Jamás será vencido, y de verdad parecía que los mexicanos podíamos estar unidos por una causa: ayudar a los damnificados por el sismo y formar parte de las brigadas, reunir toneladas de víveres para enviar a las zonas afectadas, hacer donaciones financieras o en especie, albergar en nuestros hogares y corazones a quienes todo lo perdieron (cosas materiales), tomar conciencia de las acciones a seguir para facilitar las labores de las unidades de emergencia en las calles, ponernos en los zapatos del otro y así, construir (que no reconstruir para evitar alzar castillos en el aire o edificar sobre cimientos endebles) el país que todos queremos. La sorpresa es que pasados unos días las buenas conciencias y las mejores intenciones se han ido esfumando, el mensaje enviado por la Presidencia de la República solicitando más ayuda causó indignación y los ánimos de solidaridad se convirtieron en el enojo y el resentimiento acostumbrados de todos los días.
Entre la marea de los mensajes a favor y en contra respecto a las acciones que el gobierno federal ha implementado (no juzgaremos aquí su certeza o error) lo cierto es, que la unión que el país necesita va más allá de las cadenas humanas que vimos ayudar en los rescates, lo cual no significa que no hayan sido fundamentales sino que hace falta más por parte de los ciudadanos para ser los agentes que impulsen el cambio que todos queremos ver, pasar de la queja a la acción y sé que muchos tomaron el pico y la pala y fueron a ayudar en lo que podían, pero eso y esperar que el gobierno se reivindique, son dos cosas totalmente diferentes porque lo primero se trata de una reacción humanitaria que todos tenemos ante una catástrofe, es como si se tratara de un chip que se activa bajo ciertas circunstancias pero lo segundo, significaría ir en contra de un sistema de gobernabilidad que se ha ido ajustando y diseñando conforme la historia de la humanidad se escribe, y Tere Vale lo escribió con un tono sarcástico pero también muy crítico y acertado el pasado viernes: “El pueblo bueno reclama su oportunidad, hay que dársela… total a quien carajos le importa la democracia.” Y la tomé como referencia, porque los diez días que pasé sin Internet en casa y con fallas en mi celular, me permitieron leer sí y solo sí cuestiones muy precisas sobre los acontecimientos, y mi resumen es (aunque muchos se sientan frustrados, decepcionados o traicionados) que México no va a cambiar de raíz hasta que dejemos de lloriquear como niños por todo y asumamos responsabilidades como los adultos cívicos que somos, porque pedirle a las empresas transnacionales sus donativos o a las compañías telefónicas la apertura de sus redes sirvió o servirá para resolver una emergencia, pero cuando la hecatombe pase, más de uno seguirán haciendo fila para adquirir sus productos o servicios y ¿por qué? Porque tampoco tenemos muchas opciones y porque el mundo globalizado en que vivimos tiene sus propias reglas que no vamos a cambiar de un plumazo; no, a menos que tomemos las riendas, pero al cierre de la presente colaboración no me he enterado de que se esté fraguando una mega marcha hacia los Pinos para exigir un informe verídico sobre los daños causados por los sismos del 7 y el 19 de septiembre (porque se hizo un gran alboroto por los daños en la Ciudad de México, pero Oaxaca y Chiapas estaban pasando sin pena ni gloria por el sismo que los afectó e incluso las donaciones y la ayuda estaban (están) resultando insuficientes), así como pedir transparencia total y absoluta sobre la forma en que se están utilizando los recursos reunidos por donaciones, tanto de países extranjeros como de personalidades de la industria del entretenimiento y algunas organizaciones civiles e incluso, la misma ayuda que los ciudadanos están reuniendo y enviando con sus propios recursos.
En lo particular y en lo general, la doble moral permea por todas partes, nos damos golpes de pecho porque los ciudadanos son quienes levantaron al país pero no existe todavía la capacidad de unión y organización para exigir el cumplimiento de las garantías que constitucionalmente nos pertenecen. Y es que el siguiente paso de las cadenas humanas debió (o debe ser) ser el codo a codo en las calles desde Xochimilco, Tlalpan, Coyoacán, Iztapalapa, Benito Juárez y Cuauhtémoc con un líder o líderes al frente que pidan formar parte de las acciones políticas porque no hay credibilidad ni confianza en la clase política, porque en tiempos de posverdad y fakenews no se sabe a quién creerle, porque el hartazgo social ha rebasado su propio límite, porque no queremos que la catástrofe se convierta en un río revuelto para ganancia de pescadores. ¿Quién de los próximos candidatos a la Presidencia o de los Independientes o Asociación Civil dice yo?
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