A las 9 de la mañana del 27 de enero de 1945 un soldado el Ejército Soviético entró en el campamento Auschwitz III en Monowice, Polonia. Una seis horas después tropas soviéticas llegaron a Auschwitz I y II, cercanos a la ciudad de Oswiecim.
El libro Auschwitz 1940–1945: Central Issues in the History of the Camp escrito por investigadores del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau y publicado en 1995 por el mismo museo, anota que en esos campos de concentración, trabajos forzados y exterminio nazis, los soviéticos encontraron a 7500 prisioneros vivos y famélicos, 600 cadáveres, 837 000 prendas de mujer, 370 000 trajes de hombre, 44 000 pares de zapatos y 7 000 kg de cabello humano que se estima provinieron de 140 000 personas.
Entre 1940 y 1944, en Auschwitz fueron asesinados 960 000 judíos, 74 000 polacos, 21 000 gitanos, 15 000 prisioneros de guerra soviéticos y 15 000 europeos de diversas nacionalidades; casi 1.1 millones de hombres mujeres y niños,
Uno de cada seis judíos asesinados en el Holocausto murió en Auschwitz; 430 000 provenían de Hungría, 300 000 de Polonia, 69 000 de Francia, 60 000 de los Países Bajos, 55 000 de Grecia, 46 000 de la actual República Checa, 27 000 de Eslovaquia, 25 000 de Bélgica, 23 000 de Alemania y Austria, 10 000 de la extinta Yugoslavia, 7500 de Italia, 690 de Noruega y 34 000 de otros países.
En julio de 2013 visité lo que ahora es el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau y quedé sumamente impresionado por lo que vi. El cabello humano, los zapatos, las maletas y la ropa de quienes ahí fueron asesinados, los bunkers en donde los que no mataban de inmediato sobrevivían en condiciones infrahumanas, los baños que les impedían la menor privacidad, las rejas electrificadas, los hornos crematorios, el ojo de agua color negro que contiene las cenizas de quien sabe cuántas personas…
Todo lo que ocurrió se recordó ayer en Auschwitz en una emotiva ceremonia para conmemorar los 75 años de su liberación, evento al que asistieron 200 sobrevivientes del Holocausto y delegados de más de 50 países.
Los principales oradores -dos mujeres y dos hombres que sobrevivieron a Auschwitz – narraron sus terribles experiencias sin dejar de darle gracias a la vida. Ellos y otros advirtieron sobre el peligro que el racismo, el antisemitismo y la xenofobia de nuevo representan para la humanidad.
Hoy, cuando se generalizan la polarización, el extremismo y la crisis de las instituciones no debemos olvidar lo que dijo el escritor italiano Primo Levi, un sobreviviente del Holocausto: “Sucedió, por lo tanto, puede suceder de nuevo… Puede suceder en dónde sea”.
¡Cuidado! El principio de una eventual persecución contra quienes son racial, religiosa, sexual o políticamente diferentes se origina cuando los que detentan el poder público no actúan decisivamente para impedir y castigar cualquier manifestación de odio o cuando critican regularmente a quienes piensan diferente. Así ha sucedido antes y “puede suceder de nuevo… en donde sea”.
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