Hemos dejado de pensar en Europa y Asia. La determinación del primer ministro griego de salir de la zona euro conmocionó al mundo. Su renuncia al cargo también. En el mercado bursátil de China las acciones se desploman pero como eso ya no se ha mencionado en los noticieros, se nos olvida que está sucediendo ahora mismo. Creemos que la vida sigue, imperturbable y que a final de cuentas, el mundo no se va a acabar.
El día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo, profetizó García Márquez. Y aunque esto no se ha cumplido de manera literal, los menesterosos siguen siendo mayoría cada vez en aumento.
El dinero está diseñado para ser un buen siervo de los banqueros y un mal amo con el usuario de los servicios que presta una institución bancaria a la comunidad, que se reducen sólo a uno: actualizar la divisa.
Esto sugiere dos dineros diferentes. El de los ricos –y no todos– y el de los pobres, a quienes no se les permite comprender en qué estriba toda esta jugarreta de números, transferencias y cambios en el color y material de que están hechos los billetes y monedas.
Los programas de ayuda social son una parafernalia, un teatro para fingir que se comparte la riqueza con los que menos tienen, pero sin enseñarles a desarrollar ninguna habilidad. Las élites avaras propician de este modo la existencia de pueblos empobrecidos que viven en la miseria, de la miseria, ¡y con el miedo a ser pobres!
Por consiguiente el disfrute de los bienes está muy mal visto, sin importar si éstos son pocos o muchos. Entonces las clases proletarias crean toda una estrategia defensiva que consiste en imitar los modales de los ricos y darle prisa al mal paso, al mal tiempo buena cara y al buen día, guardarlo en casa para no ser envidiados, porque guardar pan para mayo es una forma de hacer trampa en la que nadie quiere ser descubierto pese a que amor, dinero y cuidados, nunca son disimulados.
El ladrón de cuello blanco se escuda en la regla no escrita de que basta y sobra con no tener delicadeza para ser exitoso en los negocios. Entonces no hay forma de distinguir a quien piensa siempre en dinero del que sólo piensa en él.
El dinero es también un árbitro en todas las disputas. Las provoque o no. Cada vez que habla hasta la verdad se queda callada. Poderoso caballero, sí que lo es y esta función que desempeña todos los días es una cláusula más del contrato social que, si aparece, lo hace en letras chiquitas; al fin y al cabo lo que realmente distingue al ser humano de los animales, son las preocupaciones financieras.
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