Aprovechando la melcocha que ya flota en el aire esperando la celebración del día del amor y la amistad, y para mover un poco los reflectores del ambiente electoral y político, hablaremos de los chocolates como una metáfora a los estilos de vida que elegimos.
El chocolate, cuya etimología es considerada como discutida y conferida al náhuatl xocoatl /xoco = amargo y atl = agua y que es una pasta hecha con cacao y azúcar molidos, a la que generalmente se añade canela o vainilla tiene su origen en la región de los mayas en donde era considerado como “el alimento de los dioses” pues se preparaba como bebida y se utilizaba en los ritos ceremoniales; presuntamente su uso se extendió hasta llegar a los aztecas o viceversa pues sus orígenes todavía son contradictorios según algunas fuentes y cuenta la historia que fue en el siglo XVI con Hernán Cortés que se introdujo en la corte española. Ya en el siglo XVII comienza a expandirse su popularidad y comercialización por el resto de Europa: Italia, Francia, Alemania e Inglaterra y fue entonces que empezaron a aparecer las primeras chocolateras artesanales hacia finales del siglo y es a partir del siglo XIX que su elaboración artesanal se industrializó. En México y en el mundo entero, existen nuevas propuestas que han dado al chocolate una categoría de gourmet y ocupa un lugar privilegiado en exposiciones gastronómicas y concursos.
Pero ¿qué tiene que ver el chocolate con los estilos de vida? Pues que mientras unos son producidos de forma industrial, es decir, masivamente y su precio puede variar desde los más económicos hasta los más suntuosos, otros son elaborados artesanalmente aunque no necesariamente se exhiben en mostradores de lujo y su empaque puede ser muy austero o muy artístico según la propuesta de quien los elabore o bien, existen los que son producidos de forma artesanal con un toque gourmet, con un estilo y un sello personal de quien los elabora su costo puede ser altísimo y sus propiedades son de lo mejor porque lo tienen todo: sabor, color, textura, imagen, empaque, todo de primer nivel y lo mismo ocurre con los estilos de vida: hay quienes viven como en serie porque usan las mismas cosas, van a los mismos lugares, cumplen con ciertas normas porque así debe ser y no tienen más visión ni proyección, algunos son más atrevidos y eligen un camino diferente que les permita ser más ellos aunque eso no les garantice confort y otros más, se empeñan en dejar huella, en ser únicos y mostrar a los demás que se puede optar por lo diferente y triunfar.
Hace años escuché a una conferencista iniciar su speech con algo más o menos así: “La vida promedio de una persona consiste en nacer, crecer, ir a la escuela, graduarse, trabajar, casarse, tener hijos y un buen día al despertar no saben cómo es que comparten la cama con ese otro que parece un extraño porque apenas lo ven unas horas al día y tampoco saben en qué momento, la vida se les fue” y ocurre que sí, que desde que nacemos nos rodeamos de imposiciones y convencionalismos; hay que cumplir, hacer, lograr, destacar pero en función de unos estándares que no son los nuestros y que fueron diseñados para una masa que responde a ciertos estímulos para consumir y nada más. Son como esos chocolates industrializados que venden al por mayor y que uno encuentra fácilmente en cualquier lugar donde exista una tienda, nada fuera de lo común.
¿Y qué pasa si se elige un camino diferente? Como suele ocurrir con los artistas que por amor y pasión a lo que hacen se olvidan de los convencionalismos y a través de su obra expresan su esencia, son esas personas que tienen gustos diferentes, que hacen cosas diferentes y que no les interesa entrar en ningún empaque prefabricado pues ellos tienen el propio como les gusta y el que mejor les queda como esos chocolates artesanales con firma propia.
Y finalmente, existen quienes logran destacar y hacer algo diferente, dejar huella y lo mejor: alcanzar un nivel de vida que les brinda lujo y confort porque son exclusivos y aunque pueden ser imitados jamás serán igualados al igual que esos chocolates que vienen en su caja personalizada y que van dirigidos a la élite.
¿Qué tipo de chocolate queremos ser en la vida, uno hecho en serie y del montón, uno original y accesible o uno exclusivo y bien cotizado? El entorno en que vivimos exige que busquemos nuevas fórmulas para salir adelante y abrirnos paso a una vida menos complicada, ya no basta con seguir el mismo patrón que todos siguen porque eso nos limita y nos impide expresar nuestro máximo potencial. Somos cacao en proceso de elaboración y nos toca elegir la forma, el empaque y el estilo que queremos tener para distinguirnos de los demás.
¡Se los dejo de tarea!
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Fuente
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