Como parte de las festividades decembrinas y para no desentonar con el ambiente les entrego esta última colaboración a manera de cierre simbólico de un año que no puedo más que decir que fue estupendo para mí en muchos sentidos.
Hace pocos días platicaba con un taxista amigo y ambos coincidimos en que algo hay diferente en el ambiente y pareciera que el entusiasmo, los buenos deseos y propósitos han desaparecido de la lista de prioridades de todos e incluso el clima ha cambiado. La charla dio lugar a la reflexión y mi conclusión después de observar el mundo de desigualdad e injusticia en que vivimos es que necesitamos una época decembrina que dure todo el año para que en verdad las palabras de paz, amor, fraternidad, luz, perdón, esperanza y otras se apliquen debidamente en cada uno de nuestros actos y pensamientos. Necesitamos propósitos de año nuevo que sean menos triviales y más sustanciales para afrontar el día a día con más ánimo y menos pesadumbre, nos urge un cambio de actitud.
Si ponemos atención, todo inicia en nuestros procesos de comunicación con los demás; es decir, en el contenido de los mensajes que emitimos y en las palabras que utilizamos: ¿qué pensamientos tenemos y cómo los transmitimos?, ¿nuestro tono de voz es firme y alegre o débil y triste?, ¿usamos palabras positivas o negativas?, ¿nuestros temas de conversación son de nota roja o de asuntos cotidianos?, ¿nos encontramos constantemente en la queja o somos proactivos?, ¿juzgamos y criticamos o aceptamos y toleramos? En suma, ¿somos felices o infelices?
A valor presente, este tiempo de fin de año bien puede ser una oportunidad para revisar cómo estamos, cómo nos sentimos, qué ajustes debemos hacer y cómo podemos lograr una mejor calidad de vida a pesar de los infortunios que nos rodean y que no siempre está en nuestras manos resolver. Somos seres sociales y en la medida que alcanzamos el bienestar personal podemos establecer mejores vínculos con los demás y gozar de estabilidad en nuestras vidas.
La oportunidad de reunirnos con los que amamos, compartir una cena, intercambiar un presente, platicar anécdotas y experiencias, reír, bailar, jugar, rezar o cantar son tan sólo algunas de las posibilidad que tenemos en este tiempo que llamo de retiro. Quizá no todas las personas tengan acceso a lo mismo, no debemos ignorar otras realidades menos afortunadas que la nuestra pero aún en la peor de las situaciones es posible tocar otras vidas y regalarles un poco de esperanza y de fe pues de eso se trata todo este asunto de la navidad y el año nuevo.
No en vano los grandes escritores a través de personajes como Scrooge (Un cuento de Navidad, Charles Dickens, 1843) o Anita (La niña de los fósforos, Hans Christian Andersen, 1845) nos muestran la importancia de la compasión y lo sorprendente es que después de más de un siglo de que ambos cuentos fueron escritos las historias sigan vigentes, lo cual significa que la humanidad sigue siendo la misma, lo que cambia son las épocas, las modas, los políticos pero si vamos más allá del sentido superficial con el que hoy se celebra la navidad y el año nuevo, encontraremos una forma diferente no sólo de celebrar sino de aportar un pequeño grano de arena al mundo.
¡Se los dejo de tarea!
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