No es ningún secreto que la ciencia en México presente un rezago importante debido a la falta de inversión tanto pública como privada; según datos de la Secretaría de Educación Pública en su diagnóstico sobre el Programa de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico presentado en marzo de 2016 del total del conocimiento que se produce en el mundo, nuestro país aporta menos del 1% y si bien la falta de recursos es un factor importante, el sistema educativo que tenemos no fomenta ni incentiva la innovación y mucho menos, se vincula con el ámbito productivo.
También es cierto que escuchar hablar de ciencia nos parece aburrido porque nos remite a la física, química y matemáticas que nadie entiende por qué deben estudiarse y para qué sirven en la vida diaria peor aún, si tuvieron la mala suerte de tener maestros poco apasionados como yo, cuyas clases fueron lo más patético de la vida.
Poco se nos explica lo que hay detrás de la ciencia y ni pensar en que las pláticas vocacionales (si es que todavía existen) se enfoquen a carreras científicas en aras de motivar a los jóvenes que cursan el bachillerato para que elijan el camino de las ciencias como una formación profesional que les puede dar una visión del mundo totalmente diferente, tampoco se nos explica que la ciencia no es un asunto exclusivo de los eruditos sino tan sólo el conjunto de conocimientos relativos a las ciencias físicas, químicas, exactas y naturales. En palabras complejas y de acuerdo a la definición de la Real Academia Española de la Lengua: es el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente.
Creo que el meollo del asunto está en que nuestra formación básica no tiene que ver con la experimentación sino con la memorización y la repetición de conceptos, no se nos forma para inventar, crear, imaginar, observar ni tampoco para razonar pues el sistema educativo tradicional nos dice que hay que repetir y obedecer, nada más.
Es por ello que las pocas iniciativas de divulgación científica no encuentran el apoyo suficiente y los niños crecen ajenos a las ciencias hasta que se encuentran con el vicio de la obligación de pasar las materias y terminan odiando todo lo que parezca científico pues no estudian por interés sino como trámite para “pasar”.
El mundo de Beakman surgió en el lejano año de 1992 y se trata de un programa estadounidense que tenía como personaje principal a un científico que hacía experimentos en un laboratorio fuera de serie, divertido, cómico y creativo donde explicaba toda clase de fenómenos. La transmisión en México siempre fue y ha sido a través de Canal Once y sin duda, a lo largo de los años ha sido inspiración para algunos atrevidos. En 2014 y como parte del 76º. Encuentro de Ciencias, Artes y Humanidades, la Universidad Nacional Autónoma de México invitó al personaje de Beakman a dar un espectáculo en vivo, el cual fue un éxito rotundo. Este año, el Instituto Politécnico Nacional en el marco de su 80 Aniversario y como parte de las actividades de la Feria Internacional del Libro, también trajo a Beakman y aunque la concurrencia no fue la misma que en la máxima casa de estudios, los chavos le dieron una cálida bienvenida y esa es la reflexión que originó la presente colaboración porque pude estar presente como fan del programa pero también motivada por el interés de descubrir si en verdad el interés es por la ciencia o por el personaje en vivo y puedo decir que sí, que los escuché hablando de términos extraños mientras empezaba el evento y también los vi emocionados presenciar los experimentos realizados en vivo y participar en ellos, lo cual significa que si el entusiasmo sembrado por un programa extranjero ha logrado que unos cuantos se apasionen por el conocimiento y vayan en busca de más al elegir carreras menos comerciales que Derecho, Contaduría, Comunicación, Mercadotecnia o Medicina entre otras, hace falta más divulgación científica hecha por jóvenes y niños para sus contemporáneos y la pregunta del millón es: ¿por qué no se hace?
Quiero decir que sentí una emoción especial al ver el interés de los jóvenes (estudiantes) e incluso los niños que asistieron y que gozaron de un lugar privilegiado en primera fila, lo cual significa que gobierno, iniciativa privada e instancias de investigación deben unir esfuerzos y trabajar en grande para no permitir que el ánimo decaiga e impedir que existan científicos mexicanos conduciendo un taxi o vendiendo tacos por falta de oportunidades de empleo y de investigación o peor aún, impartiendo clases tediosas y cargadas de una enorme frustración porque estudiaron algo que no les redituó nada positivo.
La ciencia es una llave mágica que abre muchas puertas, lástima que se encuentre con tantos candados en nuestro país.
¡Se los dejo de tarea!
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