Las pequeñas cosas: Transformación

“La vida es un constante proceso, una continua transformación en el tiempo, un nacer, morir y renacer.” – Hermann Keyserling / Filósofo y científico alemán...

28 de junio, 2019

“La vida es un constante proceso, una continua transformación en el tiempo, un nacer, morir y renacer.”
– Hermann Keyserling / Filósofo y científico alemán.

Ahora que está en auge el término transformación, revisaremos lo que sucede de fondo con dicha palabra que parece estar sobrevalorada y mal aplicada. En su significado, la transformación implica cambiar de forma algo o a alguien; es decir, que mediante sus recursos será diferente así como la oruga transmuta en mariposa pero que quede claro que se trata de un proceso interno que al materializarse se proyectará en el exterior. Hablando de organizaciones (públicas o privadas) una transformación implica desde el cambio de filosofía institucional hasta sus procedimientos y procesos operativos y administrativos que indudablemente, deberán reflejarse en la imagen corporativa; por ello, algunas marcas anuncian con “bombo y platillos” su cambio de imagen aunque algunas veces, el fondo y la forma no sufren transformación alguna.

A nivel personal, la transformación requiere de un arduo trabajo de introspección y autoconocimiento, se trata de un proceso en el que se cuestionan las creencias, los paradigmas y las formas en que se ha vivido durante los últimos tiempos. Algunos estudiosos de la psicología lo relacionan con la capacidad de resiliencia (capacidad que tiene una persona de superar una experiencia traumática de forma positiva) pues es generalmente después de un suceso trascendente cuando las personas necesitan transformarse para seguir adelante a pesar de las circunstancias y no es tarea fácil. En materia de superación personal (aunque haya muchos charlatanes en torno al tema) es muy conocida (y trillada) la frase: renovarse o morir y se refiere precisamente a esa transformación que se hace necesaria para seguir viviendo (a nivel personal) o estando presente en la mente de los consumidores (a nivel publicitario) pero, ¿qué ocurre en materia política? Esa, es otra historia.

Desde campaña, escuchamos por todas partes la llamada “Cuarta Transformación” propuesta por la que votaron miles de ciudadanos deseosos de un cambio profundo en nuestro país; sin embargo, me parece que muy pocos (por no decir los menos) entendimos bien el sentido al que realmente se referían los portavoces de dicha campaña y lo que hemos visto y vivido no sólo ha sido producto de una transformación sino que no terminamos de entender hacia dónde vamos como nación pues una cosa son las promesas y otra muy distinta, la ejecución del plan. Transformar significa erradicar lo existente, lo que no funciona y generar nuevos conceptos y modelos, a nivel personal quizá el impacto sea menor, lo cual no significa que suceda de un día para el otro pero a nivel nación, hablar de una transformación es cosa de ponerse a pensar seriamente. Históricamente, nos han vendido la idea de las “transformaciones” como si de una varita mágica que todo lo resuelve se tratara pero sobre la marcha, parece una forma de llamar a lo que se improvisa y a lo que no se tiene claramente definido o bien, a algo parecido a un capricho producto del ego por dejar huella en la historia de un país.

Transformarse significa dejar morir un poco de nosotros (voluntaria o involuntariamente) para renacer a través del aprendizaje de nuevas formas de hacer lo que antes hacíamos, replantearse el sentido de la vida, asegurarse de hacer lo que se ama, dirigirse a la trascendencia a través de la forma en que tocamos las vidas de los demás y de las semillas que sembramos a nuestro paso por este mundo pero a veces no hay tiempo para eso, a veces la vida nos golpea en la cara y cuando apenas nos estamos recuperando nos golpea nuevamente, tres, cuatro veces, las que sean necesarias en un empeño por mostrarnos que estamos en el camino errado y que es necesario cambiar de fondo y de forma.
 

¡Se los dejo de tarea!

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