Todo el mundo ve con indiferencia y desdén los casos de suicidio. Nadie habla de ellos, a menos que se trate de alguna celebridad, ni es un tema que cause expectación a la gente; sin embargo, es importante puesto que cada año mueren 800 000 personas en todo el mundo. Los números van en aumento, especialmente entre los jóvenes de 16 a 24 años. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define que las causas del suicidio son los factores psicológicos, los sociales, los biológicos, los culturales y los ambientales.
En México, el suicidio es la segunda causa de muerte entre jóvenes, después de los accidentes, y las cifras van en aumento. Del total de suicidios entre jóvenes, un 59% se da en mujeres entre los 15 y 24 años, y un 40% se da entre hombres con edades que fluctúan entre los 20–29 años. Las estadísticas del año pasado reflejaron que los estados con mayor número de víctimas fueron Chihuahua, Yucatán, Aguascalientes, Campeche y Colima. Desafortunadamente al Estado Mexicano no le interesa actualizar sus estadísticas acerca del tema, las más completas datan del 2011, después hay datos escuetos.
Hablar del suicidio no es fácil, siempre se tiene que hacer la comparación con lo normal. Es difícil establecer lo que se considera normal; para los propósitos del artículo, diremos que es lo que la gente promedia en sus análisis clínicos, estadísticas, tendencias, etc. No es lo mejor, pero es lo más práctico.
El suicidio siempre ha sido un enigma, se han buscado mucho las razones, pero ha sido difícil definir con certeza los motivos que impelen a las personas a tomar una decisión tan dramática. En la actualidad se ha notado la influencia de los sociólogos que han incursionado en las causas del suicidio además de psicólogos, neurofisiólogos, psiquiatras, médicos, etc, que ya habían aportado datos importantes como: la pobreza no es una de las principales causas del suicidio, ya que muchos tienen empleo y un futuro cómodo en sus planes o la frustración de los jóvenes por carecer de los satisfactores dictados por la sociedad o los psiquiatras que siempre culpan a los padres de causar traumas irreversibles a sus hijos; etc. Todos válidos, pero sin mayor perspectiva futura.
Ahora, las cosas han cambiado un poco con el advenimiento de la biología molecular y las modernas técnicas que los neurofisiólogos usan para averiguar ciertos aspectos moleculares que tratan de explicar las bases científicas del suicidio. Con esto no se pretende decir que se hayan obtenido conclusiones definitivas, pero al menos ya existen ciertas hipótesis que nos permiten desmitificar lo establecido por otros profesionales.
El tema del suicidio es complejo, intervienen pequeñas moléculas cuya vida media es muy breve, que se sintetizan y se degradan en el cerebro; sus concentraciones y niveles deben ser precisos, de otra manera se promoverá una disfunción o alteración que se manifestará de inmediato en nuestra conducta. Una de las maneras más prácticas para abordar el estudio del suicidio es enfocarlo en sus tres áreas naturales que son: respuesta al estrés, la inflamación y la transmisión del impulso nervioso.
- Respuestas al estrés. El estrés es una respuesta de alarma común de todos los seres vivos que se inicia después de una agresión o estimulación toxica o desagradable que bien puede ser de naturaleza biológica o psicológica. Nuestro cuerpo percibe los peligros o situaciones de riesgo y de inmediato libera un flujo de cortisol en el torrente circulatorio. Esta hormona se encuentra en las glándulas suprarrenales, es la respuesta protectora que contiene un código de mensajes químicos que van a activar otros neurotransmisores y hormonas que a su vez preparan a los músculos y al cuerpo para defenderse o repeler la agresión. Las reacciones son muy rápidas, aumentan la concentración de azúcar en la sangre, alteran las respuestas inmunológicas y las otras funciones esenciales de nuestro cuerpo ya que la alerta natural solo estuvo concentrada para defendernos de la agresión. Momentos después del incidente, una vez recuperados de la sorpresa o el miedo, nuestro organismo empiece a sufrir cualquiera de los siguientes trastornos: ansiedad, depresión, problemas digestivos, dolores de cabeza, cardiopatías, problemas de sueño, aumento de peso, deterioro de la memoria y la concentración. Nuestros sistemas están diseñados para estas respuestas de alarma, pero obviamente no pueden o no deben estar siempre en estado de alarma; no es normal ni sano.
- La inflamación. Es un mecanismo de alarma controlado por unas substancias de naturaleza proteica presentes en el suero sanguíneo llamadas citocinas, son moléculas pequeñas muy variadas que actúan en nuestro cerebro en concentraciones pequeñísimas. Su función es importantísima pues controlan la respuesta inmunológica y la conducta de las personas. Las citocinas son el intermediario para que las células inmunológicas se comuniquen entre sí y con las de otros sistemas como el nervioso, el endocrino y el inmunológico; de tal manera que generan y conservan el equilibrio de todas estas funciones a nivel celular, cualquier desajuste en sus niveles se verá reflejado en una alteración a nivel cerebral.1
- Muchas autopsias de personas suicidas han revelado inflamaciones inespecíficas que se ha comprobado afectan la síntesis de la serotonina, que es un neurotransmisor que prácticamente rige nuestra conducta. Está plenamente demostrado que individuos con bajos niveles de serotonina muestran un comportamiento violento, agresivo y una personalidad compulsiva. Este neurotransmisor tiene una corta vida media, es decir; su síntesis y su degradación en el cerebro son muy rápidas; es una molécula que debe estar sujeta a estricta regulación para mantener niveles que nos permitan una existencia normal. 2
Surge la pregunta: ¿qué tiene que ver la serotonina con la inflamación? Está demostrado que pacientes que han estado en un hospital atendiéndose de infecciones severas desarrollan un incremento notable en los niveles de interleucinas (IL8) que producen inflamaciones inespecíficas que desajustan los niveles de serotonina causando severos cambios en el comportamiento que pueden conducir al suicidio. Otro dato que se ha encontrado en las historias clínicas de los suicidas es su marcada tendencia a la depresión; ésta suele causar inflamaciones por el mismo neurotransmisor, el IL8. Esta característica tiene al parecer antecedentes genéticos ya que se presenta abundantemente en mujeres mexicoamericanas. Es oportuno mencionar, como datos verídicos, lo sucedido a la periodista Kathleen McAuliffe en 2011 al sufrir dramáticos cambios en su personalidad después de haberse infectado con el parásito Toxoplasma gondii3 . Este incidente tiene relación con un reciente reporte coreano donde infecciones similares condujeron al suicidio a decenas de estudiantes en 1918.
En ocasiones los efectos de estos trastornos no son inmediatos, sino que se van acumulando hasta llegar a niveles en que el paciente es incapaz de regularlos y acude a la solución más conciliadora para él.
- La transmisión del impulso nervioso. Tal como expusimos en párrafos anteriores, la serotonina es una molécula muy dinámica que se está sintetizando y degradando constantemente en nuestro cerebro. El problema no es la concentración sino en la manera de utilizarse a nivel celular; para esto intervienen otro tipo de enzimas y neurotransmisores que nivelan con precisión la dinámica de esta molécula. Estos procesos requieren de una gran precisión, pues los estímulos externos llegan a nuestro cuerpo como sensaciones físicas donde son transformados en estímulos eléctricos y estos a su vez se transforman en reacciones químicas en la placa neuromuscular para devolverse e integrarse en nuestro cerebro. Es un proceso que no admite interrupciones, los tres sistemas: inmunológico, endocrino y nervioso deben estar en completo equilibrio y coordinación para poder generar un sistema en el equilibrio (lo llamado normal), de no ser así, habrá serias consecuencias.
Como se puede apreciar, el paciente no tiene muchas opciones ni oportunidades para decidir su existencia. Debiéramos pugnar por exhibir una mayor solidaridad y apoyo con las personas en situaciones difíciles, no esperar hasta que la necesidad obligue a tomar decisiones que nadie quiere solventar. Los auxilios telefónicos de emergencia han dado buenos resultados en otros países, no veo por qué en México no pudiera hacerse.
Atender este tipo de situaciones puede cambiar el destino de una persona.
REFERENCIAS:
- Maria Guadalupe Reyes García y Fernando García Tamayo. Citocinas, Inflamación y Conducta. VERTIENTES. Facultad de Química, UNAM, 2005, 8, (1-2) 4-13.
- Adrian Raine. From Genes to Brain to Antisocial Behavior. Current Directions in Psychological Sciences. 17, (2008), 323-328.
- Antonio G. Trejo. Los Gatos, el Toxoplasma y la Esquizofrenia. Ruiz Healy Times, Mayo 22 del 2017. | [email protected]
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