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La Economía de paradoja en paradoja. Primera parte

No se puede calificar como crisis algo que todavía se encuentra en fase experimental, pero el problema es precisamente el experimento.

10 de abril, 2025 La Economía de paradoja en paradoja. Primera parte

En la década de los años cincuenta, un economista fue laureado con el Nobel; su nombre, Vassily Leontief. Creó una paradoja, que ha trascendido como “La Paradoja de Leontief”; en ella se deja ver que los países industrializados producen y exportan producción con mayor contenido de mano de obra que los países en desarrollo y a su vez, los países en desarrollo exportan y producen con mayor contenido de capital. De esas conclusiones se derivaron los conceptos de labor intensiva y capital intensivo. Esto no es de extrañar, dado que las transferencias de tecnología se hacen presentes en los países en desarrollo y los agregados de mano de obra no llegan a cubrir la intensidad de capital de origen en productos terminados. Después de todas estas décadas, estamos reviviendo el modelo planteado en lo referente a la recepción de tecnología. O planteado en forma distinta, Trump lo revive. Su planteamiento no dista del extrañamiento de Leontief, aún cuando su lenguaje no lo ejemplifica con la dignidad académica de un Premio Nobel. Lo plantea como un señalamiento de abuso del mundo y hartazgo de concesiones norteamericanas al mundo entero sin distinción. 

Entonces, plantea un remedio con sanciones a la producción del orbe, para compensar el abuso de la primera economía del globo. Lo hace a sabiendas de que las economías son abiertas y en franca concordancia con bloques territoriales. Trump pretende con esto revertir la oportunidad de agregar valores a la transferencia inequívoca del predominio tecnológico de la Unión Americana, desafiando toda aquella que exista en donde sea que exista. No se trata de preponderancia, se trata de un supuesto rescate que regresa a tierra nativa, el precepto esencial de su pensamiento: exclusividad. Como no es tarea sencilla, lo deja a la interpretación de las masas que conoce y domina, bajo un precepto que considera violado: la hegemonía. Disemina el precepto, lo hace con vigor y convicción; alude a los tiempos que lo traicionan, pero lo hace con voz de mando incuestionable. Con ello, borra una paradoja y la hace partícipe de su praxis política. Y la paradoja es el consumidor norteamericano, el que paga las consecuencias de la intemperancia de su líder. 

La sociedad norteamericana es una sociedad de consumo. Partir de esa esencia sería tanto como desafiar la construcción de un modelo liberal de dejar hacer para dejar de ser. Sería tanto como renunciar al Sueño Americano, a renunciar al colectivismo cifrado en la competencia, en la aspiración de esa igualdad imaginada en la tenencia de la propaganda comercial y simplista de tener por tener. Esa es la historia de dos siglos que separan las ataduras religiosas y prejuiciosas de la Inglaterra abandonada hasta con la intención de las armas y de la extensión de una Corona suprimida por siembra nueva en costumbres, leyes y hasta en Acción de Gracias por la tierra nueva.

Pero el consumidor norteamericano no da cuenta todavía de esa preponderancia anunciada como redención generacional; no da cuenta del margen que la vivencia de las nuevas reglas significa en su acontecer diario. No da cuenta de su contracción en su orden de vida. Si consideramos como paradoja esta, la del individuo, podemos ascender nuestra interpretación a las siguientes escalas del modelo comercial y económico: las empresas, los agentes económicos. Para estos, la paradoja se convierte en Costo de Oportunidad, para unos, pero para otros se convierte en supervivencia. La grandeza y consolidación de un imperio, se ha convertido en épica literaria, desde Constantino hasta la España Musulmana. Desde El Otomano hasta La Unión Soviética, el mundo ha transitado todas las fases de hegemonía e intentos de control. Bretton Woods apaciguó las aguas de dominio, Washington hizo su parte; el mundo aprendió que la convivencia pacífica era el comercio, enseñanza ancestral romana, persia, griega y siria.  

Pero surge un nuevo líder con la misma concepción de Roma o de Atenas, tanto da, pero con la enorme diferencia de un mundo poblado y aleccionado en la prosperidad las más de las veces, por fortuna, y en la adversidad, que muchas veces el mundo moderno o desconoce o simplemente ignora. Siento que Trump enfrenta la primera y desafía la segunda. Su logro, como intenta señalar este texto, es paradójico, acumula dos mil millones de dólares diarios, para su gobierno, esto es, para su Reserva Federal, pero el sustento del más necesitado gravita en la mayor de las incertidumbres sufridas por el pueblo norteamericano desde la Gran Depresión de los años treinta. 

No se puede calificar como crisis algo que todavía se encuentra en fase experimental, pero el problema es precisamente el experimento; el juego involucra economías desarrolladas, maduras; involucra también bloques comerciales. Involucra finalmente a un enemigo no imaginario, gigante en su dimensión mercante, oscuro en su dimensión interna, preponderante en su adormecida sed de venganza de todo lo establecido desde la Gran Guerra y siglos antes de eso. China, la nación que enseña al mundo un modo de vida por encima de las pretensiones europeas, pero con una insignia de 300 millones de seres y mil millones más en un resguardo que el siglo XXI no conoce ni conocerá jamás, en ese imperio de la secrecía.

No sabría como calificar el reto de Trump, que reto es. Me atrevo a pensar que el renglón de inversión no lo es; la inversión no podría depender de la capacidad norteamericana, toda vez que el experimento en boga, sacrificará un dígito de la tasa de crecimiento del país. Trump no ignora que la atracción de capacidad instalada no solamente tarda, es francamente imposible, de modo que resta la simple apuesta, la apuesta a la negociación bajo esquemas de coerción y vil chantaje de cuotas de importación. Se llaman aranceles.

Guardo ciertos considerandos y quisiera reservarlos, con la amable venia del lector en una segunda parte.

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