Autor: Investigadora postdoctoral en justicia en la planificación e implementación de la adaptación al cambio climático, BC3 – Basque Centre for Climate Change
A medida que el mercurio se dispara durante los sofocantes meses de verano, buscar refugio en el fresco abrazo del agua se convierte en un instinto universal, incluso para los no humanos. En medio de las crecientes preocupaciones por el estrés térmico urbano, estudios recientes destacan la importancia de los refugios climáticos para brindar confort térmico, en particular a las poblaciones vulnerables que a menudo no disponen de aire acondicionado (o de los recursos para encenderlo).
Las piscinas públicas municipales juegan un papel importante como posibles refugios climáticos, ya que ofrecen una combinación única de alivio del calor, ocio y amplia participación comunitaria. Eso las convierte en herramientas vitales para las ciudades que luchan contra las temperaturas cada vez más altas.
Con eso dicho, ¿deberían construirse más piscinas en las ciudades? ¿Deberían ser gratuitas las piscinas municipales?
Chapuzones contra las olas de calor
El poder refrescante del agua es un aliado importante para mitigar el calor urbano. Desde fuentes y juegos de agua lúdicos hasta estanques en parques y plazas, los elementos acuáticos pueden reducir significativamente las temperaturas ambientales, ofreciendo alivio al opresivo efecto isla de calor urbano.
Cuando uno puede sumergirse en ellos, ¡aún mejor! Las piscinas municipales son esenciales en ciudades sin playas. Pero incluso en aquellas afortunadas con costas, se convierten en refugios vitales tanto para quienes viven lejos como para quienes desean evitar las molestias de la arena, el agua salada y las olas del mar.
Además, las piscinas municipales pueden considerarse alternativas más seguras para nadar, ya que a menudo se mantienen meticulosamente y cuentan con vigilantes salvavidas. De esa manera, democratizan la natación segura, principalmente para niños pequeños y personas que no saben nadar, fomentando así tanto la seguridad como la cohesión comunitaria.
Dicho eso, que quede claro que el propósito de una piscina pública durante eventos de calor extremo no debería ser el de facilitar la natación o el ejercicio extenuante, sino proporcionar un espacio seguro donde refrescarse.
En los pueblos y las ciudades más pequeñas de España, las piscinas públicas municipales emergen como centros vibrantes, donde comunidades diversas se mezclan, comparten pícnics, risas y momentos de relajación. Estas piscinas ofrecen un escape sereno del calor extremo sin el hacinamiento que a menudo se observa en las ciudades más grandes.
Investigaciones recientes realizadas en el barrio de Raval en Barcelona han revelado que las piscinas públicas sirven como santuarios para las poblaciones inmigrantes durante los abrasadores veranos. Más allá de refrescarles, estas piscinas proporcionan un espacio para que las familias y los amigos se reúnan, fomentando un sentido de pertenencia que trasciende las restricciones de silencio y civismo de las bibliotecas u otros espacios cerrados.
Navegando obstáculos
Si bien las piscinas públicas municipales tienen un atractivo innegable, esconden ciertos desafíos bajo la superficie. En comparación, otras formas de refugios climáticos, como las bibliotecas, los centros polideportivos y los parques, podrían proteger a más personas del calor extremo con requisitos de mantenimiento más bajos.
Además, los centros urbanos se enfrentan al triple desafío de piscinas exteriores limitadas, abarrotadas y caras para entrar. En Madrid, donde hay una piscina por cada 150 000 habitantes, conseguir entradas en línea se convierte en una competencia. Y en Barcelona, aunque hay más oferta de piscinas, las entradas individuales pueden llegar a costar 16 euros.
Por otra parte, algunas piscinas pueden enfrentar problemas de exclusividad y exclusión, especialmente cuando se convierten en atracciones turísticas, como es el caso de la Piscina Municipal de Montjuïc en Barcelona, que ofrece una privilegiada vista panorámica de la ciudad. El resultado son colas de turistas tomándose selfies, mientras que los residentes locales se quejan de tener limitados su acceso y participación comunitaria.
Las desigualdades también surgen cuando las familias de bajos ingresos se ven excluidas de estos refugios climáticos debido a los costos elevados o por no sentirse suficientemente acogidas debido a su origen religioso o étnico. En cambio, algunos residentes ven esta demanda como una oportunidad para empezar a cobrar por el acceso a sus propias piscinas privadas.
Este problema se extiende más allá de España: en Estados Unidos millones de personas carecen de acceso a lugares seguros para nadar, mientras que las piscinas privadas se multiplican sin control. Y en Sudáfrica, la sequía implacable se cobró vidas en comunidades vulnerables, mientras que en los barrios acomodados a las piscinas privadas no les faltó agua.
En Cataluña, desde abril, se permite que se llenen piscinas municipales y de “uso común” incluso durante las sequías, por considerar que existe un elemento de salud pública en permitir el baño en los equipamientos públicos durante el verano.
Cómo evitar que los beneficios se vayan por el desagüe
Asegurar un acceso equitativo a las piscinas-refugio requiere intervenciones políticas deliberadas y un enfoque de adaptación multifacético:
- Distribución equitativa: Cada distrito o barrio con más de 20 000 habitantes de una ciudad debería albergar una piscina municipal gratuita o asequible (que ofrezca descuentos para residentes locales y familias numerosas), garantizando que sus beneficios sean accesibles a aquellos que más las necesitan.
- Sombra y accesibilidad: Las consideraciones de diseño deben enfatizar opciones amplias de sombra a través de vegetación o pérgolas, mejorando la comodidad de los visitantes y la protección solar. Al fin y al cabo, estar en una piscina no significa que estemos protegidos del sol o del calor extremo.
- Espacios inclusivos: Las piscinas deben ser espacios libres de cualquier forma de discriminación y violencia, permitiendo por ejemplo a las mujeres amamantar a sus bebés y usar burkinis, y también asignando horas designadas para mujeres, niños y personas con necesidades específicas.
Más allá del borde de la piscina
Aunque las piscinas públicas municipales ofrecen una solución tangible para hacer frente al calor urbano, son solo una pieza del complejo rompecabezas de la adaptación al cambio climático. Deben integrarse en un marco más grande de planificación urbana sostenible que incluye otras medidas como el aumento de la cobertura vegetal, así como la reducción del asfalto y las superficies impermeables.
Al mismo tiempo, es fundamental invertir en convertir otros espacios públicos, como las bibliotecas y los parques, en refugios climáticos para maximizar la disponibilidad de espacios de refugio para grupos necesitados.
Frente a los desafíos de un mundo que se calienta rápidamente, el empleo de piscinas públicas como refugios climáticos no solo proporciona un alivio ante el calor, sino que también ofrece una oportunidad para fomentar soluciones de adaptabilidad urbana más inclusivas, equitativas y sostenibles.
De esta manera, nuestras ciudades serán más resilientes al cambio climático si salvaguardan el bienestar de todos los residentes, independientemente del género, nivel socio-económico o código postal.
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