La vida laboral de jornadas exhaustivas de más de ocho horas diarias de trabajo de lunes a sábado me heredó un sentimiento grinch respecto a las festividades decembrinas y un estado de estrés y ansiedad porque todo debía quedar “cerrado” como si hubiera que bajar la cortina sin dejar un solo pendiente para el siguiente año; de esta forma, diciembre significaba todo para mí menos un momento de paz y descanso después de un año de arduo trabajo. Es así que diciembre se convirtió en un mes más en el calendario pero eso sí, cargado de una intensa carga laboral, compras de pánico por los regalos, reuniones encimadas, tráfico, conglomeraciones en las tiendas y restaurantes entre otras cuestiones que lejos de disfrutar alucinaba en verdad.
Con la llegada de la maternidad a mi vida el estado de acelere no se ha reducido pero el sentido ha cambiado por completo y como alguien me dijo: todo se disfruta diferente y la llegada del último mes de año no es la excepción porque hoy diciembre para mí se ve, sabe, se siente y huele de otra forma como si una chispa por dentro me empujara a disfrutar y a hacer un alto en el camino para darme cuenta de que ha sido un año productivo que me ha dado no solo una perspectiva diferente de la vida sino otras satisfacciones, otras lecciones aprendidas, nuevos vínculos, metas alcanzadas, ideas y proyectos por arrancar próximamente pero sobretodo, me ha dado la oportunidad de darme cuenta que más allá de las festividades y celebraciones es un mes que nos da mucho por qué agradecer y un momento para renovar energía y empezar un nuevo ciclo.
Diciembre es también el mes del recuento de los daños, en el mundo noticioso todos preparan el resumen anual, en las finanzas hay que hacer balances de ingresos contra gastos y para los niños que son la alegría de la casa equivale a vacaciones (con suerte y sin tarea), a regalos, dulces, a juegos y sobre todo a tiempo en familia pero también es el mes con un alto índice de suicidios en una sociedad de desigualdad económica, de falta de oportunidades e incluso, de marcada y deprimente soledad. A nivel personal nos entra ese sentimiento de no haber tenido el tiempo suficiente para hacer todo lo planeado, el momento del ¡Chin, se me pasó!
Hace apenas una semana fui a desayunar al Centro Histórico, algo que hace mucho no hacía y luego caminé con Alonso (mi bebé) para ver los aparadores ya arreglados con la temporada y ver su alegría y entusiasmo por las luces, las formas y los colores me renovó el espíritu decembrino que hace mucho tiempo dejé olvidado en algún cajón de oficina. Sin duda, hay mucho que agradecer, mucho que celebrar, mucho que meditar, mucho que rezar pero particularmente, hay una sonrisa que alimentar y tan sólo un mes con suficientes motivos (o pretextos) para festejar.
Gracias COVID-19 (Parte 3)
“Hay lugares desolados sin gente caminando por las calles, hay hogares felices y otros que han aumentado el infierno...
abril 14, 2020Gracias COVID-19 (Parte II)
“Estamos frente a una situación grave a nivel mundial que no nos había tocado vivir en muchas generaciones pero...
marzo 31, 2020Gracias COVID-19 (Parte 1)
Y fue así que el ambiente cambió de tonos rojos y morados por el alto índice de violencia y...
marzo 24, 2020Classic Blue: Calma, confianza y conexión
Así se define el “color del año” que como ya es costumbre desde hace 20 años, anuncia el instituto...
enero 7, 2020