Hiel y Miel: La depresión del copiloto del avión de Germanwings

Los psicólogos sabemos que la depresión y la agresión son parientes cercanos que muchas veces caminan de la mano. Cuando alguien sufre de un trastorno depresivo hay dos conductas que...

30 de marzo, 2015

Los psicólogos sabemos que la depresión y la agresión son parientes cercanos que muchas veces caminan de la mano. Cuando alguien sufre de un trastorno depresivo hay dos conductas que habitualmente aparecen como sustrato de esta alteración: la impulsividad y la agresión. La pérdida de un ser querido, los problemas amorosos, un cambio súbito en la situación económica, ser despedido, haber experimentado una situación de estrés sostenido o alguna vivencia traumática son los motivos más comunes para llegar a experimentar la terrible depresión. Recordemos que el 10% de la población mundial está aquejada de esta enfermedad que nada tiene que ver con estar tristón, tener un día malo o sentirnos momentáneamente melancólicos. Pongamos un ejemplo: cuando perdemos a un ser querido la sensación de impotencia y de enfrentarnos a lo irremediable, a un problema sin solución, nos genera una enorme agresión y al no saber como expresar o manejar estos sentimientos los dirigimos contra nosotros mismos. Los deprimidos sienten frecuentemente que son incapaces, que no sirven para nada, y que no hay solución a sus problemas. No hay nada que les produzca alegría, su energía es muy baja, les cuesta trabajo levantarse, no les interesa trabajar, pierden el apetito sexual y es frecuente que duerman mal y bajen o suban de peso. Ya nada vale la pena, por ello se aíslan y si alguien trata de acercárseles la respuesta puede ser de rechazo, descontrolada y hostil. El piloto que hace unos días al parecer estrelló el avión de Germanwings en los Alpes franceses estaba tan afectado por esta alteración mental que ocultó su condición a sus empleadores. Algunas personas me han preguntado como es que no avisó de su condición a la aerolínea y cómo decidió trabajar aunque tenía baja médica. No lo hizo porque simple y sencillamente estaba impedido por su propio problema, ya nada le importaba ¿para qué avisar?. Una actitud evidentemente autodestructiva y apocalíptica, una agresión contra todo y contra todos probablemente lo llevó a cometer este acto atroz y poco le importó llevarse con él a 150 personas. A partir de este hecho creo que las cosas tendrán que cambiar profundamente en la aviación. En primer lugar los protocolos de detección de enfermedad mental en pilotos y sobrecargos deberán profesionalizarse, estos datos no podrán ser obtenidos dependiendo solo de la decisión los propios trabajadores. En segundo lugar la UE estará ya modificando su reglamentación para que en cabina de mando siempre estén al menos dos personas calificadas para pilotear. ¡Qué ironías tiene la vida!, las puertas blindadas fueron creadas después del 11/9 para impedir la entrada, al corazón de las aeronaves, del mal… se nos olvidó que este puede estar fuera o dentro, aprendimos esto con sangre. Pienso que los humanos seremos cada vez menos necesarios para casi cualquier trabajo que no implique a nuestra conciencia (por ahora) y desde luego tampoco se nos requerirá para manejar un avión con cientos de personas a bordo. Resulta increíble que en los tiempos de los drones no se haya podido controlar el Airbus alemán desde tierra. Estoy cierta de que la tecnología y la urgente necesidad de seguridad aérea pronto se ocuparan de esto. ¡Qué triste!…La recomendación de la semana: como son días de descanso y paz les recomiendo un par de libros para la reflexión y la inteligente diversión: “Historia Militar de la Caloría y otros relatos sobre el cuerpo” del joven y brillante científico mexicano Fabrizzio Guerrero Mc Manus, de editorial Paidos, 2015 (¡yo escribí el prólogo!) y “Sobre el mal” de Terry Eagleton (teórico cultural ingles) de editorial Península, 2010, que seguramente les permitirá saber más sobre la inescapable crueldad humana. En fin, valen la pena. Nos vemos hasta la semana de Pascua.  Descansen y denles muchos besitos a los niños. Bye…

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