En 1994, Duane Byrge, de The Hollywood Reporter, escribió: “Hecha con el corazón, humor y energía sin límites, esta presentación de Walt Disney puede llegar a todos los grupos de edad. […] Todo un éxito y un futuro clásico de cine, El rey león es una experiencia cinematográfica deliciosa.” Se refería a la recién estrenada The Lion King y al parecer, no se equivocó en su pronóstico pues veinticinco años después, llega con más fuerza la versión live action aunque no haya tenido la misma aceptación que su antecesora pues algunos consideran que no logró alcanzar la misma magia que la versión animada; sin embargo, la esencia del cine más allá de la crítica y la taquilla que determinan el éxito de una película como industria, se trata de lo profundo que es capaz de llegar en el público y de lo que busca remover en el inconsciente colectivo.
La historia es del dominio público pues la mayoría ha podido ver la película en diferentes momentos de su vida pero además, se trata de un relato que conecta con las emociones más profundas del ser humano como el amor, la maldad y la muerte entre otras aunque también se acerca a ese llamado de la naturaleza que reclama la vuelta al equilibrio natural y si consideramos que la historia no es reciente, es fácil notar que con el paso del tiempo nos alejamos cada vez más de nuestra esencia humana y que estamos sin duda, ante el caos, ante una ruptura que hace necesario un nuevo orden de las cosas no solo a nivel personal sino nacional e incluso, mundial.
Entre las críticas anteriores y actuales hay un común denominador: el rechazo por el supuesto machismo que impera en el filme; sin embargo, me parece que ese es tan solo un juicio de valor enmarcado en un contexto de extremo feminismo pues en principio, se trata de una historia cuyos personajes principales son animales y en la naturaleza, los machos y las hembras son vistos de forma natural al igual que las jerarquías pues al final, como bien menciona Mufasa en la historia: “Todos estamos conectados en el gran círculo de la vida” o como lo aprendimos en la escuela, todos somos parte de la gran cadena alimenticia, así que generar una crítica quedándonos a nivel de género parece muy superficial.
Si somos exigentes y muy moralistas también se puede juzgar que hablen de un tema como las jerarquías; sin embargo, no está mal mirar la película desde una perspectiva en la que algo nuevo podemos aprender si aplicamos tan sólo un poco de sentido común pues ¿Por qué no recurrir a la conocida expresión Hakuna Matata ante las circunstancias complicadas de la vida? Después de todo ¿Qué podría pasar si nos tomáramos la vida con más calma y libre de preocupaciones? El mismo filme marca un límite muy marcado entre vivir despreocupado y asumir la responsabilidad conforme al rol que nos toca en la vida; es decir, Simba (el personaje infantil en la vida) aprende a vivir de manera sencilla y contraria a su propia naturaleza en compañía de sus amigos Timón y Pumba pero recuerda su posición de Rey cuando su amiga leona Nala lo encuentra y le pide que regrese a la manada a poner orden y acabar con la maldad de Scar (el tío malo de Simba) Así que el filme se vale de una historia de animales para llevarnos profundo a la reflexión sobres cuestiones de la vida que habitualmente se ignoran o se dejan para después como por ejemplo, la muerte de un padre, el abuso del fuerte sobre el débil, la traición, la mentira, la amistad, la alegría o la venganza y lo más importante: resaltar el valor del clan, de la familia (aunque los humanos tengamos múltiples formas familiares), de la unión para vencer a los malos y del respeto entre las especies. En mi percepción, el Rey León es magnífica más allá de sus elementos artísticos (en cualquiera de las dos versiones) y en la letra del tema principal está la clave de todo: “Desde el día en que al mundo llegamos y nos ciega el brillo del sol. Hay más que mirar donde otros sólo ven, más que alcanzar, en lugar de soñar. Son muchos más los tesoros de los que se podrán descubrir. Y bajo el sol protector, con su luz y calor, aprender todos a convivir.” Es una invitación a mirar y no sólo a ver, a luchar por alcanzar nuestros sueños y a buscar más allá de lo superficial, a seguir a pesar de encontrarse solo y principalmente: aceptar nuestra naturaleza, nuestros ritmos biológicos y nuestro “legado” en esta vida o nuestro “don” o nuestro “propósito” como lo queramos llamar pues somos parte de la vida, del ciclo sin fin. Sin duda, un clásico y entrañable filme de las historias animadas
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