PEMEX, bailando salsa

Durante los últimos 5 años nuestra producción de petróleo como país disminuyó en promedio un 7% anual. Adicionalmente el mercado global muestra gran volatilidad de...

25 de mayo, 2015

Durante los últimos 5 años nuestra producción de petróleo como país disminuyó en promedio un 7% anual. Adicionalmente el mercado global muestra gran volatilidad de los precios del petróleo. Ambas circunstancias representan para PEMEX un dramático cambio de condiciones operativas y comerciales. PEMEX deberá adecuarse a la solución de problemas estructurales, ¿pero dónde comenzar?

En reingeniería, cuando nos encontramos ante una gran y compleja empresa que debe rediseñar su  mapa integral de procesos, se suele pensar en la dinámica de una analogía: Enseñar a bailar al dinosaurio. PEMEX es un dinosaurio cuyo funcionamiento está orientado a obtener una renta petrolera basada en una producción promedio de entre 2 a 2.5 millones de barriles diarios. No se puede por lo tanto enseñar a bailar a este PEMEX (Tyrannosaurus rex), sin primero saciar su apetito mínimo de ingresos. A la pérdida o declinación de producción de barriles de petróleo de PEMEX hay que agregar además un riesgo contingente de salir a ejecutar la reforma energética para captar más  ingresos en divisas y el de dispersar algunos riesgos económicos de la exploración de nuevos yacimientos en aguas profundas.

Los futuros del precio de petróleo ponen una deseada recuperación sobre 70 dólares hacia mediados del segundo semestre de 2016, aunque dichos pronósticos de aumento de precio no incluyen el efecto de Irán, cuando se eliminen sus sanciones y salga a producir su cuota máxima en base a su capacidad instalada que se estima en alrededor de 3 millones de barriles diarios.

Todos los analistas coinciden en el arribo de una revolución energética impulsada por EUA, producto del cambio de insumos para generar electricidad, sobre todo con Gas Shale, sin descontar el ingreso de los nuevos combustibles sustentables con origen en granos, semillas y caña de azúcar.

Nuestro dinosaurio, al que tenemos que enseñarle a bailar salsa tiene como plan operativo la liberación de algunos de sus mercados vía distribución y ventas detallistas, así como proyectos de nuevas concesiones para exploración y extracción de acuerdo a un plan de licitaciones programadas.

Todo parece apuntar que PEMEX no se halla en su mejor momento. Sus costos operativos son de los más altos del mundo y es un empedernido, un constante generador de pasivos contables y riesgos laborales. Si el petróleo repunta en sus precios, seguramente nuestra economía acusará de recibido con un PIB de entre el 4 y 5% al año siguiente. Sin embargo, no podemos detener el crecimiento tanto tiempo porque ello implicaría los efectos inflacionarios actuales y la pérdida de poder adquisitivo que quizá no puedan recuperarse. 

Pensando en un mundo ideal, supongamos que ya logramos la magia de que el dinosaurio este bailando salsa. PEMEX debe entonces producir nuevos combustibles más económicos. Debe competir al mismo tiempo globalmente y, sobre todo, asumir su extraviada responsabilidad social de poner al alcance del campo y de las industrias productivas energía más económica.

Si queremos crecer no hay de otra. Hay cosas básicas como migrar a la generación de electricidad con Gas Shale. Hay que entrarle a invertir con dos o tres buenas refinerías y, no solo de combustibles fósiles y tradicionales, de una vez a la generación de etanol y de biodiesel. Energía cara como la de ahora es sinónimo de desempleo, inflación y ausencia de crecimiento económico.

Un escenario interesante que se puede promover por el mismo PEMEX es el de homologar los energéticos a los precios de Canadá y de Estados Unidos de América, y ojo: aunque en ello estemos quedándonos aún cortos desvinculando la energía a los temas de poder adquisitivo y de empleo, pero puede ser un buen comienzo.

PEMEX debe aprender a bailar la salsa neoliberal y no ha tomado su primera clase, cuando debería estar bailando y fomentando la actividad económica de México. Si PEMEX no baila sigue su proyecto de obesidad mórbida institucional, pero además detiene el rumbo de grandeza de México. 

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