Titulo: Tras el Grito
Autor: Johan Hari
Editorial: Paidós
“Las leyes contra la droga, causan más daño que la propia droga”
Johan Harari
¿Qué tienen en común el ex Presidente de México Vicente Fox y Johan Harari el autor de este libro polémico como fascinante? Que ambos buscan la legalización de las drogas blandas y el fin de la espiral de la violencia que ha vertido infinidad de ríos de sangre y tinta.
El autor, periodista de The Guardian, escribió un libro donde nos muestra el verdadero rostro de la guerra contra las drogas, iniciada hace un siglo por un puritano de nombre Harry Aslinger (1872-1975), titular de la Oficina Federal de Estupefacientes (y no por Nixon, como comúnmente se cree), quien desde 1920 inició una cruzada contra las drogas, anatematizando a los consumidores, tildando a las drogas como “armas de los negros e hispanos para dominar a la nación blanca americana”.
Bajo esta premisa, Aslinger después de que acabó la llamada “Ley Seca” fue nombrado titular de una dependencia casi sin presupuesto encargada de vigilar la comercialización de las drogas que hasta antes de 1914 se podían adquirir en las boticas y establecimientos de toda la Unión Americana.
Gracias a su campaña racista (similar a la de Donald Trump) al decir que la razón principal por la que luchaba contra el comercio de las drogas era porque “los negros, los mexicanos y los chinos las consumían, olvidando su lugar en la sociedad y atentar con ello contra la sociedad blanca”, inició una campaña sangrienta, que sigue arrojando muertos, en todo el orbe, sin que la espiral de la violencia llegue a su fin, al criminalizar a los adictos (como a la cantante de jazz Billie Holyday, a quien acosó hasta su muerte) y relegarlos de la sociedad, tal como lo hacían en el medioevo con los leprosos.
La persecución iniciada bajo su égida, era tan burda y absurda como ”perseguir a enfermos de diabetes sólo por consumir insulina”, llevando al lector a un viaje periodístico a lugares como Portugal, donde la penalización de las drogas fue abolida en los 90s y los enfermos son atendidos y asistidos para integrarlos a la sociedad exitosamente, logrando que la tasa de adictos del país luso, sea una de las más bajas de la Unión Europea, o Nueva York donde la lucha iniciada por un adolescente ex adicto de la banda “Souls of Mischief” logró que los centros de detención a menores fueran abolidos, circulando en sus página otros personajes que el autor entrevistó “in situ, haciendo que su obra sea referente para acabar con ésta guerra absurda orquestada por los Estados Unidos.
Como decía Einstein “Es un tonto el que hace lo mismo esperando resultados diferentes” y tal parece que un siglo de penalización de las drogas, han demostrado que la guerra contra ellas ha arrojado más mal que beneficios, demostrando con los hechos que los millones de recursos destinados para ella, serían más benéficos si fueran destinados para la educación y no para la persecución.
El autor nos cuenta la odisea de la activista Marisela Escobedo, quien murió buscando el castigo para el asesino de su hija, quien fue ultimada por su pareja, quien al pertenecer al Cártel de los Zetas, tenía la impunidad que da la corrupción en un gobierno donde la autoridad no hace indagación alguna, al grado que la activista fue asesinada arteramente frente al palacio de gobierno, sólo por exigir justicia en un país plagado de funcionarios corruptos, donde la narco política es la letra de cambio.
La violencia, tan vendida y pregonada en los medios masivos, es producto de la lucha entre bandas rivales, quienes a sangre y plomo, buscan imponer su hegemonía en tan lucrativo negocio, cuyas jugosas ganancias desaparecerían sí las drogas fueran reguladas por los gobiernos que las sancionan y persiguen.
Las drogas son una vía de escape para personas que buscan olvidar sus penurias o que buscan la recreación y la satisfacción que dan a quienes las consumen, llegando a demostrar que hay muchos adictos a la cocaína y otras drogas que son funcionales para la sociedad (como Sigmund Freud) y que han dado al mundo obras literarias sublimes como los poemas de William Blake y Aldous Huxley por citar algunos.
La guerra de las drogas, iniciada por EEUU además de ineficaz y racista (al encerrar a negros e hispanos), ha demostrado que es un excelente pretexto de su gobierno para mandar a todo el orbe a agentes para so pretexto de erradicar las drogas, se inmiscuyan en asuntos internos y presionar a los gobiernos para que sigan las directrices de Washington, haciendo que la frase del ex mandatario Felipe Calderón “Ellos ponen los adictos, nosotros los muertos” sea una cruda realidad.
Pero no todo es negro, ya que hay una luz al final del túnel y se ha dado en países como Uruguay, donde su ex presidente Mujica legalizó la marihuana con fines medicinales y recreativos, Bolivia donde Evo Morales legalizó el consumo de la ancestral hoja de coca, o como Holanda, donde sus picaderos son el ejemplo de cómo se pueden inyectar adictos en lugares específicos bajo supervisión, en lugar de hacerlo en lugares públicos o en lugares lúgubres.
También en la propia nación americana se han dado visos de hartazgo, en ciudades como California, donde hay cafeterías donde los adictos pueden consumir sin ser perseguidos, o como el estado de Washington, donde la cruzada la inició un adicto al cannabis, quien acusó al alcalde propietario de una cervecería, al demostrar que había más muertes y violencia gracias al alcohol que al uso de la marihuana.
Paradójicamente, como nos dice el autor, los narcotraficantes son los principales opositores a que se legalice la droga, ya que por obvias razones perderían el monopolio de su distribución y las jugosas cantidades que este negocio proporciona a sus integrantes, sumas que harían languidecer al mismo emperador Creso, famoso por su riqueza en la antigüedad.
Prueba de lo anterior, fueron los ataques perpetuados por cárteles a los centros de atención a adictos en Ciudad Juárez en 2008, donde comandos armados atacaron y asesinaron a los jóvenes que se encontraban en tratamiento.
Al igual que el alcohol al legalizarse finalizó con las mafias distribuidoras de etílicos de mala calidad, de legalizarse las drogas blandas (cannabis, cocaína y heroína), los cárteles perderían el mercado y por ende, desaparecerían al no contar con los inmensos ingresos que han hecho que barones de la droga como Pablo Escobar y mediático Chapo Guzmán creen Estados paralelos que rivalicen en poder con los gobiernos electos.
La solución está a la vista de todos. Las drogas que destruyen, son la basura como el crack y el Krokodril, que además de dañar el cuerpo de los adictos, engancha a los jóvenes y los lleva a la perdición y a la violencia.
En fin, la guerra contra las drogas ha demostrado ser una falacia y una guerra perdida, una guerra que sólo va contra aquellos que no pueden pagarse un abogado, destacando que no es la droga la que provoca una conducta nociva, sino el ambiente, ya que como dice el autor; “La adicción no es una enfermedad. Es una adaptación. No está en ti, sino en la jaula en que vives”.
Un libro polémico que nos hará ver el infierno de las drogas desde otra perspectiva. Una obra que nos invita admitir que “la guerra contra las drogas, ha sido y es un completo desastre”.
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