La perorata del presidente argentino fue verdaderamente descarada. Si fuera un anarquista honesto, jamás habría competido para llegar a ser el primer mandatario, sino que se empeñaría en hacer desaparecer al gobierno mediante alguna organización civil que liquidara al Estado; tal como argumentó Robert Nozick en “Anarchy, State, and Utopia”.
Con la desenvoltura de un ignorante mal educado, tuvo la insolencia de impartir una lección de política civilizatoria a todo el Mundo Occidental. En el colmo del delirio megalómano, diagnosticó que el desempeño del siglo XX de Occidente fue cripto comunista. Esta broma grotesca haría reír con amargas carcajadas a todos los líderes marxistas que vivieron la implosión del bolchevismo soviético y su giro de 180° hacia el individualismo excluyente.
Cometió el error garrafal de considerar a la Argentina del siglo XIX “la primera potencia mundial”, siendo que jamás fue tal cosa, ni lo será en el futuro racionalmente previsible. Argentina 2024 está en la posición 83 de un universo estadístico de 141 economías nacionales, lo cual representa la imposibilidad de que la misma arribe a formar parte de los tops ten de las potencias mundiales.
Injurió al neoclasicismo económico con una crítica mal planteada al adjudicarle una teoría empíricamente verificable, cuando cualquier autor de este corriente pronuncia un discurso teorético que; por definición; no se legitima mediante algún test empírico, sino por la coherencia interna del modelo.
Al economista al vapor Javier Milei no le bastaron una licenciatura y dos posgrados en economía para aprender lo que enseñó Alain Bonnafous en “Le siècle des ténèbres de l’économie” con respecto a la Trampa Epistemológica en la que caen los neoclásicos, toda vez que para estos no importa que los sucesos contradigan su teoría, ya que se empeñan, solamente, en encontrar las hipótesis que concuerdan con su percepción de lo invisible; la cual explicaría a la realidad visible.
Inconscientemente culpable, Milei fue presa de la misma Trampa Epistemológica al discursear sobre un anarquismo de Estado invisible que daría razón de la perversa intervención visible del gobierno en la economía. En paralelo, el mercado enmendaría mediante su funcionamiento de Mano Invisible a cualquier fallo del mismo.
Este anarquismo invisible, encarnaría, según el Milei vinculante de visiones, los patrones organizativos de Argentina y del planeta en el mundo feliz de la economía virtuosamente autorregulada y exenta de los fallos del mercado. En la cúspide de la ridiculez descabellada, negó enfáticamente que existan fallos del mercado. Distinguidos economistas como Pigou o James Buchanan, jamás dijeron esta estupidez, sino que se aplicaron a estudiar las formas de corregirlos sin renegar de sus preferencias ideológicas.
Desconoció todos los esfuerzos por hacer del capitalismo una organización social de rostro humano. Desconsideró al pensamiento económico, político y social al meter en una bolsa al cristianismo social, la economía social de mercado, el fascismo, el nazismo, el nacionalismo, y la social democracia; por lo que degradó tajantemente a la búsqueda del bien común utilizando el calificativo peyorativo “casta” como denominación de cualquier entidad que cuestionara a la oligarquía agro exportadora. Élite, esta última, responsable del desastre argentino que constituiría, según Milei, un aliado incondicional del heroico empresariado transnacional descendiente de los congéneres nacionalistas que condujeron desde el Estado a sus poblaciones masacradas durante los holocaustos de 1914 y de 1939.
Omitió decir que el paraíso supuestamente aterrizado en la Argentina anterior a los 1930, fue tremendamente inequitativo porque disparó la desigualdad de ingresos en el juego de suma cero de la economía rentista donde los oligarcas nativos tiraron manteca al techo en los cabarets parisinos previamente cerrados para realizar fiestas privadas, mientras que crecía la pobreza de los desterrados de la tierra conosureña. Allí y entonces, se originó la pobreza endógena y permanente de la Gran Estancia Argentina que quiere reciclar actualmente el inflamado anarquismo de Estado de Milei.
Tampoco dijo nada de sus progenitores Menem y Cavallo, quienes pretendieron hacer de la Argentina una aliada incondicional de los EE.UU.; aunque los líderes norteamericanos no les solicitaron nunca tal acompañamiento incómodo. De la misma manera y hoy en día, los dirigentes del Primer Mundo presentes o ausentes en Davos, no reclamaron el regalo envenenado de la alianza argentina encabezada por un Milei de saco y corbata que leyó todo su discurso escrito por encargo, porque fue incapaz de sostener una oratoria ante el calificado auditorio.
Terminó alzando la voz para entonar su repetidísima consigna “¡Viva la libertad carajo!” a fin de que sus grupis remunerados y sentados en la primera fila del auditorio, le aplaudieran con el entusiasmo necesario para justificar sus honorarios cargados al presupuesto público. No perdonamos; somos argentinos que no perdonamos que haya representado a nuestra nación semejante mamarracho.
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