De 1978 a la fecha Donald Trump transformó los 100 millones de dólares que le prestó su papá en una fortuna de aproximadamente 4,000 millones de dólares. Es un hombre exitoso y sumamente inteligente. Negarlo es absurdo.
Pero, pese a sus evidentes habilidades, Trump aparentemente sufre de trastornos emocionales que podrían acabar con su presidencia y, si ninguno de sus generales es capaz de controlarlo, con el planeta mismo.
Un retrato emocional del presidente estadounidense puede leerse en la edición del martes pasado de The Washington Post en el artículo de Tony Schwartz, quien escribió para Trump el libro The Art of the Deal (El Arte de la Negociación).
El artículo se titula “Yo escribí con Trump ‘El Arte de la Negociación’. Su autosabotaje tiene raíces en su pasado”. Para empezar, Schwartz se pregunta: “¿Por qué el presidente Trump se comporta de manera peligrosa y aparentemente autodestructiva?” Y luego da su opinión basada en “cientos de horas que pasó escuchándolo, observándolo en acción y entrevistándolo sobre su vida”.
Entre lo que escribe Schwartz vale la pena destacar las siguientes líneas:
“El sentido de autoestima de Trump está siempre en riesgo. Cuando se siente agraviado, reacciona de manera impulsiva y defensiva, construye una historia que lo autojustifica pero que no depende de los hechos, y siempre le echa la culpa a los demás.
“Para sobrevivir, se sintió obligado a ir a la guerra con el mundo. Para él era una elección binaria, de suma cero: O dominabas o te sometías.
“No valora ni reconoce necesariamente las cualidades que tienden a surgir a medida que las personas se vuelven más seguras, como la empatía, la generosidad, la reflexión, la capacidad de retrasar la gratificación o, sobre todo, la conciencia, un sentido interior del bien y del mal. Trump simplemente no trafica con las emociones o los intereses de otros… Nunca ha expandido su universo emocional, intelectual o moral.
“Cuando se le impugna, instintivamente se defiende, incluso cuando lo que acaba de decir es demostrablemente falso… Su objetivo nunca es la exactitud; es dominar”.
“Su sentido de ser significante se deriva de sus conquistas y logros.
“Su necesidad de alabanzas y halagos incontrovertibles también ayuda a explicar su hostilidad hacia la democracia y la prensa libre – ambas prosperan cuando la disidencia es abierta.
“En términos neuroquímicos, cuando se siente amenazado o frustrado, Trump pasa a un estado de lucha o huida… Reacciona en lugar de reflexionar y al demonio con las consecuencias. Esto es lo que hace que su acceso a los códigos nucleares sea tan peligroso y aterrador”.
El artículo que puede leerse íntegramente en www.washingtonpost.com/
Deberían leerlo Enrique Peña Nieto y los miembros de su gabinete. Es más, deberían contratar como asesor a Tony Schwartz.
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