Querida Tora:
Ahora vive en el 39 una señora que debe ser viuda con dos hijas. Muy amables, todas; pero se ve que tienen problemas económicos. Y lo confirmamos al poco tiempo, porque amontonó a las dos hijas en una recámara, y la otra la alquiló a una muchacha, que es estudiante de la Universidad. Todo iba muy bien hasta que un día, ya mediando la tarde, vimos que había movimiento en el departamento, y a poco salen la madre y las hijas arrastrando a la inquilina, quien se debatía entre sus brazos queriendo liberarse, y gritando como si le fuera en ello la vida. Todas las vecinas acudieron al punto a preguntar qué pasaba, y la señora dijo que no lo sabía, pero que en casa no se iba a morir, que ella no quería líos.
Aprovechando un momento en que la chica pareció calmarse un poco, las vecinas preguntaron qué pasaba, y la mujer les dijo que estaban las tres platicando con ella, cuando de repente se cayó al suelo, los ojos se le fueron para atrás y empezó a tener convulsiones, “como si el Maligno la hubiera poseído”, y que ella era creyente y tampoco iba a tolerar esa presencia en su casa. La mayoría de las vecinas retrocedieron al escuchar aquello, y algunas pidieron que trajeran a un sacerdote que le ”echara” un exorcismo,
Alguna ya se disponían a correr a la iglesia, pero la señora del 7, que es muy centrada y bastante más educada que todas, les dijo que no era necesario, que aquello parecía un ataque de epilepsia. ¡Hubieras oído el grito que dio la del 39! Enseguida dijo que aquello era una enfermedad horrorosa y altamente contagiosa (La mayoría de las vecinas retrocedió hasta la escalera), y que ella no podía tolerar eso; y se dispuso a arrastrarla fuera de la vecindad. La del 7 tuvo que ponerse un poco pesada para que le permitieran respirar libremente y la dejaran tranquila, y les explicó que la epilepsia no es contagiosa, y que se controla muy bien con medicinas; y preguntó si no tenía la chica algunas medicinas. Una de las hijas dijo que sí, que tenía varias, y llevó a la señora del 7 a que las viera. La mujer tomó dos o tres y fue con la chica, que ya estaba mucho más tranquila, y le preguntó si había tomado sus medicinas ese dia. La pobre apenas pudo contestar que no, que no había tenido tiempo, y le dijo cuál le dieran. Así lo hicieron, y al poco tiempo la muchacha ya se pudo sentar y hablar tranquilamente. La señora del 7 les dijo que cuando sucede una cosa así hay que enterarse de lo que pasa y no tirar a la enferma en un parque; porque entonces, a lo mejor si se muere o causa algún problema. ¿Qué podía hacer la pobre tirada en el parque, rodeada de perros, sin poder hablar ni pedir socorro? La del 39 no se creía lo que le estaban diciendo. La chica le pidió que la perdonara, pero es que había tenido exámenes varios días, y eso había hecho que se olvidara de las medicinas. Y le enseñó la receta del doctor que la está atendiendo, para que viera que era cierto. La señora más o menos se convenció y le pidió perdón, y ayudada por dos vecinas la llevó a su recámara. Allí la acostaron, se aseguraron de que tomara todas sus medicinas y la dejaron dormir. Sin embargo, la señora dijo que la iba a correr en cuanto pudiera levantarse, pues ella no quería hacerse responsable de una enferma. Casi todas las vecinas le aplaudieron. Solo la del 7 y la del 18 le dijeron que no fuera falta de misericordia, que la chica bien medicinada era totalmente inofensiva. Lo bueno fue que una de las hijas, que ya está en Preparatoria, confirmó todo lo que la del 7 había dicho y convenció a la madre para que permitiera a la chica seguir viviendo con ellas.
Así, lo que amenazaba en convertirse en una verdadera tragedia se convirtió en un acto de amor entre las vecinas. ¿Qué te parece?
Te quiere
Cocatú
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