Los gobernantes que Donald Trump más admira son aquellos que desprecian la democracia, la libertad de expresión y los derechos humanos. Esto se vio nuevamente durante el viaje que el presidente estadounidense hizo la semana pasada a Europa.
Trump no tenía por qué ir a otro país antes de llegar a Hamburgo, en donde se realizó la reunión del G20, pero decidió hacer escala en Polonia para darle el espaldarazo a un gobierno populista y de extrema derecha cuyo presidente Andrzej Duda y primera ministra Beata obedecen las órdenes del ex primer ministro Jarosław Kaczyński, fundador del partido Ley y Justicia.
El estadounidense se identifica plenamente con los polacos que, al igual que él, son autoritarios, enemigos de los medios de comunicación libres y críticos, se oponen a la inmigración musulmana y conciben a la civilización occidental como una creación de la raza blanca. El discurso que Trump pronunció en Varsovia aparentemente fue redactado por su joven asesor Stephen Miller, quien comparte muchas de las ideas del ultraderechista y racista Steve Bannon, el estratega principal de la Casa Blanca. Cuando criticó a los medios de comunicación los dirigentes polacos ciertamente se alegraron ya que ellos también tratan de silenciar a los periodistas independientes y críticos.
Al reunirse en Hamburgo con el presidente de Rusia, Trump no pudo ocultar la alegría que le ocasionó conocer personalmente a Vladimir Putin, a quien muchas veces ha calificado como un líder de verdad, como un líder fuerte que sabe gobernar.
Donald dijo que para él era un honor conocer a Vladimir, al tiempo que le daba la mano y lo tomaba del brazo esgrimiendo una gran sonrisa sin que por lo visto le importaran las diferencias que existen entre ambos países, que el ruso sea un dictador que ha suprimido la libertad en su país, invadido Ucrania, anexado Crimea e intervenido y manipulado las elecciones presidenciales estadounidenses del año pasado, intervención que Trump sigue negando a pesar de la evidencia que demuestra que sí ocurrió.
La conducta exhibida por el estadounidense ante el ruso y los polacos contrasta mucho con la que mostró ante algunos gobernantes de países aliados del suyo. Por ejemplo, frente al presidente de México aseguró que “absolutamente” insistirá que los mexicanos paguemos el costo de su muro fronterizo. Según algunos, Enrique Peña Nieto no le respondió que eso jamás sucederá porque él sí respeta el pacto que hace meses acordaron de no hablar públicamente sobre el asunto. Yo hubiera preferido que lo contradijera en ese mismo momento, pero el presidente optó por quedarse callado, seguramente para no generar más tensión en la relación bilateral.
En Europa el llamado “líder del mundo libre” mostró otra vez que admira a gobernantes autoritarios y desprecia a los que no lo son.
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