Querida Tora:
Fíjate que la enfermera del Seguro Vecinal se le insubordinó al portero, y ya no le da sus “cuidados paliativos” cuando la Flor no puede atenderlo. ¿Y sabes por qué fue? ¡Por amor!
Suena raro, ¿verdad? Pues así fue: de película de la Edad de Oro del cine mexicano. Resulta que la enfermera se puso a jugar con la computadora que tiene en el consultorio, y entró en contacto con un individuo ya de cierta edad, viudo y solo, que solicitaba “acercamiento con fines amorosos con mujer de más de 40 años, educada, responsable y religiosa”. No es que la enfermera cumpla con todo eso (sobre todo con lo religioso), pero la mujer contestó, y se empezaron a escribir regularmente. Y llegó el momento en que el hombre le pidió una cita a la enfermera.
Ella aceptó inmediatamente, y le dijo que se verían esa tarde en el King’s (Nunca se arrepentirá suficientemente de esa imprudencia). Y es que a mediodía fue el portero a decirle que la Flor se había ido a una gira, y que solicitaba sus servicios para esa noche y las cuatro noches siguientes. ¡Y ella le dijo que no!
Ya te imaginarás el coraje que hizo el portero, quien subió corriendo al Seguro, cerró por dentro con llave y quiso obligar a la enfermera a satisfacer sus necesidades. Pero ella se defendió más que dignamente, y le dijo que mientras tuviera algún tipo de interés por un hombre no iba a ceder a sus “molestas insinuaciones”; y para remachar el asunto, le dijo que tenía un pretendiente muy en serio, y que esa tarde lo iba a conocer en el King’s. Y lo amenazó con gritar si no la dejaba en paz (Igualito que en aquellas películas). Temeroso de un escándalo, el portero se fue, con la cola entre las patas.
Pero se fue al King’s (Te acordarás que es el dueño oculto, ¿no?). Y dio orden a todo el mundo de que si veían a la enfermera con algún hombre le pusieran (a él, nada más) el veneno más fuerte que encontraran (Así, con esas palabras). Lo bueno fue que los empleados se asustaron con la palabra “veneno”; y cuando vieron al hombre que llegaba con la enfermera se limitaron a poner en su plato un coctel de todos los chiles que tenían en existencia.
La entrevista entre los novios (Ya podíamos llamarlos así) transcurrió en santa paz y cordialidad, y la enfermera ya se sentía transportada a otro mundo. Pero entonces, el coctel empezó a hacer efecto, y el señor tuvo que ir corriendo al baño. Estuvo allí dentro casi una hora, y cuando salió estaba pálido y ojeroso, y con la cara roja de vergüenza. Y lo único que pudo hacer fue pedir perdón a la enfermera por aquella indisposición del cuerpo y volverse corriendo al baño, de donde no salió hasta el día siguiente, y en ambulancia.
La enfermera fue a visitarlo al hospital, pero no le permitieron pasar a verlo, pues estaba muy avergonzado (Y débil, por supuesto). Y cuando volvió por segunda vez, el hombre se había ido sin dejar dirección. Y en internet tampoco lo pudo encontrar ya. Parece mentira lo que una enfermedad puede causar a espíritus apocados, que tronchó aquella flor que empezaba a germinar (Ya estoy yo también como las películas de que te hablé).
Total, que la enfermera tuvo que aceptar las pretensiones del portero, que la amenazó con despedirla si se volvía a negar; y se quedó más amargada que nunca. ¿Te imaginas cómo va a tratar a los enfermos de la vecindad?
Te quiere
Cocatú
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