Caía la tarde y la noche comenzaba a cubrir las calles de la ciudad. Me dirigí a un bar procurando salir de la rutina absorbente del día a día, decidí sentarme en la barra donde tuviera acceso al cantinero y no sentirme tan solo, tal vez esperando alguna pequeña charla con él, el objetivo… olvidarme un poco de mi realidad, pedí un par de whiskys tratando de relajar mi alma.
Tomaba el vaso en mi mano y miraba en su interior. Algo atrajo mi mirada hacia el otro lado del mismo: una dama de fuerte personalidad y presencia interesante. No pude evitar que me descubriera, pues mis ojos se voltearon hacia su belleza como un metal atraído por el imán.
La sorpresa vino a mí cuando ella al mirarme dibujo una elegante sonrisa en su rostro. Yo simplemente respondí al gesto con cierta precaución, pues estaba un tanto confundido, mientras ella caminaba hacia una mesa vacía, parecía estar esperando a alguien. Continué concentrado en mi bebida.
Pasaron unos minutos y el cantinero notó su presencia y me comento “¿Ya vio la chica de aquella mesa? -me comentó el cantinero- Tiene una belleza muy especial”. “Así es -respondí- tampoco pude evitar verla, su persona impone hay que ver quién es el suertudo al que espera”. El cantinero replicó: “Pues lleva rato sentada y no parece que esté esperando a nadie”.
La curiosidad me ganó y miré hacia la mesa. Nuevamente nuestras miradas chocaron, pero en esta ocasión quedaron atrapadas una a la otra por algunos segundos. Volvió a sonreír al igual que yo, y sin pensar me dirigí a donde se encontraba. Pregunté si podía acompañarla ella simplemente asintió con la cabeza.
Comenzó la charla, las copas acompañaban la noche que era cómplice de nuestro encuentro. No podíamos apartar la vista uno del otro mientras las horas pasaban. Chocábamos nuestras bebidas mientras la distancia entre ella y yo se volvía más corta, la voz disminuía su intensidad y la llegada de un beso espontáneo no podía esperar… Pero tenía que ser paciente para no arruinar el momento. Poco a poco nuestros labios se encontraron comencé a sentir lo terso y cálido de su boca que tocaba la mía. La propuesta indecorosa no se hizo esperar. Subimos a mi auto y fuimos hasta su casa. Al cerrar la puerta tomé su cintura entre mis brazos de manera firme, pero a la vez delicada, tratando de llevar el momento a su paso sin prisas.
El hechizo de la seducción nos envolvió… tocaba su cuerpo desnudo y perfecto centímetro a centímetro como si estuviera dándole forma con mis manos y mi boca a la más bella escultura que nadie haya hecho. Nuestros sentidos estaban conectados en ese momento íntimo sin poder pensar en nada más que uno en el otro.
La noche perfecta sí existe, pensé. ¿Cuánto durará? No sé. Sin embargo quedará dentro de mí para siempre. Éramos una pareja en ese momento que después del fracaso del amor habían encontrado olvidar las penas sintiendo que uno era para el otro teniendo como testigos la noche y un acogedor apartamento.
Finalmente el momento de la despedida llegó y nos dimos el adiós con un beso en la mejilla. Camino a casa volví a la realidad, pero esta ya no me afectaba de igual manera, el fracaso amoroso que me consternó quedaba en el pasado como un recuerdo de un mal día. Simplemente entendí que nada es para siempre, pero que siempre hay un nuevo comienzo y los fracasos son solo ciclos que se cierran para dar inicio a nuevas experiencias, que este nuevo empezar está lleno de sorpresas que dan vida a nuestro existir.
Te preguntarás, por la mística mujer, qué fue de ella. No la volví a ver ¿Cómo se llamaba? Tal vez era Esperanza y tal vez cuente también su desamor con esta aventura que tampoco para ella tuvo nombre, pero mucho sentido en su andar.
“ESTA ES LA NATURALEZA DE MI SER”.
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