Carta a nuestro agresor

En una carta, cinco mujeres narran su experiencia a manos de un sádico depredador Por Eduardo Ruiz-Healy En México, la violencia contra las mujeres es un problema grave y persistente. A pesar de los avances sociales, económicos...

12 de septiembre, 2023

En una carta, cinco mujeres narran su experiencia a manos de un sádico depredador

Por Eduardo Ruiz-Healy

En México, la violencia contra las mujeres es un problema grave y persistente. A pesar de los avances sociales, económicos y políticos que ha logrado el país, las mujeres siguen siendo víctimas de un sistema patriarcal que ha promovido, permitido y protegido las conductas aberrantes, crueles y hasta sádicas de hombres que disfrutan causar daño a las mujeres.

Un ejemplo de esta violencia es la historia de Alejandro N. N., un hombre que desde que era un adolescente privilegiado y consentido por sus padres, humilló y manipuló durante años a quién sabe cuántas niñas, adolescentes y adultas.

Hace unos días, cinco de sus víctimas le enviaron una carta al Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, en donde está hoy encarcelado. En ella, narran sus tristes experiencias y el daño que sufrieron a manos de este depredador.

Afortunadamente, cada una de ellas sobrevivió y superó ese dramático episodio y, a juzgar por lo que escribieron, todo indica que han logrado rehacer sus vidas y que su presente es brillante y su futuro promisorio.

Esta carta es un testimonio desgarrador de la violencia que enfrentan muchas mujeres en México. Es importante que la sociedad se solidarice con las víctimas y trabaje para prevenir este tipo de violencia.


Carta a nuestro agresor

Alejandro “N” “N”

Reclusorio Preventivo Varonil Oriente

Antes que nada, queremos reconocer públicamente que, sin el profesionalismo, institucionalidad y verdadero compromiso a las víctimas por parte del Gobierno de la Ciudad de México, en específico la Fiscal General de Justicia de la Ciudad de México esto, no hubiera sido posible. Gracias a ustedes, tenemos la fuerza para poder enviarte este mensaje a ti, Alejandro.

Todo empezó el 29 de enero de 2019, cuando me enviaste por Instagram un mensaje que decía “Mar cuantos años tienes”. Si me lo hubieran preguntado esa vez, jamás me hubiera imaginado que hoy, después de que me destruiste por años, tendría el valor de alzar la voz y perderte el pánico; de tener la valentía, sin saber que iba a pasar, de enfrentar todo lo que tu deshiciste, de empezar a recuperar mi autoestima, la forma de valorarme, mi tranquilidad, mi seguridad y confianza en mí misma.

Hoy, me sigue costando trabajo entender por qué una persona que me prometió amor eterno y protección fue capaz de hacer todo lo que tú me hiciste; imaginaste que me controlarías toda tu vida, que tus amenazas eternas bastarían para callarme por siempre, que podías herirme a tu antojo y usarme cuando quisieras para que aprendiera tus “lecciones”. Pero ahí fue en dónde te equivocaste, nunca te pasó por la cabeza que la única lección que aprendería de mi relación contigo, después de quererme quitar la vida y atender miles de horas de terapia, fue decir “ya basta”.

Me obligaste a enfrentar mis peores miedos, ansiedades y depresiones; pase días sin poder levantarme de mi cama y no encontraba un motivo por el cual vivir; tenía pánico de lo que pudieras hacerme o que cumplieras tus amenazas de destruirme la vida. Pero sobreviví, gracias a las personas que estuvieron ahí para levantarme cada vez que yo me caía cuando recordaba lo que tú me hacías y, poco a poco, te perdí el miedo.

A lo largo de este camino lleno de incertidumbres, me encontré con personas maravillosas que me recordaron mi valor como mujer, me acobijaron, apoyaron y me dieron un motivo para seguir viviendo; me convertí, orgullosamente, en una mujer que ya no te tiene miedo y que va a exigir justicia hasta las últimas consecuencias.

Sin duda, esto es lo más difícil que he vivido, pero para tu sorpresa encontré hermanas a las cuales también has lastimado y, por eso, hoy no podemos seguir calladas y permitir que lastimes a una mujer más. Detrás de cada una de nosotras estas tú, tus agresiones, manipulaciones, amenazas, maltratos físicos y emocionales que han dejado

una cicatriz en nuestras vidas; pero hoy estamos juntas, para apoyarnos y saber que no estamos solas.

A lo largo de tu vida, creíste –ilusamente– que tus acciones nunca iban a tener consecuencias y que quedarían impunes, porque siempre, a pesar de todos los problemas en los que te involucrabas, había personas que intervenían por ti. Pero hoy, ya no es un juego, ya no nos pudiste callar; decidiste seguir comportándote de esa misma manera, realizando los mismos actos violentos, a pesar de tener mujeres en tu familia, que de ninguna manera permitirías que vivieran lo que nosotras vivimos a tu lado.

Cada una de nosotras fuimos tus presas, nos callamos por bastante tiempo debido al miedo que nos causabas tu y tus venganzas con las que nos amenazabas. Algunas de tus víctimas estamos aquí, después de que tus acciones nos causaron un daño inquebrantable tan grande que nos tratamos de quitar la vida y, hoy, unidas y sin miedo ya no nos callaremos más. Nuestras vidas se han visto afectadas y han sido en cada una de nosotras un proceso difícil para aceptar y lidiar con las secuelas emocionales que dejaste en nosotras.

Lo peor es que miramos a nuestro alrededor y no estamos solas, no somos la excepción, somos muchas, somos tantas, somos demasiadas, que incluso algunas por el miedo que aún tienen sobre tu persona, decidieron quedarse calladas. Esperamos que esta carta te haga reflexionar y hagas el cambio de tu vida que consideres necesario.

Esta carta no es con el fin de una venganza contra ti, sino son unas palabras que nos servirán para poder cerrar nuestro capítulo y así crear la vida que merecemos, sin violencia y sin miedo, para jamás volver a callarnos. Abrir un espacio para la comunicación, comprensión y finalmente invitar a que las mujeres que se encuentran en manos de depredadores como tú, no se queden calladas y así, poco a poco, ir disminuyendo la terrible violencia de género que existe en nuestro país.

Esperamos que mientras estes enfrentando tu proceso legal, puedas reflexionar sobre tus acciones que te llevaron hoy a estar donde estas; enfrentando justicia después de 15 años que seguiste y no paraste.

Este es un mensaje de parte de todas tus víctimas que callamos durante varios años por miedo a tus amenazas y a ser juzgadas por la sociedad en la que tristemente seguimos viviendo. Pero hoy, queremos dejar claro que ya no nos callaremos más, y sobre todo ya no te tenemos miedo.

1. VÍCTIMA 1 (RENATA GERDES).

“No pensé que llegaría el punto donde dirigiría una carta a la persona que más daño me ha hecho en la vida. Creía impensable esta oportunidad de expresarle, 15 años después, al hombre que me agredió, asechó y acosó durante años, que lo hiciste consciente y

deliberadamente y llevaron a que pusiera mi vida en riesgo. Me agradezco solamente a mí, porque podría no estar viva para contarlo, de no haber encontrado la fuerza y la valentía para sobrevivir lo que conocerte causo a mi vida.

Hoy, puedo conocer y vislumbrar que te aprovechaste por ser varón, por tener una familia posicionada económicamente y creer tener “poder”, el cual te dio la posibilidad de hacer daño, sin importarte absolutamente nada ni nadie, y que, tu poca capacidad de juicio de realidad, ocasionaran que tus actos fatales y violentos, tuvieron consecuencias con las que tendré que vivir yo el resto de mi vida.

Eres un hombre que jamás sufriste por lo que me hiciste hace 15 años, tus acciones jamás tuvieron consecuencias, porque en ese tiempo no había leyes que protegieran a las mujeres de este tipo de violencia. Así como no tuve forma de comprobar que lo que hiciste, era digno de encarcelamiento y podía ser sancionado y/o pagar por ello. Sin embargo, en el momento donde yo te conocí, habitábamos una sociedad aún más descolocada en materia de género y sexual, en donde solo se me culpó a mi (a las mujeres) por lo que pasé, donde se me desprotegió de hombres como tú, donde tu familia y la sociedad que te rodeaba, te protegieron a ti.

Hoy, me encuentro escribiendo estas palabras, para que las acciones que tomaste hace 15 años tengan su propia luz. A continuación, comenzaré por relatar de manera breve lo sucedido hace ya varios años.

Era 2009, yo, Renata Gerdes tenía 14 años, casi por cumplir los 15, iba en el Colegio Vista Hermosa en primero de secundaria y por alguna u otra razón te conocí, también con 15 años, ambos menores de edad. Éramos básicamente de colegios vecinos, tu del Cumbres, puros hombres, teníamos amigos y amigas en común, quienes nos presentaron; eras alguien conocido, reconocido y claramente posicionado, en ese entonces “popular” era la palabra, ya que muchas personas creían que eras alguien digno de relacionarse, lo que hoy en día resulta que no.

En un momento de ese año comenzamos una relación, comenzamos a conocernos, lo cual, claramente para ti tenía otro fin. Todo fue rápido y con un ritmo que se sentía violento, tu vida aparentaba ser algo tan exagerado que parecía falso, tenías a tu disposición personas de servicio que te manejaban distintas camionetas, te llevaban a donde tu querías, presumías tener mucho dinero, tarjetas de crédito -las cuales utilizabas en restaurantes para comprar bebidas alcohólicas- y acudías a eventos sociales y bares. Para un niño de 15 años todo esto era demasiado.

Al pasar de las semanas que nos íbamos conociendo, se empezaron a escuchar rumores de que yo había estado teniendo relaciones sexuales contigo y con otro de tus amigos; hubo un video que se difundió y dijeron que era yo. Tú, te encargaste de comenzar a esparcir estos rumores con el fin de manipularme; me exigías formalizar nuestra relación de noviazgo teniendo relaciones sexuales, a lo que me negué todas las ocasiones y provocaba

en ti reacciones de ira descontrolada, te volvías agresivo y creabas en mí una atmósfera de miedo y peligro.

Llegaste a agredirme físicamente, acorralarme, intimidarme y a no dejarme ir. Era peligroso estar a tu lado; yo pensaba que no tenía como escaparme, me repetías que conocías donde vivía, que conocías a las personas que me rodeaban y que tenías información de mí. Te encargaste de amenazarme de muerte e infundirme miedo hasta paralizarme, de un momento a otro, comenzaste a pedirme fotografías de mi cuerpo desnudo y me negué en repetidas ocasiones, pero esto generaba que te enojaras más y quisieras con mayor insistencia controlarme. Las personas a mi alrededor continuaron con los rumores que tu decías de mí.

Todo se volvió extremadamente tormentoso y vivía en una nube de violencia la cual no sabía cómo escapar. En una ocasión me dijiste que, si hacía lo que tú me pedías, todo comenzaría a mejorar, que las personas volverían a hablarme y que todo volvería a la normalidad. Continuaste acosándome, creando una atmósfera de humillación e intimidación. En un momento, pasando ya algunos meses de amenazas y violencia, te mandé las fotografías con la idea que todo terminaría, rogándote que no se las enseñaras a nadie y que por favor las borraras.

Al día siguiente, difundiste la fotografía a todos los colegios aledaños; me amenazaste diciendo que si no tenía relaciones sexuales contigo difundirías la fotografía en una red social, a lo que me negué. Respondiste diciendo que las subirías al Facebook de tu amigo, no te creí, pero, sucedió. En menos de 20 minutos, estaba la fotografía en la red social. Además, de que todos ya la tenían en su poder. La fotografía se difundió a diferentes estados de la República mexicana, tuvo un alcance difícil, casi imposible de detener, durante 10 años personas seguían reconociéndome por dichas fotografías.

Mi primer intento de suicidio (de 3) fue en este momento, en el que quedé expuesta, vulnerable, completamente abierta a un mundo, sin mi consentimiento, sin libertad ni decisión. Me quitaste la posibilidad de continuar en mi colegio que consideraba mi casa, de seguir con mis estudios, de llevar a cabo una infancia y una adolescencia normal como una niña, como sé que una persona con derechos humanos debe llevar su vida y, en ese momento, quedó en mi salir de una situación así.

Las consecuencias psicosociales que tus acciones tuvieron en mi fueron vastas, y no considero sean necesarias de abordar a detalle en esta carta. Sin embargo, si considero importante y relevante mencionar que lo que actualmente está sucediéndote, es consecuencia de llevar una vida de impunidad, en donde no se reconoció en este entonces, el peligro que era tener alguien así en la sociedad. que, si no se reestructuraba tu actuar, y no se corregía, continuarías un camino de violencia el cual únicamente escalaría a mayor violencia.

Hace 15 años, nadie les dio la importancia a tus acciones, pero hoy, agradezco profundamente que exista un sistema que proteja a las víctimas de delitos como los que tú has cometido durante toda tu vida. Hoy, sé que tu violencia deriva de una decisión que tomaste desde ese entonces a ser esta persona que eres hoy en día, llena de agresión e ira, que se ha dedicado a lastimar y a extorsionar, manipular y poner en riesgo a las mujeres, que tu escoges para que se crucen en tu camino, ya que no creo que sea casualidad cruzarse en el tuyo.

Escribiendo esto, conociendo que estás enfrentando algún tipo de proceso 15 años después, me da a entender que llevas haciendo lo mismo repetitivamente y está comenzando a iluminarse que en efecto, eres un agresor y una persona sumamente peligrosa para la sociedad y, sobre todo, para las mujeres. Si es que existe una condena, será dictada únicamente por la justicia, derivado de las acciones que has tomado a lo largo de tu vida, las cuales hablan por sí solas.”

2. VÍCTIMA 2 (A.P.M. IDENTIDAD RESERVADA POR PETICIÓN EXPRESA DE LA VÍCTIMA).

“Te conocí desde que éramos pequeños en el año 2009, teníamos varios amigos en común. Durante varios años me invitaste a salir, pero no acepté hasta que nos invitaste a mis amigas y a mí a Acapulco. Ahí comienza mi historia contigo.

Reiteradas ocasiones me obligabas a hacer cosas que yo no quería, incluso te lo decía, pero a ti no te importaba y yo acababa aceptando por miedo y por tu manipulación debido a todas las fotos, grabaciones y demás contenido íntimo sexual que tenías sobre mí. En dos ocasiones me amenazaste con publicar mis fotos y grabaciones si no aceptaba mandarte más y, hasta hace poco tiempo, yo vivía en un miedo constante de que lo hicieras.

A principios del mes de septiembre del 2018, fuimos a Acapulco tú y yo solos. Fuimos al “Hannah” y ese día te pusiste muy mal respecto a las drogas y alcohol, incluso te pusiste demasiado violento y me empujaste contra una pared de piedras y casi me pegas. En este mismo viaje, días después, me di cuenta de que consumías cocaína, porque saliste del baño y tenías polvo blanco en la nariz a lo que yo te pregunté qué estaba pasando y porque hacías eso, a lo que tú te pusiste super agresivo y me lo intentaste negar. Después, sacaste la cocaína y pusiste unas líneas en la mesa, yo te dije que ni de broma iba a probar eso, pero tu insististe diciéndome que no me iba a pasar nada, que viera lo que era, para que me diera cuenta de que no estaba mal, lo cual yo te repetí 3 veces aproximadamente que no quería, hasta que te empezaste a enojar y a poner agresivo, me hiciste entrar en un estado de pánico y accedí a probar solamente poquito, tú me seguiste insistiendo que le diera bien, yo en ese momento estaba bastante asustada, me sentí verdaderamente obligada debido a tu estado de agresividad en el que te encontrabas. Me quedé ahí un tiempo más por miedo a todo lo que tenías de contenido sexual íntimo mío lo fueras a usar en mi contra.

Siempre tuviste mucho poder sobre mí, me hiciste sentir que debía agradecer que tu estuvieras conmigo, reiteradamente me hacías comentarios como “cuando seamos novios te voy a operar tal”, “te voy a llevar al salón de mi mamá porque así te ves fea”, muchos comentarios que al final me quitaron mi autoestima. Cuando tú querías hacer algún acto sexual conmigo, tenía que ser como tú querías y a la hora que tú querías, y si yo te decía que no quería te ponías violento y me decías que no te respetaba, que no estabas haciendo nada malo manipulándome para que cayera.

Entre abril y septiembre de 2018, siempre te pedía que te cuidaras y usaras condón, pero tú te negabas y te lo quitabas, obligándome a tomarme la pastilla del día siguiente, aunque yo no quería, tú te quedabas observándome, asegurándote y obligándome a tomarme la pastilla. En reiteradas ocasiones tuvimos peleas y discusiones por esto, a lo que me daban mucho miedo tus amenazas y tus manipulaciones y lo terminaba haciendo, tú me decías que confiara en ti, que no pasaba nada y me acabaste lastimando físicamente.

A finales de septiembre, principios de octubre de 2018 diste por terminada nuestra “relación”, ya que yo nunca me atreví, debido al miedo y manipulación constante que viví a tu lado, evitaba verte bajo el pretexto de que vivía en otro Estado.”

3. VÍCTIMA 3 (A. R. IDENTIDAD RESERVADA POR PETICIÓN EXPRESA DE LA VÍCTIMA DE NACIONALIDAD EXTRANJERA).

“En el año 2017 una noche me encontré contigo, en una discoteca local de la Ciudad de México localizada en la colonia de Polanco, de nombre “República”, era habitual charlar contigo como amigos, pero jamás había pasado nada entre nosotros.

Estaba cansada y recuerdo decirte que me quería ir a casa, en lo que tú te ofreciste a llevarme a mi casa con tu chofer. Una vez me monte en tu coche, me preguntaste que, si quería ir contigo a un hotel a lo que yo te conteste que no, que tenía sueño y quería ir a casa.

Me puse muy nerviosa porque me di cuenta de que había cometido un grande error, subiéndome en tu coche, ya que tu chofer iba a hacer lo que tú le dijeras.

Me preocupe, pero mi apartamento por suerte quedaba cerca de la discoteca, por lo cual tardamos solo 10 minutos en llegar. Una vez se paró el coche, me preguntaste si podías utilizar el baño de mi apartamento a lo cual acepte. Una vez adentro, te metiste al baño y yo me espere en el sofá a que salieras, en mi departamento estaba mi compañera de departamento la cual dormía en esos momentos. Al salir del baño te me tiraste encima y con todo tu peso comenzaste a besarme, yo no me podía mover ya que tú estabas encima y eras mucho más pesado que yo. Te dije que por favor pararas, pero no parabas, no me hacías caso. Por suerte, en ese momento yo creo que, por los ruidos, mi compañera se despertó y finalmente paraste y te fuiste.

Lloré como una niña y llamé a mi amiga al día siguiente para contarle, pero tenía miedo de hablar con más personas ya que te consideraba en ese momento por lo que te había conocido una persona conocida de la sociedad mexicana y yo solo una foránea. Me calle hasta el día de hoy. Espero y se haga justicia y todas las demás que hayan sufrido por ti puedan hablar.”

4.VÍCTIMA 4 (M. Z. IDENTIDAD RESERVADA POR PETICIÓN EXPRESA DE LA VÍCTIMA).

“La violencia emocional es dañina, perjudicial y no debería ser justificada ni minimizada de ninguna manera. En lo personal yo lo experimenté contigo desde el insulto, menosprecio, humillación, manipulación, control excesivo e intimidación.

Te conocí por medio de redes sociales. Me buscaste para invitarme a salir porque alguien te compartió mi perfil. Antes de vernos en persona empezamos a chatear por el celular. Desde esos primeros mensajes me diste la pinta de que eras una persona controladora. Si no te contestaba en el tiempo que tu querías te enojabas, no decía lo que tu querías te enojabas y todo esto sin realmente conocernos.

Como pueden ver la primera bandera roja se presentó mucho antes de lo que pudiera pensar y no sé por qué decidí evadirla. Si desde el principio hubiera prestado atención, este tipo de abuso emocional nunca hubiera llegado tan lejos. Después de conocerte y en el transcurso del tiempo tu grado de control y manipulación empezó a aumentar.

Siempre me pregunté: ¿Por qué fue que decidí ignorar la forma en la que me tratabas? ¿Por qué no corrí de ti?

Porque una persona narcisista, manipuladora y falaz como tú, crean una seducción inicial con su víctima; siendo carismático y encantador en algunos momentos, para luego empezar a ejercer el control y la manipulación emocional. Son ciclos de abuso y reconciliación. Un día me bajabas la luna y las estrellas, me decías que yo era lo mejor que te pudo haber pasado y al siguiente me decías que era un error, una persona imperfecta, incapaz de merecerte.

Creaste en mí una codependencia emocional a ti. Al punto que llegue a rogarte y pedirte perdón para que no te fueras de mi vida, tras tus menosprecios y humillaciones. En lo personal me considero una persona muy chistosa, risueña, social y platicadora, con una buena autoestima, segura de sí misma y de su valor. Pero todo esto lo perdí cuando estuve a tu lado.

Nuestros primeros problemas fueron la forma y el tiempo en la que te contestaba. Me tardara dos horas o cinco minutos para ti estaba mal; a tus ojos yo era una desconsiderada o una intensa. Podría decirte que te quería, que no, o simplemente no decirte nada y dijera lo que dijera llevabas a pensarlo y a decirme que yo te provocaba desconfianza, que no te daba paz, que tu estrés y ansiedad eran por mi culpa, que por qué no era suficientemente

cariñosa; qué si yo no sabía “lo importante que eras tú y tu tiempo” como para que yo te contestara así.

No me atrevía a enseñarle a ninguna amiga mi conversación contigo. En primer lugar, porque me hubiera dado mucho miedo que te enteraras de que la compartí, porque ya estaba amenazada por ti de que no había manera humana en la que alguien viera lo que nos escribíamos, ni cómo funcionaba la dinámica entre nosotros y por otro lado, porque me daba pena que mis amigas y mi familia se enterarán que yo me dejaba tratar así y que encima te pedía perdón por esas tonterías.

Después los problemas empezaron a escalar a un nivel más personal, ya no era la manera en la que yo hacía las cosas, ahora el problema era “YO”. Lo he comentado mucho con mis personas cercanas. Ya ahorita analizándolo más. Querías moldearme y hacerme a tu manera, querías que cambiara radicalmente, querías hacerme sumisa, tu trofeo, tu molde. Por eso, poco a poco el problema empecé a ser “YO”; mi manera de ser, mi personalidad, la manera en la que hablaba, me vestía, como pensaba y como actuaba.

Me decías que no te gustaba la manera en la que hablaba o me expresaba, que para qué me pintaba si solo me ibas a ver tú, que tal blusa estaba muy escotada, que comiera más, que estaba muy flaca, que fuera más atenta, que si platicaba mucho, que si estaba muy callada, que por qué no era más lista. Todo lo que hacía estaba mal. Hasta llegue a decirte que trataba de ser perfecta para ti y recuerdo perfecto que me dijiste “en muchas cosas si fuiste, pero en otras no”. Como si fuera mi responsabilidad serlo. Siempre que estábamos con más personas y no te gustaba la manera en la que estaba actuando me escribías por mensaje y me decías “que porqué era tan rara y que me comportara a la altura”.

Claro que todo esto provocó una inseguridad horrible en mí. Deje de ser chistosa, risueña, social, me volví una niña muy callada y penosa en ese tiempo, me aleje de mis amigas y me abstuve de contarles este tipo de cosas porque no quería escuchar la realidad. Pensé que, si era tan imperfecta, nadie realmente me podría llegar a querer, me hice la idea que ese tipo de maltrato era lo mejor que yo podría llegar a recibir por parte de alguien a cambio de mi amor y cariño.

Mi familia empezó a darse cuenta de mi cambio y de lo rara que actuaba cuando estaba contigo, llegaron a decirme que “parecía un robot, que ya no era yo, que era como si estuviera controlada”. Llegue a pensar mil veces las cosas antes de hacerlas por el miedo a que te enojaras conmigo y me “castigaras” con tu menosprecio y humillación a mi persona. Claro, porque además del insulto estaba “tu castigo”. El no hablarme, e ignorarme y enojarte cuando las cosas no eran a tu manera o no te parecía lo que había hecho. Hasta que conseguías lo que querías, que te rogara y pisotearas mi dignidad. Hasta que un día por fin se acabó.

Decidí no entrar a más detalles ya que considero esto lo más importante. Gracias a Dios, esta historia se acabó a tiempo y puedo decir que hoy en día he recuperado mi autoestima,

personalidad y sé que soy una niña increíble y que valgo la pena. Al igual se, que ni yo ni nadie, merece ese tipo de manipulación emocional ni trato. Sobre todo, cuento esto, porque creo que es importante prestar atención a las banderas rojas que hay en una persona, nunca sabes hasta donde pueden llegar y porque necesitamos apoyarnos como mujeres para salir adelante.”

Este es un mensaje para todas las mujeres que hoy en día viven algún tipo de violencia de su pareja para decirles que no están solas y que cada vez seremos menos las que tenemos miedo de alzar la voz.

ATENTAMENTE

María Teresa Ealy Díaz

Renata Gerdes

A.P.M.

A.R.

M.Z.

Y, seguramente muchas otras más…

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