Cuando las visitas se vayan…

Mamá solía tener una frase amenazadora para los momentos en que recibíamos visitas en casa y nuestra conducta era reprobable...

23 de febrero, 2016

Mamá solía tener una frase amenazadora para los momentos en que recibíamos visitas en casa y nuestra conducta era reprobable (según ella) así que hacía una pausa en su interacción y tras mirarnos fijamente nos decía: “Se han de ir las visitas y ya verán”. Con el paso del tiempo y en las reuniones familiares solemos recordar la anécdota y reírnos de ella e incluso, usamos la frase aludiendo a un mal comportamiento para volver graciosa alguna situación familiar específica.

Recuerdo con particularidad los momentos de visita en casa porque había que seguir un gran protocolo, desde levantarse temprano para ducharse y estar presentables hasta la limpieza de la casa y los preparativos de la comida y bebida a ofrecer pasando por la letanía materna de buenas costumbres: saludar, ofrecer una bebida, no subir el volumen de la música, no interrumpir la conversación de los mayores, cuidar los comentarios, no hacer ruido y obvio, ¡sin travesuras! (pensándolo bien, un verdadero suplicio y una buena dosis de aburrimiento).

Lo anterior viene a colación por la reciente visita del Papa Francisco a México y que me hizo recordar aquéllos días de la infancia en los que tener invitados en casa era el tormento más grande de la vida porque era el tiempo de la prohibición. Pues sí, algo similar sucedió en México puesto que calles y avenidas recibieron su “manita de gato” para dar una buena imagen de la Ciudad de México (recientemente estrenada en su nomenclatura, aunque esa es otra historia) en los recorridos del papamóvil.

Debo confesar que no seguí el minuto a minuto del recorrido Papal pero si presté atención a los comentarios de quienes como usted y como yo, simples mortales pudimos apreciar y padecer durante estos días. Y es que en el detrás de cámaras o como dicen por ahí a niel de cancha las cosas fueron muy distintas y no digo que todo haya sido negativo sino al contrario y me explico.

Para empezar, ante las medidas extremas de seguridad algunas de las principales vialidades fueron cerradas, quizá el fin de semana no se sintió el impacto pero digamos el lunes 15 de febrero a las seis de la mañana el tránsito ya era un caos que no cambió de estatus durante los seis días de visita y precisamente, fue el operativo de seguridad lo que dio lugar a diversos comentarios por parte de la opinión pública pues según datos encontrados en las diferentes notas publicadas se realizó un despliegue de aproximadamente trece mil policías federales que incluyó más de mil vehículos y 13 aeronaves además de las recomendaciones por parte de la Secretaría de Protección Civil del Distrito Federal para quienes asistieron a los actos públicos, la suspensión del servicio en 16 estaciones del metro y en 40 estaciones del metrobús así como el reclutamiento de 160 mil voluntarios (cantidad estimada para los cuatro estados y las seis ciudades visitados) para integrar las vallas de seguridad durante los recorridos Papales.

Sin duda, la logística de un evento de tal magnitud ameritaba las medidas tomadas pero de eso a incluso impedir la instalación de mercados sobre ruedas me pareció el exceso sin mencionar el cierre de comercios y establecimientos en lugares estratégicos para la ruta Papal. Otro hecho sorprendente fue Ecatepec pues su Fraccionamiento Jardines de Morelos, considerado uno de los más peligrosos por el alto índice de violencia y delincuencia registrados recientemente, lució durante tres días limpio, tranquilo y fuertemente resguardado por unidades de la Policía Estatal en un rango de tres unidades por cada cuatro manzanas, la plaza comercial Las Américas se mantuvo cerrada de sábado a lunes y el transporte sólo hacía recorridos locales, el lugar era casi un pueblo fantasma.

Volviendo a lo familiar, la verdad es que uno arregla la casa para ofrecer lo mejor de sí a los invitados y en ese sentido, México se esmeró en el arreglo y cuidado de lo que vieron los ojos del Papa Francisco pero ¿qué hay de todo lo que quedó escondido bajo la alfombra? Pues como dirían las abuelitas: Hay ‘mijita, limpiaste no’más por donde tu suegra pasó (en este caso, el Papa) porque todo lo demás quedó igual y lo que se mantuvo ordenado y limpio volverá al mismo estado de olvido de siempre y me pregunto: ¿Si ya se arregló la casa por qué no tratar de mantenerla siempre así?

¡Qué distinto sería! Caminar por calles libres de basura, con banquetas pintadas, iluminadas y resguardadas por la policía, que las bardas no fueran grafiteadas por maleantes sino por artistas urbanos y que en verdad, sintiéramos un clima de seguridad en cada rincón del país. En contraste, tache por los días sin ingresos para los comerciantes, por el embotellamiento diario innecesario mientras el Papa andaba de gira, por permitir el acceso privilegiado a las esferas del poder en cada acto y restringirlo a los fieles seguidores.

Ahora que la visita se ha ido, haremos el recuento de los daños (al igual que hacía mamá) para volver a la normalidad.

¡Ojalá tuviéramos visitas más seguido!

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