Autor: Ben Goldacre
Editorial: Paidós
"Si quieres matar a alguien con justificación, estudia para médico"
Anónimo
Bel Goldacre cuestiona en este libro el proceder de las empresas farmacéuticas, quienes lucran con el dolor humano, violentando en reiteradas ocasiones el juramento hipocrático en aras de un capitalismo salvaje.
La industria farmacéutica no podrá ser vista igual tras leer este libro apasionante como contestatario, donde con un lenguaje fácil y sencillo explica al lector sobre los métodos utilizados por las empresas farmacéuticas para engañar a los médicos y estos a su vez a los pacientes atentando contra la salud de aquellos a quienes dicen curar.
Goldacre refiere que “la medicina, los médicos y los pacientes se guían por datos abstractos para adoptar decisiones en el mundo real de la carne y la sangre, y si esas decisiones son erróneas, pueden causar muerte, sufrimiento y dolor”.
Con este tenor, Goldacre autor del best seller MALA CIENCIA menciona con justificada indignación “como las pruebas de los fármacos son realizados por quienes los fabrican, utilizando ensayos mal diseñados (…) y analizándolos por medio de técnicas metodológicamente mal diseñadas, con el fin de exagerar los beneficios del tratamiento” cuando en la práctica, bajo pretexto de no violar los protocolos ni revelar la identidad de los participantes, ocultan a las autoridades regulatorias como la Food and Drug Administration (FDA) los métodos y la muestra de los participantes, así como los efectos secundarios que pudiese tener el fármaco.
El timo es llevado a las revistas médicas especializadas (referente muchas veces para académicos y médicos) las cuales gracias a los patrocinios de los laboratorios, pierden objetividad y sirven de instrumento propagandístico para los laboratorios generadores de determinado fármaco, que es vendido onerosamente como un avance de la ciencia, cuando en la mayoría de las veces no hay una mejoría real en el mal que dicen curar.
Goldacre pone el dedo en la llaga al afirmar que hay “más probabilidad de que las pruebas clínicas financiadas por la industria den resultados favorables al fármaco del promotor del ensayo”.
Al igual que John Lecarré quien en su novela llevada al cine “EL JARDINERO FIEL”, cuestiona la ética de algunas empresas farmacéuticas que prueban con seres humanos en países africanos los fármacos antes de ser puestos en venta en países desarrollados, Goldacre menciona que la práctica antes citada es llevada en la realidad en varios países utilizando como “conejillos de indias” a personas sin techo, con o sin su consentimiento, lo que emula a los experimentos nazis llevados a cabo por los médicos en los campos de exterminio.
El autor menciona que los patrocinadores de los ensayos clínicos obtienen siempre los resultados acordes a sus deseos, aun cuando sólo vendan medicamentos que traen efectos secundarios nocivos, como el caso del VIAGRA que puede causar ceguera en algunos casos, datos que por obvias razones son ocultados a los médicos y los pacientes.
Los resultados siempre serán estupendos sí las farmacéuticas patrocinan un nuevo medicamento en prueba, que es comercializado inmisericordemente antes de que expire la patente, aún cuando no demuestre fehacientemente cura alguna, llegando incluso al descaro de vender un medicamento con la misma sustancia activa, comercializando la fórmula como “mejorada”, como sucede con muchos antigripales.
¿Qué pasa cuando algunos pacientes o voluntarios empeoran o llegan a fallecer en el periodo de prueba de determinado fármaco? Pues simplemente se omite el dato y no se da a conocer nada a la comunidad científica, negando incluso el acceso a los órganos reguladores y a la misma comunidad médica sobre la metodología y tiempo aplicado, sin que importe en lo más mínimo que dicha información esté vinculada con la vida y la muerte.
El hecho de que recordemos más los éxitos y los fracasos, es una verdad académica vertida en 1620 por Francis Bacon, quien dijo que muchas veces nos engañamos en recordar sólo las ocasiones en que algo dio resultado, olvidando aquellas en que fue un fracaso.
El libro a través de 384 páginas refiere que la ciencia médica es en ocasiones similar a la charlatanería, ya que muchas veces sólo se dan medicamentos similares a los placebos, como sí se tratara de una cura milagrosa, llegando incluso a sobornar a dependencias oficiales de salubridad para que compren sus medicamentos y a médicos, quienes reciben pagos por cada receta emitida recomendando determinada sustancia.
“Los ensayos son más promocionales que científicos”, acusa Goldacre, cuya lectura causa malestar e indignación en el lector, quien verá no con los mismos ojos a los laboratorios que lucran con la salud (una industria que mueve 600 mil millones de dólares anualmente) y que nos venden medicamentos ocultando los efectos adversos y secundarios de los mismos.
Al ocultar los resultados negativos, la industria farmacéutica violenta la “Declaración de Helsinki” que es la norma internacional ética médica que estipula que quienquiera que intervenga en una investigación, está obligado a hacer públicos los resultados, hecho que en la práctica pocas veces ocurre.
Al respecto, el autor refiere que “corresponde a las entidades reguladoras establecer las conclusiones de los beneficios y riesgos de los medicamentos, y no a los académicos”, que muchas veces están al servicio de los conglomerados.
Utilizando una mercadotecnia encubierta y engañosa, falseando los resultados de los ensayos y órganos reguladores que no regulan bien, se ponen a la venta medicamentos que no logran el principal cometido de combatir un mal o una dolencia, abusando de pacientes en fase media y terminal, que hacen hasta la imposible por tener un hálito más de vida.
Un medicamento es una molécula que ejerce un efecto útil en determinado punto del cuerpo humano y con tal de obtener ganancias, se autorizan ensayos en países en vías de desarrollo para abaratar costos, donde las leyes y regulaciones al respecto son laxas, tomando en cuenta que un ensayo cuesta 30 mil dólares por paciente en EEUU y sólo 3 mil en Rumania, destacando que antes sólo un 15% de los ensayos se realizaban fuera de la Unión Americana y ahora se realizan más de la mitad, de acuerdo a datos proporcionados por el autor.
Abusando de la cultura popular que reza que “El doctor es el que sabe”, los laboratorios logran corromper a algunos galenos, para que receten determinados medicamentos, aunque en la práctica, no haya una mejoría notoria en el paciente.
Veremos cómo gracias al fenómeno denominado “captación del regulador”, las dependencias reguladoras acaban promocionando los intereses de la industria a la que deben controlar, lo que hace que se eroguen grandes sumas de dinero en la compra de medicamento para el sector salud, sin que se adquiera el mejor y mucho menos el más barato.
A pesar de vivir en la era de Google y del internet, la información completa de los ensayos clínicos llevados a cabo por las farmacéuticas, no están al alcance del lector, argumentando protocolos de secrecía y opacidad que hacen que la información de determinado medicamento, sólo sea meramente propagandística.
Utilizando malos ensayos clínicos y una amplia campaña de mercadotecnia, las empresas médicas, siguen lucrando con la salud del hombre, en aras de obtener ganancias estratosféricas, sin que importe la salud o la erradicación de determinado mal, como la gripe, que arroja grandes cantidades de dinero a las farmacéuticas.
Un libro que dejará al lector con una sensación de desconcierto profundo, que hará que se cuestione el medicamento que adquiere onerosamente como si de una panacea se tratase.
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