El 20 de enero entrante Donald Trump impondrá aranceles del 25% a las importaciones provenientes de México y Canadá, y de un 10% adicional a los con que hoy se gravan a las de China. Su objetivo: combatir la migración ilegal y el tráfico de fentanilo, además de proteger la economía de EEUU. Su decisión originará severos impactos económicos y sociales, afectando en mayor o menor grado a los cuatro países, En Norteamérica, México sufrirá más que Canadá y EEUU las consecuencia de su estúpida decisión, algo que no dijo ayer el secretario de Economía Marcelo Ebrard en la conferencia de prensa de la presidenta Claudia Sheinbaum.
80% de las exportaciones mexicanas van al mercado estadounidense y los aranceles reducirán las ventas de productos clave como automóviles, autopartes y alimentos hasta en un 26%, lo que significará a una pérdida del PIB de México de entre 1.5% y 2.5%, o cerca de 30 mil millones de dólares.
El sector automotriz, que emplea a un millón de personas, será uno de los más afectados. Algunas plantas cerrarán dejando a decenas de miles sin empleo. Asimismo, los productores agrícolas, especialmente de aguacates y tomates, enfrentarán una menor demanda, lo que golpeará directamente a las economías rurales.
Los despidos masivos aumentarán la presión social y económica, el peso se depreciará más, encareciendo las importaciones y aumentando la inflación y, sin oportunidades laborales, más mexicanos irán a EEUU, contradiciendo el propósito de los aranceles.
Aunque menos dependiente del comercio internacional, EEUU también sentirá los efectos de los aranceles. Los consumidores pagarán más por muchos productos. Los aguacates se volverán inasequibles para muchos, los vehículos se encarecerán unos 2000 a 3000 dólares y un hogar promedio enfrentará un incremento de 2600 dólares anuales en sus gastos.
El sector automotriz de EEUU, que depende de piezas y vehículos importados de México y Canadá, también sufrirá. Los costos de producción subirán y una reducción en las ventas provocará despidos en estados como Michigan y Ohio. Además, la inflación resultante podría forzar a la Reserva Federal a mantener tasas de interés elevadas, desacelerando la economía en sectores como la vivienda y el comercio minorista.
Para mitigar estos efectos, Trump podría considerar exentar del arancel a productos esenciales, como alimentos, otorgar incentivos fiscales para aumentar la producción local de muchos productos, especialmente automóviles, crear programas temporales de apoyo a las familias afectadas por los aumentos de precios y desde una posición de poder renegociar el T-MEC ventajosamente para EEUU.
México sufrirá más que EEUU porque carece de la resiliencia económica de ese país. Con menos herramientas para enfrentar una crisis comercial, su dependencia de las exportaciones y de las remesas que se envían desde EEUU lo hace extremadamente vulnerable. Además, el impacto social de los aranceles exacerbará problemas como la pobreza y la desigualdad, generando un ciclo de inestabilidad y, seguramente, más violencia.
Urge encontrar soluciones diplomáticas que minimicen los riesgos para ambas naciones, sobre todo para México. Sin cooperación, los aranceles desatarán una crisis de alcance regional, con perdedores en ambos lados de la frontera.
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