Nunca he sido un partidario de Andrés Manuel López Obrador. Ni antes ni después de que ganara la presidencia de la república.
En 2000 estuve en contra de que se aceptara su candidatura a la jefatura de gobierno del Distrito Federal en vista de que no había residido un mínimo de cinco años en la Ciudad de México, que era una condición que debía cubrir cualquier candidato al cargo.
Pero el Instituto Electoral del Distrito Federal aprobó su registro y después de que ganó la elección del 2 de julio de 2000 reconocí su victoria y le deseé suerte.
Durante su gestión me opuse y critiqué muchas de sus decisiones que aquí no tiene caso enumerar. También apoyé las que mi juicio fueron sus buenas acciones, sobre todo a favor de los defeños más pobres.
Estoy convencido que desacató la orden de un juez y por lo tanto violó la Constitución y varias leyes y códigos.
Fue desaforado en abril de 2005 y luego la PGR, que entonces estaba al mando de Rafael Macedo, decidió no actuar contra él, a pesar de que al hacerlo también desobedecía varios preceptos constitucionales y legales.
Como candidato de la Coalición por el Bien de Todos (PRD-PT-Convergencia) compitió y perdió por estrechísimo margen la elección de presidente de la república en julio de 2006.
Critiqué y condené a más no poder su orden de bloquear durante 47 días el Paseo de la Reforma, lo que ocasionó que las 35 mil empresas cercanas a la avenida perdieran casi 8 mil millones de pesos y que casi cuatro mil personas se quedaran sin trabajo.
Tampoco apoyé su candidatura en 2012… ni en 2018.
Meses antes del 1 de julio de 2018 dije que iba a ganar la elección presidencial y de inmediato muchos me criticaron por hacerlo, acusándome de haberme vendido.
Durante su primer año de gestión mantuve una posición mesurada y me abstuve de criticar con mi acostumbrada vehemencia sus malas decisiones. Después de todo, había que darle el beneficio de la duda.
A partir del 1 de enero pasado manifiesto constantemente mi inconformidad con su gobierno, sus acciones y decisiones. Pero también expreso mi beneplácito cuando considero que algo está haciendo bien.
Trato, hasta donde me permiten mis conocimientos y experiencia, de ser lo menos subjetivo posible cuando me refiero a Andrés Manuel y su gobierno, algo que aparentemente le es muy difícil a la mayoría de los mexicanos.
Y así como me opongo a mucho de lo que no me gusta de él y su administración, también estoy en contra de esos mexicanos mal resentidos o ignorantes que buscan derrocarlo a pesar de que fue electo democráticamente por una mayoría de los mexicanos.
Me opongo a quienes en el nombre de la democracia quieren acabar con su gobierno. Ellos no son demócratas porque aparentemente solo aceptan los resultados de una elección cuando gana su candidato.
En una democracia el poder político se gana en las urnas y no en las calles.
Por todo lo anterior, seguiré señalando todo lo que no me guste de la 4T, pero defenderé, también sin dudarlo, el gobierno constitucional y legal que preside Andrés Manuel López Obrador.
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