Desde nuestros primeros años en la escuela y en nuestra casa, todo lo que vemos y oímos está saturado con el concepto de que el hombre es el ejemplo máximo de la creación. Lo escuchas cientos de veces, pero no le prestas atención, le das, por cierto, simplemente no te importa y continúas creyéndolo hasta que tienes la oportunidad de convivir u observar detenidamente a algún animal.
Es tanta nuestra ignorancia con respecto a los animales, que muchas personas todavía los consideran criaturas accesorias que no tienen otra función más que servir de distracción y adorno. Afortunadamente, algunos episodios de la vida diaria, experiencias científicas o incidentes de la vida real nos han mostrado que una gran diversidad de animales posee capacidades muy superiores a las nuestras, incluyendo las emocionales y las de percepción. Esto induce a pensar que no somos superiores sino simplemente diferentes.
En la porción sur de la India existen manadas de elefantes silvestres que deambulan libremente en los extensos llanos, gran parte de su sobrevivencia la pasan emigrando en búsqueda de mejores condiciones de vida y reproducción. Los protagonistas de este incidente son unos elefantes de la raza hindú que constituyen una manada de tamaño regular que está a punto de cruzar un afluente de poca profundidad. El cruce no ofrece mayores riesgos, la mayoría de estos elefantes tiene amplia experiencia en el cruce de estos ríos. De repente, sin que nadie lo esperase se escucha un bramido de alarma que inquieta a la población adulta. Uno de los pequeños elefantes ha caído en una estrecha fosa de mediana profundidad haciendo difícil el equilibrio y la tracción. El pequeño está muy espantado y no cesa de bramar, sus padres de inmediato acuden en su auxilio, pero se dan cuenta de la gran dificultad para liberarlo. Los líderes de la manada observan la falta de espacio para maniobrar y no aciertan a sugerir ninguna acción para liberar al pequeño, los bramidos, la angustia y la desesperación continúan, hasta que alguno de los elefantes mayores inicia un poderoso y alarmante bramido que pronto es secundado por el resto de la manada. El ruido es infernal, el resoplido es espectacular y se esparce en todas direcciones, inclusive es escuchado por los habitantes del pueblo cercano que empieza por preguntarse el origen y las causas de tan singular conmoción. Uno de los habitantes del pueblo, familiarizado con estos bramidos aclara que los ruidos provienen de los elefantes que deben estar en alguna situación de emergencia.
Algunos de los lugareños intrigados por los bramidos deciden investigar y se dirigen al sitio del incidente. Al aproximarse, el ruido cesó y los elefantes fijaron su atención en los recién llegados. Prácticamente los animales les hicieron una valla para que pudieran apreciar mejor el problema. No había mucho que inspeccionar, la fosa era suficientemente profunda para cubrir el cuerpo del pequeño, el piso era muy lodoso, con trabajos permitía la posición vertical del volumen corporal, pronto oscurecería y sería muy necesaria la ayuda de una grúa y algunas herramientas. Los líderes rescatistas decidieron pedir una grúa, herramientas y la colaboración de las autoridades, pero tendría que ser hasta el siguiente día, no había manera de iniciar el rescate de inmediato. Al día siguiente, el grupo de pueblerinos ya estaba enterado del problema y habían acudido al sitio llevando alimentos suficientes para todos, inclusive habían llevado forraje y agua para el pequeño que estaba dando señales de agotamiento; pronto el rescate del elefantito se convirtió en un gran proyecto comunitario. La manada siempre permaneció en un lugar cercano al percance, todos quietos, muy disciplinados, siempre con gran presencia. La multitud de curiosos pronto aprendió la magnitud del problema y obedeció fielmente las instrucciones de los rescatistas, inclusive realizaron trabajo manual cuando fueron requeridos.
Las ruidosas máquinas no alteraron la conducta de los animales, éstos solo se limitaron a observar atentamente la operación. Sin embargo, hubo un momento muy emocional cuando una brigada de los espectadores tomó las herramientas y comenzaron a cavar cerca uno de los límites de la fosa, de inmediato los elefantes adultos se aproximaron unos cuantos metros hacia el sitio, guardando siempre sus distancias para no estorbar. Esta fue una situación excepcional ya que los lugareños y los elefantes siempre guardan sus distancias, es decir, los elefantes desconfían de los humanos y éstos temen a cualquier agresión de los elefantes silvestres; de tal manera que estos dos grupos nunca habían estado tan cercanos.
Después de muchas maniobras surgió un problema eléctrico con una de las excavadoras, los mecánicos tardaron muchas horas en repararla, durante ese tiempo, humanos y animales solo se guarecían del calor y se observaban mutuamente; los elefantes renovaron sus esperanzas al intuir que la excavadora descompuesta había sido reparada.
Finalmente, los rescatistas lograron derrumbar una de las paredes de la fosa y extendieron un pasillo de terreno firme que permitiera la salida del pequeño. Cuando esto se logró hubo un estruendo de algarabía entre los humanos y una gran emoción entre los elefantes, algunos lugareños mencionan haber visto lágrimas en los ojos de varios elefantes*.
Fue un gran sentimiento, una especie de doble satisfacción por haber logrado el éxito de un trabajo inesperado, la otra por haberle salvado la vida de un ser vivo que sin ninguna duda hubiera perecido si no hubiera sido por esta enorme ayuda.
Los elefantes celebraron la recuperación de su pequeño, acto seguido se formaron en una larguísima fila, todos con sus trompas levantadas y como si lo hubieran ensayado y comenzaron a cruzar el río al compás de unos armónicos ruidos de sus trompas, ruidos muy diferentes a los lamentables bramidos de alarma cuando descubrieron a su pequeño inmovilizado en ese foso lodoso.
Cada uno había terminado su tarea, todos volvieron sonrientes y con una historia por contar.
Las acciones de los elefantes mostraron un cuidadoso análisis del riesgo y del mortal peligro de un miembro de su manada. Determinaron su incapacidad para resolver el problema, pero solicitaron la ayuda oportuna del elemento que les podía ayudar a resolver el problema, cooperaron con su presencia y su positiva conducta durante todo el rescate y finalmente agradecieron la ayuda proporcionada.
Todos estos elementos y acciones son una clarísima evidencia de un elevado nivel de conciencia, percepción, análisis de riesgos y situaciones que al final se tradujo en el logro exitoso de su objetivo, rescatar al pequeño.
¿Acaso necesitaremos más muestras para determinar la capacidad perceptiva y consciente de estas criaturas?
Esta historia no es única, existen muchas otras que narran y describen muchos incidentes semejantes donde se muestra que los animales poseen la habilidad, la percepción y las dinámicas para resolver cualquier tipo de problemas pero que nosotros por vanidad y soberbia preferimos ignorarlos; simplemente porque seguimos considerándonos lo máximo de la creación.
Bien podría ser que el Homo sapiens que es el carácter binario que describe nuestro género y especie nos está quedando muy grande.
REFERENCIAS:
* Rebecca Marks. Un elefante bebé en problemas recibe ayuda inesperada. Tworeddots.com. Junio 27, 2022.
Correo electrónico: [email protected].
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