Este año, la celebración del Día de San Valentín no será igual a ninguna antes ni después: dos mil dieciséis es un año bisiesto y además, el Papa Francisco visita México y en particular, el Municipio de Ecatepec así que será una fecha que pasará a la historia.
Que el amor flote en el aire no debería ser motivado por una fecha en el calendario sino una constante en nuestras vidas; sin embargo, la mercadotecnia funciona a partir de celebraciones y ¡Vaya que les saca juego y ganancias! Pero además, me parece un buen pretexto para rozar la esencia del amor sin cursilerías ni clichés.
Hace apenas algunas semanas tuve la oportunidad de asistir a una reunión de colaboradores cuyo anfitrión dio muestra de calidez y calidad humanas con todos y cada uno de sus invitados al recibirlos personalmente, agradecer con una sonrisa cada obsequio que le ofrecieron en un gesto de reciprocidad por la invitación y regalarles al menos unos minutos de amena conversación. En resumen, compartió y convivió a pesar de tener cuatro mesas completas de invitados; a eso le llamo compartir y disfrutar entre amigos (aunque no nos hayamos contado secretos íntimos) pero de eso se trata la amistad: de confianza mutua y al abrir las puertas de su casa para recibir a los demás y ofrecerles una tarde amena acompañada de una suculenta comida y bebida además de contar anécdotas y darse tiempo para las fotografías del recuerdo no es algo común ni frecuente. No fue una celebración a la amistad pero fue más que eso porque como él mismo dijo: me gusta crear vínculos y de eso se trata la vida, de vincularse, de conectarse, de ser capaz de gozar y disfrutar de dar pequeñas muestras de amor mejor conocido como ágape.
Ágape, en su evolución como término griego se refiere al amor total e indiscriminado entre los seres humanos y al amor desinteresado por toda la humanidad, un amor en un sentido totalmente espiritual que trasciende lo particular para entregarse a la pasión por el bienestar de otros sin esperar nada a cambio. En palabras religiosas, el amor que los dioses sienten por la humanidad y en sentido coloquial, el amor incondicional que deberíamos sentir por el prójimo y que debería ser el motor de cambio si de verdad lo aplicáramos en su sentido divino.
El amor erótico (Eros) apasionado e intenso que surge cuando hay atracción entre dos personas y que es representado por Cupido es la estrella a la hora de celebrar y el favorito de los amantes aunque no siempre cuente finales felices por lo fugaz de su esencia mientras que el amor por la familia, amigos y hermanos (Philos) tiene una raíz más profunda aunque no siempre rinde los mejores frutos cuando se excede en las formas.
La existencia del amor en cualquiera de sus formas es un milagro y un regalo por sí mismo que no necesita envoltura ni recordatorio. Seamos o no católicos y punto y aparte de las relaciones diplomáticas que enmarcan la visita del Papa a México, el amor expresado y la preocupación por un país que padece de violencia, inseguridad y corrupción es una muestra de ese ágape poderoso que puede aliviar todos los males.
Creer en el amor esencial nos hace capaces de las más grandes proezas y nos inspira a ser mejores personas pero es un amor que requiere de práctica diaria y que nace desde el interior para materializarse en los otros en forma de colaboración, empatía, respeto y agradecimiento por las simple existencia del otro como semejante nuestro.
Así pues, celebrar al amor y la amistad va más allá de las tarjetas, los globos, los chocolates, las rosas y los perfumes pero requiere de detalles los 365 días del año (366 este año) y necesita que creamos en él y en su poder para transformar vidas como dice la canción: creo en el amor y sí, el amor es un acto de fe y no mero pretexto para excedernos en el consumismo.
¡Se los dejo de tarea!
https://www.youtube.com/watch?v=ABSXJiYQFuI
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