Las matemáticas, así como el lenguaje, son tan antiguas como el hombre mismo y están más presentes en nuestra vida diaria de lo que somos capaces de imaginar.
Y más que eso, en la era de la tecnología, de la cual somos parte, es casi imposible dar un paso sin toparnos con ellas: el lenguaje computacional, las apps, los sistemas de control de transportes, bancos, supermercados o médicos, e, incluso, la sostenibilidad, las fuentes energéticas, la nutrición y la ecología, dependen de su correcta aplicación.
Y entonces, si son tan necesarias, no sólo para nuestra vida diaria, sino prácticamente para la supervivencia de la especie humana… ¿Por qué a tantas personas les resultan difíciles y “odiosas”?
Neurociencia hoy: el hemisferio de las matemáticas
Podríamos decir que en la actualidad la neurociencia ha cobrado una gran importancia en todos los escenarios pedagógicos del mundo, debido a los grandes aprendizajes que día a día nos brinda sobre el funcionamiento del cerebro humano.
Hoy sabemos que todas nuestras funciones, acciones, ideas, emociones, actividades y, lo más importante en cuanto a educación se refiere, los aprendizajes, tienen su origen en diferentes regiones cerebrales y que además, en todo ello, participan también diversas sustancias que regulan el comportamiento y la personalidad de cada ser humano.
En lo que se refiere específicamente a las matemáticas, la participación del cerebro está más que documentada y, a pesar de que habitualmente se relacionaba sólo al hemisferio izquierdo con ellas, hoy sabemos que los procesos (dependiendo la etapa de desarrollo de la persona) son tan complejos, que, al igual que la música, tienen la capacidad de “encender” diversas áreas de ambos hemisferios al mismo tiempo.
En el aprendizaje de los niños, todo inicia con las conexiones neuronales, ya que cada vez que un pequeño se enfrenta a una situación nueva o a un problema y logra superarlo, se crea una nueva conexión.
De esta manera, los niños son capaces de ir desarrollando la lógica matemática, a partir de la aplicación, utilizando y desarrollando el lóbulo parietal(con la memoria, por ejemplo), el surco intracraneal (registrando el valor de los números), el lóbulo frontal (al resolver problemas) y, con todo ello, sus dos hemisferios (al realizar diversos procesos simultáneamente).
Niños y jóvenes vs matemáticas
De todo lo anterior, hemos aprendido también, que, aunque el cerebro de los niños, desde edades tempranas, está preparado para aprender la lógica matemática y que, aún cuando la actividad cerebral en los niños de tres años, por ejemplo, duplica la de un adulto con elevada actividad intelectual, hay algunos procesos de desarrollo que hacen que no para todos sea “fácil” adquirir estas habilidades. De acuerdo con Diego Alonso Cánovas, matemático y psicólogo que ha dedicado años a estudiar los procesos del razonamiento, algunos niños y jóvenes perciben las matemáticas como difíciles porque:
- El lenguaje simbólico y abstracto de esta materia exige un esfuerzo continuado en edades en que las áreas del cerebro relacionadas con el razonamiento aún no han madurado
- La capacidad de los niños y los adolescentes para comprender las operaciones abstractas no está suficientemente desarrollada porque el lóbulo frontal del cerebro -del que depende el razonamiento formal-, es el último en madurar, en el entorno de los 20 años.
- Cometen muchos errores debido a la impulsividad (relacionada también con la inmadurez del lóbulo frontal) al responder o intentar encontrar soluciones.
- Las matemáticas son acumulativas, es decir, que “sólo se puede comprender un concepto nuevo si se han asimilado bien los conceptos previos en los que se basa, de modo que si un niño tiene lagunas en el aprendizaje en los primeros años de escolaridad, eso le afecta para el resto”.
Por todo esto, se ha concluido que la enseñanza de las matemáticas debe darse a partir de “vivirlas”, de su aplicación, de la creatividad y del pensamiento divergente y, a raíz de esto también, ha cobrado gran importancia el planteamiento de desarrollarlas a partir de los 6 sentidos matemáticos.
De esta manera, lo que nuestros hijos y alumnos perciben como difícil se convertirá en algo relativamente sencillo ya que pueden irlo adquiriendo a partir de una mayor cantidad de “experiencias sensoriales” que ayuden a los procesos lógicos y mentales.
Pero entonces… ¿Cuáles son estos “sentidos matemáticos”?
Encontrando el sentido de las matemáticas
A lo largo de los años, las investigaciones alrededor de la enseñanza y los sentidos matemáticas son incontables y comprenden miles de artículos, estudios, publicaciones y trabajos experimentales en aula, pero lo más importante de todos ellos es la manera en la que establecen una absoluta semejanza en cuanto al aprendizaje y aplicación de dichos sentidos matemáticos (numérico, algebraico, espacial, de la medida, estocático, socioafectivo) con los de los sentidos naturales (vista, tacto, olfato, etc.).
Se entiende por sentido matemático “el conjunto de capacidades que están relacionadas con el dominio en contextos numéricos, geométricos, métricos y estadísticos, que permita al alumno (y futuro ciudadano) utilizarlo de manera funcional, tal y como lo haría con cualquiera de los sentidos naturales”.
Los saberes entonces se refieren a “los conocimientos, destrezas y actitudes que han de adquirir los alumnos para alcanzar una comprensión profunda de la materia, que se estructuran en torno al concepto de sentido matemático y se organizan en dos dimensiones: cognitiva y afectiva”.
Tips para ayudar a nuestros hijos con las matemáticas
Como podemos ver, mientras más práctico, explicativo, lúdico y vivencial sea el acercamiento a las matemáticas, más sencillo será el proceso y más significativo será el aprendizaje.
Así, algunas estrategias que podemos realizar en casa para ayudar a nuestros hijos, son:
- Utilizar con ellos el lenguaje matemático, haciendo énfasis verbal en las cantidades, por ejemplo: “Hay dos vasos en la mesa”, “Faltan tres plumones de colores”, “Dame dos besos”, etc.
- Realizar conteos o mediciones de cosas en cualquier lugar en que nos encontremos, siempre que nos sea posible: nubes, autos, árboles, objetos, etc.
- Hacer estimaciones/aproximaciones de tiempo: “¿Cuánto tiempo tardan en bañarse?”, “¿En cuánto tiempo estará lista la comida?”, ¿Cuánto falta para tu fiesta de cumpleaños?”, etc.
- Descubrir formas o figuras en los lugares a los que van juntos: la calle, el supermercado, algún museo, etc.
- Empezar a aplicar las fracciones al cortar un pastel, comer una pizza o repartir la comida.
- Comparar, clasificar, categorizar y describir (forma, tamaño, color, etc.) objetos que se encuentren en casa.
- Utilizar unidades de longitud cuando caminamos o vamos en auto, o de peso/capacidad cuando servimos alimentos/bebidas.
- Realizar operaciones sencillas cuando vamos de compra o contamos los ahorros/mesada.
- Participar en juegos de mesa que incluyan números, figuras o formas.
- Utilizar apps que nos ayuden a “jugar” con matemáticas.
- Utilizar los deportes para hacer conteos, estadísticas, probabilidades, velocidades, etc.
Creamos lo que creemos…
Según un estudio realizado por la empresa Rebold, ¡los mexicanos odiamos las matemáticas!:
El 67% de los encuestados dijo no entenderlas desde la niñez y un 73% mencionó que siempre (en la escuela) creyeron que no les serían útiles para la vida.
Para nosotros, como padres y maestros, lo anterior es de suma importancia debido a que por un lado, se ha determinado también que la creencia de la mayoría de los niños y jóvenes que perciben las matemáticas como “difíciles” proviene esencialmente de sus padre, y, por otro, necesitamos mostrarles que no nada más son útiles e importantes sino que están presentes en todo lo que hacemos, vemos y tocamos día a día.
Por tanto, si queremos cambiar como sociedad, debemos tener presente que el primer paso está en la educación, primero en casa, luego en el colegio y, al final, en la vida social (dejando atrás las creencias inútiles que hoy nos “definen”) que compartimos juntos, con la intención de hacer de México un país mejor.
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