Como psicóloga me pregunto qué clase de niño o adolescente pudo ser llamado por sus amigos y familia el “bronco”. De acuerdo al diccionario un bronco es alguien de genio y trato áspero y que se enoja por cualquier cosa. Supongo que al recién desempacado gobernador de Nuevo León le debe de gustar el apodo y sentirse a gusto con él, porque en todas las entrevistas y presentaciones personales se muestra orgulloso de ser llamado y conocido así, como el señor Bronco. A mí el apodo me da un poco de miedo, especialmente si va acompañado de una personalidad estridente, de hombre “bragado”, de lo que llamamos “pocas pulgas” y capaz de surtirse a cualquiera, pero… seguramente muchos dirán que soy una señora anticuada que no entiendo que un candidato “ciudadano” por el solo hecho de serlo es lo máximo y no importa que en sus dichos y acciones pese más la pasión que la razón. No importa tampoco de durante 33 años haya militado en un partido y que por no haber ganado la candidatura del PRI al gobierno de su estado, ahora se ostente como “ciudadano” cualquier cosa que eso quiera decir y que por eso mismo ya sea un gobernante que valga la pena. Es tal la ignorancia y el rencor social que el desprecio a los partidos políticos nos puede ir metiendo sin sentirlo en un berenjenal. Pero después de todo no me extraña el fenómeno, vivimos en un mundo en donde los gestos populistas cautivan a las multitudes: el expresidente Uruguayo José Alberto Mújica, fue aclamado por transportarse durante su régimen en un Volkswagen, el Papa Francisco por despreciar en su gira a Washington la limusina, el mentado Bronco por andar en moto y cerrar la casa de gobierno y bueno, qué les digo de AMLO, su coche es un Tsuru, vive en un departamentito pero… eso sí, es propietario de un partido político (que le debe de haber costado varios millones de dólares) que quién sabe cómo logró construir (asambleas, notarios, viajes por todo el país, aviones, camiones, hoteles, comidas, colaboradores, operadores por estado, y no digamos el costo del acarreo, etc.) ya que desde hace unos 10 años no se le conoce oficio ni trabajo alguno, no obstante él es un hombre sincero de donde crece la palma y está muy lejos de la mafia del poder. Seguramente a este mundo hipócrita le gustaría mucho que Obama fuera homeless y abandonara la Casa Blanca para que la habitaran “los pobres”; que el Palacio Legislativo de San Lázaro desapareciera y los diputados (si es que quedaba alguno) tuvieran sus reuniones plenarias en algún terreno baldío en Tláhuac, que el Presidente Peña fuera a sus giras nacionales en burro o camión y a las internacionales en turista (de preferencia en avión de hélice) y acompañado solo de su portafolios. Señoras y señores, una cosa es la corrupción, el robo y el abuso, que debemos de combatir y otra es que se desprecien las formas, las jerarquías y las investiduras y que todos seamos unos envidiosos. A mí sí me gusta que mi país esté bien representado y que los recintos gubernamentales sean más que dignos y que muestren el país que estamos construyendo entre todos, y que hombres y mujeres que nos representan se vean y estén bien arreglados y viajen en coche. La solución creo yo no es que todos estemos cada vez más jodidos y nos veamos más cutres, sino al revés… que a todos nos vaya mejor y mejor y que la puesta en escena de los mexicanos vaya dejando de ser desigual y tan dispareja. Es un asunto de buen gusto, respeto, honestidad y generosidad de parte de todos, los de arriba y los de abajo, creo yo. Y al señor Bronco, habrá que observarlo cuidadosamente a ver si la madurez le llega con el cargo y le baja de menos tres rayitas a su populismo. Al señor López Obrador ya ni para qué recomendarle algo, a estas alturas es caso perdido, aunque le ayudaría bastante buscarse una chamba (supongo que sabe hacer algo además de grillar, no sé…plomero, modelo, astrofísico, enfermero, locutor, lingüista, qué sé yo… y vivir como todos, de nuestro trabajo…Y mejor va la recomendación de la semana: la sensación de la temporada es la inauguración de otro restaurante (el primero fue el Rosetta) de la talentosa chef mexicana Elena Reygadas: el Lardo, en Mazatlán 5, en la mera Condesa. Es un lugar informal y acogedor y súper lleno. Así que si lo quieren visitar hagan con anticipación su reservación. De entrada deliciosas las aceitunas, el pan y las almendras marinadas. Las pizzas (con horno de leña y toda la cosa) son excepcionales y bueno, para qué les digo de las croquetas de jamón serrano. El helado a la pimienta y los pasteles, especialmente el mil hojas de zanahoria son de rechupete. Y hasta aquí hoy con hartos besitos a los niños. Bye.
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