El mundo consumista en que vivimos nos ofrece una cantidad increíble de “productos milagrosos” que prometen postergar el efecto del tiempo. Es decir, lo viejo se vuelve sinónimo de caduco u obsoleto pero además, la vejez es un tema que nos asusta, pues nadie nos prepara para entenderla, asumirla y, mucho menos, acompañarla (cuando de nuestros padres o abuelos se trata).
De esta forma crecemos con la falsa idea de que nuestros progenitores serán eternamente fuertes, sabios, con energía y salud. Sin embargo, llega un momento en que de forma natural empiezan a perder sus habilidades y somos nosotros los que debemos procurar y asegurar su bienestar para el tiempo de vida que les quede a nuestro lado, como si de niños se tratara pues de alguna forma vuelven a serlo.
Según datos de la ONU, en el mundo existen 600 millones de personas con más de 60 años y en México habitan casi 12 millones de adultos mayores, de los cuales el 54% son mujeres.
En el mejor de los casos, algunos adultos mayores pueden gozar de los frutos de una jubilación y realizan viajes o actividades que los mantienen ocupados y en buen estado físico y mental; mientras que otros, continúan siendo el sustento económico de sus familias o no cuentan con una pensión y por eso, no es extraño encontrarlos en empleos poco decorosos para su edad. Algunos más eligen residencias para adultos mayores, aunque siempre surge la duda: ¿realmente están mejor, alejados de su familia? Creo que la respuesta es que depende de las circunstancias y del contexto en que vivan; quizá para los que viven solos o están enfermos, olvidados y/o abandonados sea mejor vivir en un ambiente tranquilo y vigilado. Julia Santibañez (Directora Ejecutiva Editorial) escribe en su blog: “Mi mamá, 84 flagrantes años, se va a vivir a una residencia de personas mayores (eufemismo para asilo de ancianos). Y yo no sé qué se me rompe por dentro.” Y así es, algo se nos rompe por dentro cuando repentinamente y sin darnos cuenta, un día de tantos, las personas que nos vieron crecer y siempre nos ayudaron, que fueron nuestro punto de referencia y ejemplo de vitalidad y energía, no solo ya no pueden valerse por sí mismos sino que nos necesitan y ahora nos corresponde cuidarlos, acompañarlos y apoyarlos.
En la ciudad de Seattle, en Estados Unidos, se está gestando una iniciativa que permite el intercambio entre generaciones, combinando la paciencia y la solidaridad de los mayores con la energía y la curiosidad de los pequeños, mediante la instalación de una guardería en un centro para adultos mayores y, al parecer, los resultados han sido extraordinarios.
En México, el tema de la calidad de vida que damos a los adultos mayores es un área de oportunidad para todos, pues debemos sensibilizarnos hacia sus necesidades y crear nuevas formas de convivencia entre ellos y las nuevas generaciones, en un ambiente de tolerancia, respeto y aceptación que les permita sentirse valorados, escuchados e incluidos en nuestras familias y en la sociedad; de esta forma, estaremos contribuyendo a un cambio de conciencia a favor de los seres que nos dieron la vida y que al acercarse al ocaso no se vuelven caducos sino al contrario, vigentes y valiosos por el cúmulo de virtudes acumuladas a su paso por la vida.
Demos la mano a quienes tomaron la nuestra para enseñarnos a caminar y acompañaron nuestros pasos por la vida hasta convertirnos en adultos y ayudémoslos a vivir con dignidad, paz, amor y alegría la transición a la vejez, regalándoles calidad de vida para, que de esa forma, puedan cosechar lo bueno que hicieron por nosotros y disfruten su época de oro.
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Fuentes:
http://www.informador.com.mx/suplementos/2015/611157/6/el-envejecimiento-representa-un-reto-para-adultos-mayores.htm
http://elpais.com/elpais/2015/08/17/eps/1439822288_235952.html
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