Esos gajes del oficio

Tengo en mis manos el libro La Experiencia de Usuario , coordinado por Alberto Knapp Bjerén, editado por Anaya Multimedia en el año 2002. El...

22 de octubre, 2015

Tengo en mis manos el libro La Experiencia de Usuario, coordinado por Alberto Knapp Bjerén, editado por Anaya Multimedia en el año 2002.

El capítulo 10, titulado Consumo e Internet de Jesús Gutiérrez Brito tiene un párrafo que voy a citar de manera textual, porque alude a que la web, como la vida, es imperfecta y se va haciendo sobre la marcha:

“…el grado actual de desarrollo e implantación de Internet implica aceptar que el medio está en un proceso de prueba y mejoramiento… desde un punto de vista tecnológico y creativo, funciona disfuncionalmente. Su manejo en la actualidad es deficitario, incluso a veces contra intuitivo para el nuevo usuario estándar. El mareo, la agitación, los espasmos y los cuelgues son algunos de los efectos que provoca dicha disfuncionalidad y que se ve especialmente problemático para el caso del consumo online.”  (p.315)

El hecho de que algunos efectos de las fallas en la web tengan nombres de malestares humanos, me remite a la resistencia que aún tienen muchas personas a usar Internet.

Yo misma si alguien me hubiera dicho cuando tomé mi curso de computación, que iba a estar buscando teletrabajos y que no me daría miedo gestionar mi contratación, mi cobro y en algunos casos mi renuncia, me habría reído de esa persona después de tildarla de fantasiosa y embustera.

Pero lo cierto es que así como antes había ricos y pobres, hoy la sociedad se puede dividir en conectados y desconectados.

Hay que tomar en cuenta que hasta el momento, el uso de la web tiene más qué ver con la comunicación, con el decir, que con el hacer.

Expresiones como no me atrevo, no me da seguridad, hay que saber muy bien lo que haces, abundan cuando se trata de celebrar contratos, efectuar pagos o comprar algo, incluso si es intangible, como el caso de un software o la membresía en la página de un club o música.

O más bien es la ilusión que conservamos. El comercio está sabiendo aprovechar muy bien las posibilidades del escaparate cibernético y si vemos una telecomedia que se ha dejado de transmitir en la televisión, nos encontramos con que un simple click en el traje o la casa, el automóvil o el sofá, remite al usuario a informaciones tales como características, precios, colores, lugares de adquisición y/o formularios para hacer el pedido online.

¿Qué nos hace pensar todavía que seremos obreros u oficinistas a la manera de antes de las computadoras? ¿Por qué muchos estamos pensando en que surgirá el Fidel Velázquez internetiano que defenderá los derechos del teletrabajador desde el monitor de una teleconfederación de trabajadores de este mundo?

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