Quisiera no tener que escribir la presente colaboración cargada de tantas malas noticias pero al fin y al cabo de lo que se trata, es de dar constancia del acontecer diario visto a nivel de cancha; es decir, lejos de discursos oficialistas y politiquerías o notas amarillas. Tan sólo hace una semana les comentaba que “El verano está a punto de concluir entre tormentas y huracanes, homicidios y asaltos, corruptos y ladronzuelos, magnates y delincuentes y cabe la pregunta: ¿Hasta cuándo veremos la luz?”; sin siquiera sospechar que dos días después seríamos sorprendidos por un terremoto de 8.2 grados en la escala Richter y que una gran parte de Oaxaca y Chiapas se vería seriamente afectada; eso, sin contar los desastres ocurridos por los huracanes Katia, Irma y José (que al cierre de esta entrega ya se ha debilitado a categoría 3 en aguas abiertas del Atlántico y con dirección al noroeste, según información del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos).
Para quienes vivimos la experiencia del desastre ocurrido con el sismo del 85, lo ocurrido la noche del jueves aunque no pasó del susto, significó una fuerte llamada de atención para realmente estar prevenidos y recordar que habitamos en una zona vulnerable. Debo confesar que me atemorizan los temblores y el temor aumentó cuando me convertí en mamá, embarazada ocurrieron dos sismos de menor intensidad que pudieron percibirse pero el reciente me asustó no por mí sino por el pequeño y porque al sentir su intensidad las imágenes del 85 volvieron a mi mente, quizá como resultado de que año con año recordamos lo sucedido aquél espantoso 19 de septiembre (que por cierto, también fue en jueves pero por la mañana). Las noticias volaron a través de las redes sociales, así que en menos de una hora ya sabíamos que en la Ciudad de México todo estaba en relativo orden pese al tremendo susto; las acciones de apoyo para Oaxaca no se hicieron esperar y diferentes centros de acopio empezaron su trabajo para llevar el apoyo a los damnificados; sin embargo, le pedí a una amiga mía que habita en territorio oaxaqueño que me comentara si realmente están llegando los víveres a todos y su respuesta fue que el Ayuntamiento no está repartiendo equitativamente y algunos municipios no están recibiendo la menor ayuda como: Guevea de Humboldt, Ixtaltepec, Ixhuatan, Ixtepec, Matías Romero y Unión Hidalgo (información al 10 se septiembre) entre otros y es que en situaciones así, la ayuda se concentra en las ciudades principales y poco a poco se van reportando otras zonas con daños pues algunas son inaccesibles y no cuentan con los medios necesarios para hacerse escuchar, lo cual es lamentable que ocurra en pleno siglo XXI cuando la tecnología tiene tantos avances pero es en estos momentos cuando las mentiras de los gobernantes salen a la luz pues a pesar de sus flamantes informes de resultados, la realidad es que la pobreza y la marginación persisten en nuestro país y si bien ahora los ojos y la ayuda están puestos en Oaxaca, los habitantes de las delegaciones en la Ciudad de México que resultaron dañados por las lluvias torrenciales de la semana pasada, han quedado en el olvido pero su gobernante ya anuncia su próximo Informe como “Cinco años de hecho, no de política”, lo cual nos recuerda a otros spots igual de desafortunados.
El asunto que quiero resaltar tiene que ver con el famoso cliché que ha circulado los últimos días por todas partes de que “somos un país solidario, fuerte y que sabe levantarse de las peores tragedias” pues aunque lo somos, en general tendemos a mostrar nuestro lado humano sí y sólo así hasta que vemos las barbas de nuestro vecino cortar porque es sólo en la desgracia cuando estamos vulnerables, desolados y recordamos que ante un cataclismo no importan los estratos sociales ni las nacionalidades pues la Naturaleza no distingue y para muestra los hechos lamentables en Florida, Houston, Islas del Caribe e incluso (aunque nuestros medios locales no lo han mencionado) India, Bangladesh y Nepal. Así que nos enfrentamos a un momento histórico en el que realmente “Al que no le llueve, le llovizna” pues estamos siendo testigos de cambios climáticos, políticos, sociales, culturales, económicos y vivimos una época de verdadera coyuntura en la que el orden establecido con el que crecimos, ya no existe más. En resumen y aunque peque de insistencia, todos estos acontecimientos juntos nos están dando señales de que urge y es necesario un cambio de raíz que debe empezar desde algo básico: recordar que somos humanos, mortales y erráticos, que no controlamos nada y que la solidaridad, la equidad, la justicia y la empatía son valores que deben guiarnos para servir a los demás todos los días, cada día porque más allá de las fronteras, las ideologías políticas, las religiones, los títulos o la posición social nos une la esencia humana y hoy, el mundo nos está obligando a estrechar la mano del que está a nuestro lado, a preservar el medio ambiente y respetar otras formas de vida (flora, fauna, ecosistemas) para que el equilibrio vuelva a ser posible y podamos seguir habitando en este planeta tal y como alguna vez lo conocimos y si no, deberemos prepararnos (aunque quizá quienes lo verán serán nuestros descendientes) para una vida artificial como la que vemos en la ciencia ficción.
¡Se los dejo de tarea!
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