Imposible dejar de tratar el tema del silbato, o como le dice la gente con sorna y albureando, el pito de Mancera. El tema a mí me interesa e importa más allá de la chunga y el autentico pitorreo, porque tiene que ver con un problema cada vez más serio, el acoso sexual a las mujeres en nuestro país y especialmente en nuestra ciudad. Aquí donde vivimos el acoso se da incluso dentro de la propia familia, en el trabajo, desde luego en la calle, en el metro, en el parque, en fin en todas partes. Es como si los mexicanos tuvieran una especie de enfermiza insaciabilidad sexual que les impide respetar y refrenar sus impulsos. Afortunadamente no creo en las interpretaciones baratas y absurdas del psicoanálisis y no me atrevo a sacar conclusiones freudianas del asunto, pero…algo les debe de pasar a los hombres en México que necesitan estarse reafirmando una y otra vez tocando, viendo (también existe el hostigamiento visual), o de plano violando a las mujeres. Sí… no es solo un problema nacional, pero reconozcamos que en nuestro país el tema resulta muy preocupante. De acuerdo a datos del Colegio Jurista, 10% de la población económicamente activa ha sufrido de acoso sexual laboral. Desde luego este dato es solo lo denunciado, la cifra negra seguramente rebasa por mucho estas cifras. La solución a esta disfunción social y sexual no se resuelve con un silbatito ni dando golpes mediáticos (muy fallidos, por cierto) para simplificar el problema. Millones de años de evolución han dotado a nuestro cerebro de mecanismo inhibitorios. Refrenar impulsos es la base indispensable para la vida comunitaria y nuestra corteza cerebral y especialmente nuestros lóbulos frontales tienen como una tarea fundamental mantener corta la brida de nuestras bajas pasiones. Si quiero golpear, defecar, o violar a otro humano, esa zona altamente especializada de mi cerebro me lo impide en la edad adulta y me permite entender, convivir y respetar al otro. Pareciera que en México estos mecanismos no se han consolidado y las respuestas de nuestro cerebro reptiliano (la parte más irracional de nuestros cerebros) nos dominan. ¿Qué está ocasionando ésto?…creo que muchos factores intervienen, pero desde luego la educación juega aquí también un papel importante. Los padres que les dicen a los hijos que ser macho tiene que ver con tener y “tirarse” a muchas mujeres, los padres que ostentan especialmente ante sus hijos varones que tienen frecuentes amoríos extramaritales o que la hombría depende de tener la “casa chica” o un “segundo frente” no son precisamente buenos ejemplos para los niños que crecen emulando a esta figura masculina que consideran “ideal”. La impunidad también aporta lo suyo. No hay castigos ni penalidades que se cumplan a cabalidad para refrenar a los acosadores. El desarrollo psicosexual del acosador no es adecuado, la discriminación de género también incide en estas conductas. Cursos de sensibilización sobre el tema en escuelas, universidades y empresas públicas y privadas, campañas mediáticas, una legislación renovada y una aplicación efectiva de ella son puntos importantes que atender más allá del silbato que es solo una herramienta de emergencia. Vale la pena comentarle al señor Mancera que quienes lo aconsejaron sobre este asunto lo hicieron mal y no supieron instrumentarlo… si el anuncio lo hubiera llevado a cabo una mujer de su equipo y con un paquete de medidas adicionales y un contexto sólido, la aceptación del mentado pito hubiese sido mejor. En fin…los hubieras no existen, las mujeres de su equipo que supongo han vivido en carne propia el problema, no tuvieron la capacidad o el profesionalismo para apoyarlo eficientemente. Lástima. Y como siempre, muchos besitos a los niños.
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