio funerario o piensa contratarlo, piense muy bien quién será el beneficiario porque será la única persona que podrá ejercer el contrato cuando usted fallezca. Infórmese bien sobre los conceptos que incluye su contrato pues algunos sólo consideran el funeral como tal pero no incluyen el nicho (en caso de cremación) o la fosa (en caso de entierro) y por cierto, hay que pagar derechos (impuestos) sea el caso de que se trate; es decir, cuando uno muere además del acta de defunción correspondiente, existe un pago de impuesto para que quede asentado en donde serán depositados sus restos.
Y si tiene la mala fortuna de morir en un hospital privado, habrá que liquidar la cuenta de la estancia hospitalaria, además de los honorarios médicos y por supuesto, hacerse cargo del funeral, además de los servicios religiosos. Personalmente me parece que todo el recorrido que se hace desde el momento en que un ser amado fallece hasta el último ritual (religioso o no) es una manera de ir procesando y de “hacerse cargo” de la situación, algunos lo evitan y otros lo asumen con dignidad y honor porque se traduce en una forma de “acompañar” hasta el último momento al difunto; sin embargo, como todo en la vida: no hay fórmulas.
Morirse es un negocio puesto que cada vez existen más ofertas para contratar los servicios, la industria floral crea más y más propuestas creativas para “vestir con flores” el funeral (aunque terminen en la basura) y las dependencias gubernamentales también “ganan” por expedir actas de defunción pues saben que se necesitará más de una copia certificada para todos los trámites necesarios porque morirse es apenas el inicio de una serie de pasos encaminados a pensiones por viudez, reclamos de gastos funerarios (en caso de contar con seguridad social aunque también aplica para casos de seguros contratados), pago por lectura de testamento, escrituración y un largo etcétera.
Así que si usted piensa que al morir finalmente descansará de este mundo, sepa que sí, así será en el “más allá” pero en el mundo terrenal su nombre seguirá estando presente y alguno de sus familiares será quien deba gestionar todo lo relativo a su defunción porque sí, ¡Morirse está en chino!
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