Para cambiar un poco el escenario violento, corrupto y electoral en el que estamos inmersos y como si se tratara de un petit four, daremos un vistazo a uno de los objetos más antiguos y que al paso de los años se ha convertido incluso, en un elemento de diseño de interiores además de sus otros múltiples usos.
Cuando te veo me ves, cuando me ves te veo y no te parezco feo.
El espejo (del latín specullum) es una tabla de cristal azogado por la parte posterior y también de acero u otro material bruñido, para que se reflejen en él los objetos que tenga delante siguiendo las leyes de la reflexión, históricamente civilizaciones como la griega, egipcia, etrusca y romana hicieron gran uso de él; como mueble de habitación su uso empieza en el siglo XVI y ocupa un lugar distinguido en el salón. Cuenta la historia que su industrialización supuso uno de los pilares para la riqueza de la República de Venecia a grado tal que en Francia, durante el reinado de Luis XVI se instaló la Compañía Real de Cristales y Espejos cuya finalidad era quitarles el monopolio a los venecianos pues significaba una técnica con grandiosos ingresos. En la actualidad, los espejos que conocemos pasan por un proceso de plateado el cual protege al metal y lo hace más duradero.
Todos los días hacemos uso del espejo, pasamos frente al retrovisor de nuestro auto horas enteras cuando nos atrapa el pesado tránsito en la Megalópolis y apenas le damos un vistazo por la mañana cuando nos arreglamos frente a él, también es común encontrarlo en las tiendas departamentales como fiel testigo de las compras que hacemos o tenerlo como acompañante durante el corte de cabello o el peinado para la fiesta que solemos hacernos en las llamas estéticas pero sin duda, está presente en los bolsillos de las mujeres como un accesorio que no debe faltar para retocar el maquillaje durante el día, también está presente al manejar el automóvil (aunque algunos cafres no sepan para qué sirven los espejos laterales de sus vehículos) y los bebés son felices cuando descubren su reflejo en él.
Así que el espejo es un compañero que está presente en la cotidianeidad aunque no siempre le prestamos la debida atención porque nos hemos acostumbrado a su presencia sin cuestionarnos lo que vemos en él o cuestionar sobre lo que ve en nosotros tal como solía hacerlo la madrastra de Blanca Nieves: espejito, espejito, ¿quién es la más bella de este reino?
Además del reflejo, el espejo tiene otras connotaciones filosóficas, esotéricas y psicológicas; por ejemplo, “la función del espejo en la construcción del yo” como lo denominó Jacques Lacan en 1949 e incluso, tiene presencia en la literatura, el arte (Espejo para tocador, Remedios Varo, 1954) y la mitología (…Para ayudar a Perseo a enfrentarse y vencer a Medusa la diosa Atenea le regaló un escudo que tenía tan pulido el metal que era como un espejo, y le enseñó cómo utilizarlo…Para golpear certeramente con la hoz y lograr cortarle la cabeza, se necesitaba algo más que una mirada de soslayo. Perseo se acercó con mucho cuidado y de espaldas y la miró a través de la parte posterior y pulida del escudo de bronce: así pudo cortarle la cabeza sin mirarla directamente…) y no olvidemos que es el enemigo de Nosferatu (también conocido como Drácula) pues al ser un cuerpo sin alma no tiene reflejo. En la segunda parte del libro Alicia en el país de las maravillas, el espejo tiene una función primordial como entrada a un mundo inverso. En diseño de interiores, un espejo colocado cerca de una ventana o apoyado en la pared nos brinda un efecto óptico con valor decorativo: más profundidad, más amplitud, más luz, más vida.
Finalmente, les comparto un fragmento de la obra “El Perseguidor” (Julio Cortázar, 1959) y la próxima vez que se encuentren frente a un espejo recuerden que no sólo nos regala nuestro reflejo sino que también es protagonista y tiene su historia. “…Anoche se me ocurrió mirarme en este espejito, y te aseguro que era tan terriblemente difícil que casi me tiro de la cama. Imagínate que te estás viendo a ti mismo; eso tan sólo basta para quedarse frío durante media hora. Realmente ese tipo no soy yo, en el primer momento he sentido claramente que no era yo. Lo agarré de sorpresa, de refilón, y supe que no era yo. Eso lo sentía, y cuando algo se siente…pero si soy yo, con mi pelo, esta cicatriz. Y la gente no se da cuenta de que lo único que aceptan es la baba, y por eso les parece tan fácil mirarse al espejo.”
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Fuentes
http://dle.rae.es
http://www.el-historiador.com.ar/articulos/miscelaneas/historia_del_espejo.php
Cortázar, Julio. Las armas secretas. Cátedra. Letras Hispánicas. 16ª. Edición. 2003. pp. 174
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