Cuando iniciaron sus operaciones en México, las empresas Cabify y Uber fueron muy bien recibidas por el público en vista de que al principio ofrecieron un servicio de transporte de pasajeros de calidad, muy superior al que desde siempre han ofrecido los taxis del país.
Ambas empresas ofrecían autos limpios y de modelo reciente, conductores bien aseados y corteses que hasta convidaban una botella de agua a sus pasajeros, rutas seleccionadas por la aplicación Waze para llegar rápidamente al destino, tag para circular en el Segundo Piso del periférico de la CDMX. En resumen, algo que raramente se ve en los taxis citadinos.
En la CDMX, las cosas empezaron a cambiar en abril de 2016, cuando entraron en vigor las contingencias ambientales y todos los automóviles, nuevos incluidos, dejaron de circular un día a la semana durante tres meses.
Por lo anterior, la demanda por los servicios de ambas empresas aumentó y Uber incrementó excesivamente sus tarifas. El 6 de abril de 2016 cobró hasta 10 veces su tarifa y fue hasta mayo cuando anunció que ya no subiría más de 1.5 veces en casos de demanda extrema. El mismo día en que Uber abusó de sus clientes, Cabify informó que durante los tres meses de la continencia daría un descuento del 25% en algunas de sus tarifas.
El negocio que hacen las dos empresas en nuestro país es tan bueno que miles de personas han comprado automóviles, generalmente compactos, para inscribirlos a una u otra empresa. Estas personas no conducen los autos sino que contratan a choferes que por manejarlos de ocho a 12 horas reciben un sueldo o comisión. Operan igual que miles de taxis en el país solo que con una app que facilita el negocio. Ahora, cada vez más autos están desaseados, los conductores no son amables y carecen del tag para utilizar el Segundo Piso “porque el dueño del coche no quiere gastar”.
La idea original de Uber y Cabify era que los dueños de vehículos dedicaran unas horas al día al negocio, manejando sus propios coches, para obtener un ingreso adicional. Esa idea se desvirtuó y ahora hay dueños de flotillas de autos que rentan a choferes que en realidad son sus empleados.
Con tal de hacer negocio, Cabify y Uber permiten que cualquier persona conduzca los vehículos y no verifican correcta ni exhaustivamente sus antecedentes.
La semana, una chica de 19 años fue secuestrada, violada y asesinada, presuntamente por un chofer de Cabify. Este lamentable caso es uno de tantos ocurridos en los últimos años, en donde un conductor de Uber o Cabify estuvo involucrado.
Estas dos empresas traicionaron sus propósitos originales y descuidaron a su público. Por eso deben ser reguladas y vigiladas por la autoridad.
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