El duelo sin nombre

“El duelo es el doloroso proceso normal de elaboración de una pérdida...

2 de agosto, 2016

“El duelo es el doloroso proceso normal de elaboración de una pérdida, tendiente a la adaptación y armonización de nuestra situación interna y externa frente a una nueva realidad.” – Jorge Bucay, El camino de las lágrimas.

La pérdida de un ser querido es un suceso sumamente doloroso pero la muerte de un hijo es considerada algo antinatural pues implica la inversión del ciclo biológico normal lo cual la convierte en un suceso inadmisible emocionalmente. El hecho de no poder ni siquiera nombrar la pérdida lo complica aún más pues desde un sentido simbólico del lenguaje, lo que no se puede nombrar queda fuera de todo control y entendimiento ya que no se es un huérfano o un viudo sino un ser mutilado, vacío. Respecto al duelo es mucho lo que puede decirse pero poco, muy poco lo que puede entenderse y más aún, acompañarlo, aliviarlo o consolarlo porque es muy fácil caer en situaciones inoportunas en un afán de querer apoyar o mostrar solidaridad en un momento tan difícil.

Carlos Fuentes vivió (padeció y sufrió) la muerte de dos de sus tres hijos. En su libro En Esto Creo escribió: “Viendo el homenaje de mis hijas a mi único hijo, entendí que un hijo merece la gratitud del padre por un solo día de existencia en la tierra.”

La muerte sigue siendo un misterio a pesar de todo lo que se puede leer respecto a ella y de la forma en que ha sido representada o de los rituales que se realizan cuando alguien fallece, pues por muy preparado que se esté para afrontarla, siempre llega por sorpresa devastando todo a su alrededor.

Comentaba con mi madre hace algunas semanas que llama mi atención el hecho de que haya familias que sufren constantemente la muerte de alguno de sus integrantes, así como el que ella sume tantos fallecidos a su historial de amistades y familiares cercanos. Me asombra también descubrir que yo misma puedo contar más de una muerte de hijos jóvenes entre mis amistades y familia, la primera experiencia fue una compañera de primaria que se llamaba Agripina y que falleció de leucemia a los 11 ó 12 años según recuerdo. Después fue la muerte de dos de mis primos hijos de la misma tía. Hace tan sólo un año un queridísimo amigo también falleció por una enfermedad de la que nunca tuve noticia y unos meses después tras una estancia de mes y medio en el hospital a causa de una neumonía que se complicó, falleció un tío paterno de mi hijo.

¿Por qué los hijos mueren antes que los padres en algunos casos? Simplemente es algo que ocurre aunque no podamos nombrarlo ni categorizarlo y mucho menos, entenderlo.

La experiencia más reciente y que motivó la presente colaboración fue la muerte inesperada de un chico de tan sólo 15 años, hijo de un entrañable amigo de los años universitarios. Tras una semana en delicado estado de salud y a pesar de portarse como un guerrero al luchar por su vida, falleció hace algunos días. He de reconocer que me declaro incompetente para expresar condolencias en situaciones así y con mayor razón si media una extensa distancia territorial, pues no es posible decir con un abrazo lo que las palabras no alcanzan y aunque la tecnología hace milagros ¿Qué se dice o se escribe en situaciones así?

La muerte para mí ha sido un asunto que he visto desde las gradas y que no he experimentado en el ruedo a pesar de tantos relatos cercanos que no sólo me conmueven y entristecen, sino que me hacen reflexionar sobre la vida misma y sus desafortunados sucesos pero también me hacen pensar en las infinitas posibilidades que nos ofrece para que, a pesar de que un dolor de dicha magnitud resulte devastador, se pueda salir bien librado y seguir adelante aunque parezca imposible.

Al respecto, Jorge Bucay anota: “Sentir y expresar el dolor, la tristeza, la rabia, el miedo… por la muerte de un ser querido. Repetir y evocar los recuerdos es parte del camino que hay que recorrer para cerrar y curar la herida dejada por la pérdida.”

Como en toda experiencia de vida, lo más recomendable es permitir y respetar el proceso por el que pasan los directamente involucrados sin juzgar, sin etiquetar y sin invadir.

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