Lo que cuentan los muertos

Autores: Enrique Dorado y José Antonio Sánchez Editorial: Paidós “Dejad que los muertos hablen”, Anónimo El pasado 17 de septiembre, la Procuraduría General de la...

2 de octubre, 2015

Autores: Enrique Dorado y José Antonio Sánchez

Editorial: Paidós

“Dejad que los muertos hablen”, Anónimo

El pasado 17 de septiembre, la Procuraduría General de la República (PGR) informó a los medios de comunicación que los expertos de la Universidad de Innsbruck, Austria, identificaron los restos del normalista Jhosivani Guerrero de la Cruz; siendo éste el segundo perfil genético confirmado de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en los hechos del 26 de septiembre de 2014.

De acuerdo a Arely Gómez, titular de la PGR, la identificación se logró con análisis de restos enviados en noviembre de 2014.

Lo anterior es una muestra de la importancia que tiene la medicina forense y de eso trata el libro editado por Paidós, titulado LO QUE CUENTAN LOS MUERTOS, escrito por Enrique Dorado y José Antonio Sánchez, quienes fungen como titular del Laboratorio  de Antropología  del Instituto Anatómico Forense de Madrid y Director del Museo Forense de la Universidad Complutense de Madrid respectivamente, quienes son dos de los más respetados representantes de la Medicina Legal en el viejo continente.

En el libro, ambos nos cuentan la importancia de la Medicina Forense, texto dirigido a los neófitos en el tema, adentrándonos en el fascinante mundo de la investigación criminal post mortem, dándonos un viaje a través del mundo de la ciencia forense y de los casos más representativos que éstos galenos han tratado a lo largo de su extensa carrera, tales como el accidente aéreo de SPANAIR (2008), y la identificación de los muertos que arrojó el atentado terrorista del 11-M en 2004 en la estación del Metro de Atocha de Madrid.

“El protagonista de la Medicina Forense, no es el forense, sino el cadáver” reza el texto a manera de introducción, agregando que “la identificación es imprescindible por varias razones humanas (dar conocimiento de los hechos a la familia), policiales (posible resolución de un caso), judiciales o históricas”.

A través del cadáver (o el cuerpo del delito) el forense puede determinar la causa de muerte y si fue privado de la vida de una manera no natural, ya que de acuerdo a la medicina legal hay dos tipos de fallecimiento; Natural; consecuencia de un proceso morboso o enfermedad y las violentas; que pueden tener un origen accidental, suicida u homicida.

Igual que la series televisivas como NCIS y BONES, los huesos o restos óseos determinan una gran cantidad de factores, tales como sexo, talla, edad, rasgos de raza, malformaciones corporales (como la cojera que fue determinante para identificar los restos del escritor español Francisco Quevedo y Villegas, tras más de 400 años después de su deceso), enfermedades entre otras características.

Desde el punto de vista histórico ha sido determinante para saber cómo vivían nuestros ancestros, tras el análisis de los restos encontrados en Egipto o para determinar la muerte y juzgar a criminales que en su intento por quedar impunes, queman los restos para eliminar rastro alguno, tal como lo hicieron los sicarios de Guerreros Unidos con los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos.

En fin, esta ciencia tan adelantada en otras latitudes y tan desprestigiada en estas tierras en el afán de crear “verdades históricas” que sólo sirven de tapaderas para autoridades incompetentes y corruptas.

No es posible que en pleno siglo XXI, con una gran cantidad de recursos disponibles, todavía no se ha logrado que la investigación forense (y criminal) responda  sólo a la verdad y no a los intereses políticos del gobierno en turno.

Sólo a través de la autonomía en los servicios periciales, se podrían evitar pifias como las de la “Paca”, donde unos restos sembrados llevaron a la fosa a una institución como la PGR que sigue arrastrando una incredulidad enorme, gracias a la manipulación de evidencias realizadas arteramente por aquellos que deben velar por la justicia.

Como dijo Abraham Lincoln; “Se puede engañar a todos algún tiempo, pero no a todos todo el tiempo”. Excelente lectura para esta semana.

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