“El Muro es una herramienta muy importante para evitar que las drogas lleguen a nuestro país y envenenen a nuestra juventud (y a muchas otras)”. Este el texto de un mensaje recientemente difundido por Donald Trump a través de su cuenta de Twitter. Éste, al igual que otros mensajes del presidente estadounidense, es una mentira porque él sabe muy bien, como el hombre de negocios que es, que cuando existe una gran demanda por un producto los proveedores del mismo siempre verán cómo hacérselo llegar a los consumidores.
La historia del enamoramiento de los estadounidenses con las drogas se remonta a 1850, cuando en California los inmigrantes chinos introdujeron el opio, del cual se derivaron muchos productos como la morfina, el láudano y la codeína que se volvieron populares. La morfina se usó como analgésico durante la Guerra Civil, lo que causó que un gran número de personas se volvieran adictas.
Cuando se prohibió el consumo de cualquier tipo de bebida alcohólica en Estados Unidos, de 1920 a 1933, los delincuentes se las ingeniaron para hacer llegar millones de litros de alcohol a los bebedores.
Desde la década de los 20 del siglo pasado, la mariguana y el opio fueron internadas a Estados Unidos por los primeros narcotraficantes mexicanos que supieron aprovechar el caos e ilegalidad que prevalecieron en nuestro país durante los años finales de la Revolución de 1910.
Durante las décadas de los 60 y 70, narcotraficantes mexicanos enviaron toneladas de mariguana en barcos de carga que la descargaban en los principales puertos de la costa oriental de Estados Unidos. Para los consumidores del oeste estadounidense, la droga llegaba por tierra a bordo de automóviles particulares y vehículos de carga.
Cuando por fin tuvo éxito el combate contra los traficantes de mariguana de México y Jamaica, la droga empezó a llegar a Estados Unidos desde Colombia, en barcos de carga similares a los que usaron los mexicanos.
En la década de los 80, los narcos colombianos añadieron la cocaína a su línea de productos y siguieron introduciéndola en grandes cantidades. Cuando el gobierno estadounidense bloqueó sus rutas marítimas y aéreas contrataron los servicios de contrabandistas y narcos mexicanos para que continuaran llevando la cocaína a los nunca satisfechos consumidores estadounidenses.
En resumen: cada vez que el gobierno de Estados Unidos ha logrado bloquear una ruta de contrabando de drogas, los narcos han inventado otra.
Por eso, el muro trumpiano no detendrá el flujo de drogas. Solo hará que los creativos e ingeniosos narcos encuentren otros caminos para introducirlas a Estados Unidos.
Por eso, la razón que esgrime Trump para construir su muro es una total y absoluta mentira.
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