“El Fondo Monetario Internacional hizo un pronóstico de que en el caso de México va a haber una disminución en la economía del 6%, [en realidad 6.6%] en comparación –ante la crisis– del caso de Italia que va a ser del 9%. ¿Nos puede dar su opinión con respecto a esto?” es la pregunta que ayer le hizo al presidente Andrés Manuel López Obrador la reportera Berenice Téllez, del diario Uno Más Uno.
Al responderle, AMLO descalificó el pronóstico del FMI y, para variar, pintó un futuro color de rosa.
Primero, cuestionó la validez de los pronósticos realizados por decenas de otras entidades públicas y privadas: “¿Cómo, en estos momentos de inestabilidad, que no hay normalidad económica, financiera, productiva (…) cómo califican ahora?, ¿por qué no esperar? (…) ¿por qué descalifican ahora?”.
En cuanto a la pertinencia de realizar pronósticos en cualquier época, Andrés Manuel parece haber olvidado lo que seguramente le enseñaron en su curso introductorio de Economía cuando estudió Ciencias Políticas y Administración Pública; si no, recordaría que los pronósticos son útiles para que los gobernantes tomen mejores decisiones. Por ejemplo, si se pronostica que la economía entrará en recesión, como lo señalan casi todos los pronósticos realizados para México, el gobierno podría considerar implementar una política fiscal expansiva (mayor gasto financiado por préstamos) para mantener la demanda en la economía y evitar una fuerte desaceleración en la economía, que es justamente lo que no está haciendo el gobierno de la 4T.
Luego, el presidente cuestionó la validez de los pronósticos porque “depende mucho de la capacidad productiva de los países, depende mucho del manejo de las finanzas, si hay un manejo de finanzas públicas sanas, si no hay endeudamiento, si hay inflación, si no se deprecia mucho la moneda. Son otras condiciones”.
Aquí también olvidó lo que se cubrió en su curso introductorio de Economía ya que los pronósticos sí consideran precisamente las variables que él mencionó, como son la inflación, tasas de interés, producción industrial, confianza del consumidor, productividad de los trabajadores, ventas minoristas, tasas de desempleo, desempeño económico actual y pasado y muchas más.
Después, como lo hizo Carlos Salinas con el TLCAN, quiso posicionar al T-MEC como la tabla salvadora de nuestra economía, al asegurar que el tratado “nos pone en una situación distinta (…) podemos nosotros no solo reactivar pronto la economía, porque va a haber pronto también más demanda en Estados Unidos”.
La realidad es otra. EEUU ya está en recesión y de acuerdo con el FMI su PIB caerá 5.9% este año, lo cual se traducirá en menos demanda de las exportaciones mexicanas, menos turistas estadounidense hacia México, y una baja de entre 17% y 25% de las remesas hacia nuestro país, entre otras desagradables realidades.
Luego aseguró que “Terminando la etapa crítica de la epidemia vamos a inyectar recursos a la economía popular, a la economía familiar como nunca, se va a fortalecer la capacidad de consumo y si hay capacidad de consumo, pues tiene que haber producción, si hay demanda”.
Sobre esta afirmación solo cabe preguntar: ¿cuántos recursos?, ¿de dónde saldrán?
Qué lástima que AMLO parece haber olvidado lo que enseñaron en la UNAM.
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