En México imperan muchos tabús y cuando empecé hace 30 años a conducir el programa ¡Fuego Cruzado!, en Radio Fórmula, me propuse romper algunos de ellos.
Un colega, que entonces era uno de los más importantes líderes de opinión, me dio varios consejos: evitar comentarios críticos hacia las secretarías de Gobernación o de la Defensa Nacional; no cuestionar las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac; nunca abordar temas que, según él, eran escabrosos como el aborto, el control de la natalidad, la homosexualidad o el consumo de drogas; eludir cualquier crítica al presidente de la República en turno; y tratar con sumo respeto a las personalidades que se presentaran al programa. Con el paso del tiempo ignoré, una tras otra, sus recomendaciones.
Lo primero que hice fue dejar de usar el usted al conversar con quienes asistieran al programa para utilizar el más democrático tú. Al principio, a algunas personas no les gustó ser tratados con tanta familiaridad, pero la mayoría de ellas lo aceptaron después de explicarles que una conversación entre pares era mejor recibida por el auditorio. A quienes no les pareció que fuera yo un “igualado”, no los volví a invitar a mi programa.
Luego, decidí abordar los temas que supuestamente podrían ofender la “mochería” del público: pronuncié la palabra condón cuando la apropiada era preservativo, defendí el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, me pronuncié en favor de la libertad sexual así como de la legalización de las drogas, cuestioné las apariciones guadalupanas… en fin, actué al margen de lo políticamente correcto, rompiendo tabú tras tabú.
¿Y saben qué pasó? Nada en lo absoluto. La dependencia de la Secretaría de Gobernación que debía llamarme la atención por discutir y analizar temas supuestamente prohibidos, nunca lo hizo.
Hoy, después de 30 años, la libertad de expresión y opinión que existe, por lo menos en los medios donde colaboro, es absoluta y el colega que me recomendó autocensurarme hace tiempo dejó de ser un importante líder de opinión.
En los últimos días se ha armado una tremenda discusión en torno a las palabras que en un desayuno dijo un general retirado, discusión que a mi juicio es absurda porque siempre ha habido militares, en activo o retirados, en desacuerdo con el presidente en turno. Personalmente he conocido a varios que me manifestaron sus diferencias con alguno de los seis anotados en el párrafo anterior.
Y al preguntarles por qué no hacían algo al respecto, todos ellos, sin excepción, me respondieron que una cosa es estar en desacuerdo con su comandante supremo y otra, desacatar sus órdenes, por más desagradables que les parecieran.
El general de división retirado, Carlos Gaytán, rompió otro tabú al expresar públicamente su desacuerdo con el presidente AMLO y no pasará nada, como casi nunca pasa algo cuando se rompe un tabú.
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