30 466 000 niños y jóvenes regresaron ayer a clases; sin embargo, no presencialmente porque todos se quedaron en casa debido a la pandemia de COVID-19. Todos, excepto los que fueron llevados a Palacio Nacional para servir de extras en la ceremonia que para la ocasión organizó el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Para empezar, hay que felicitar al secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, por haber impedido que casi 30.5 millones de estudiantes regresaran a sus escuelas y pusieran en riesgo su salud junto con las de sus maestros, los trabajadores administrativos y de intendencia de las escuelas y los adultos con quienes viven la mayoría de ellos.
Me imagino que los dos charlatanes que mandan en la Secretaría de Salud hubieran preferido que regresaran a clases para así acelerar el efecto de rebaño que buscan crear en el país para combatir al COVID, pese a los millones que puedan morir por ello.
A partir de ayer, supuestamente aprenderán cosas nuevas desde sus casas 4 780 787 alumnos de preescolar; 13 972 269 de primaria; 6 473 608 de secundaria; y 5 239 675 de bachillerato. Recibirán sus lecciones a través de televisión, radio e internet gracias al programa denominado Aprende en Casa II, el cual, al igual que el I, no servirá de gran cosa.
Como ocurre cuando hay cualquier tipo de crisis, son los que menos tienen quienes más resienten sus efectos.
Son los niños pobres los que viven en casas o departamentos pequeños en donde el hacinamiento de sus moradores impide crear un ambiente adecuado que promueva el aprendizaje. ¿Cuántos niños y jóvenes no cuentan con un espacio adecuado en dónde estudiar?
Y si bien, el 93% de los hogares del país cuenta con al menos un televisor, solo el 73% de los hogares tiene un aparato capaz de captar las señales digitales por las que se difunden las clases.
Supongamos que el 100% de los hogares tuviera una tele, ¿qué garantiza que los estudiantes puedan ver sus clases a distancia? ¿Cuántos de sus familiares aceptarán dejar de ver sus programas favoritos con tal de que el niño o joven vea sus lecciones?
En lo que al internet se refiere, en el 55% de los hogares no hay una computadora, por lo que los estudiantes que ahí viven tendrán que asistir a clases vía TV.
Finalmente, si los adultos de un hogar trabajan todo el día, ¿quién verificará que los estudiantes vean su tele o computadora? ¿Cuántos de ellos tienen la energía, ganas y conocimientos para auxiliar en sus estudios a esos menores?
Aprende en Casa II no contribuirá gran cosa a ampliar los de por sí ya débiles conocimientos que poseen los estudiantes mexicanos, como lo demuestran las bajas calificaciones que obtienen en diversas pruebas nacionales e internacionales.
El programa disminuirá los sentimientos de aislamiento en un niño que extrañe a sus amigos y el ambiente de su escuela, y podrá contribuir a generar en él un sentido de disciplina, método y rutina sólo si los adultos en casa contribuyen de lleno a su proceso educativo.
La pandemia sorprendió a los gobiernos de todo el mundo, pero hay algunos, muy pocos por cierto, que ya contaban con sistemas de educación a distancia para aplicarlos en caso de emergencias similares a la actual. México, desgraciadamente, no es uno de ellos.
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