Autor: Alexander Waugh
Editorial: Lumen
Sobre lo que no podemos hablar debemos guardar silencio.
Ludwig Wittgenstein
Con una prosa ligera y amena, cual revista del cotilleo se tratase, Alexander Waugh (1963) nos adentra en la vida de la familia Wittgenstein, que además de haber sido uno de las más ricas del imperio austro-húngaro, dio al mundo a uno de los filósofos más importantes del siglo XX. ¿Su nombre? Ludwig Wittgenstein.
En el libro, se nos cuentan los pormenores de esta acaudalada familia acerera, en cuyo hogar o palacete, enclavado en el corazón de la ciudad más cosmopolita del orbe en ese entonces, desfilaron personajes de la talla de Mahler, Brams y Freud, quienes eran visitantes asiduos de esta familia, compuesta por el patriarca Karl y su esposa Leopoldine, quienes trajeron al mundo ocho hijos.
Pero, ¿qué importancia podría tener un libro de tal naturaleza? Mucha, ya que a través de los ojos del autor, podremos ser testigos del auge y decadencia del imperio austrohúngaro, así como los prolegómenos de la primera y segunda mundial.
Además, como una burla del destino, el lector podrá ver como el filósofo Ludwig fue compañero de clase de otro austriaco renombrado. ¿Su nombre? ¡Adolf Hitler!
También el lector se deleitará con la vida y obra de Paul Wittgenstein, quien perdió el brazo derecho en la primera guerra mundial y que gracias a su carácter y entereza, llegó a ser uno de los pianistas más famosos de su tiempo.
Debido a su fortuna (expoliada en gran parte por el régimen nazi por ser considerados no arios), pudo poner a su servicio al compositor Maurice Ravel (quien le compuso su famoso Concierto para mano izquierda) entre otros, pero debido a su carácter iracundo y a que casi no grabó sus interpretaciones, su fama se ha diluido tras su muerte en 1961, cuestión que no sucedió con su hermano Ludwig, muerto una década antes.
Podremos atestiguar como Ludwig Wittgenstein, el benjamín de la familia, dio la espalda a su fortuna en un arranque de misticismo, tras leer el Evangelio Abreviado de Lev Tolstoi, cuando se encontraba en Cambridge, bajo la tutela de Bertrand Russel (de quien fue su pupilo e íntimo) y del economista John Maynard Keynes, quien alcanzó el premio Nobel.
Ludwig dejó su cuantiosa fortuna a sus hermanos para vivir de su trabajo de docente y de jardinero, todo para poder vivir tal como lo dictaba el evangelio de Tolstoi, y para completar su obra cumbre: TRATACTUS LOGICUS PHILOSOPHICUS, considerado como uno de los libros más influyentes del pensamiento del orbe, alcanzando una fama inusitada al grado de considerarse el texto, como uno nuevo credo.
En él, Ludwig se enfrenta a los problemas centrales de la filosofía que tienen que ver con el mundo, el pensamiento y el lenguaje, y presenta una "solución", la cual está fundada en la lógica y en la naturaleza de la representación.
Una mente genial, que evitaba en todo momento la fama y que vivió como creyó hasta su muerte en 1951, tras padecer cáncer de la próstata, diciendo antes de morir, “Que había tenido una vida maravillosa” además de legarnos su obra, que aún en día es analizada y estudiada.
También podemos atestiguar el auge y caída de las fortunas, cuando estas se dispersan tras la muerte del patriarca y las desavenencias de los herederos, cuestión que no fue ajena a esta familia tan prolífica como atormentada, al grado que tres de los hermanos, hicieron acto de suicidio.
Un libro que además de entretener, nos mostrará el expolio de arte y fortunas que realizó la Alemania de Hitler, así como realizar un recorrido al siglo XX, considerado como la centuria de las guerras y de las invenciones.
Un texto que no debe faltar en su acervo y más sí es un fan del arte y del cotilleo.
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