De que a mí no me gusta Juan Gabriel…

"No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo." Voltaire

31 de agosto, 2016

Tendría yo unos 13 años cuando mis papás me llevaron al cine a ver una cinta que desde luego me quitó el sueño durante muchos días y marcó mi vida: El Juicio de Núremberg. Esto sucedía en los 60, unos pocos años después del fin de la segunda guerra mundial. Si no han visto esta peli, de verdad se las recomiendo, narra con sin igual maestría el juicio al que fueron sometidos los dirigentes nazis al final de la guerra. Y ahí pueden ustedes ver despojados ya de su poder a Himmler, a Speer, y a otros ¿seres humanos? que fueron capaces de masacrar a más de 6 millones de judíos, homosexuales, gitanos y discapacitados en pro de la raza aria y una determinada manera de ver el mundo, ese era el nazismo. Horrorizada con lo que ahí pude ver (campos de concentración, cientos de cadáveres removidos por excavadoras, cámaras de gases, etc.) comencé a aficionarme a películas con la misma temática y pude ver gracias a la maravilla del cine pasajes de discriminación, represión y autoritarismo trágicamente inolvidables y que resultaron enormemente formativos para mí. Una escena en particular que se repetía en muchos de estos films era la quema nocturna de libros en Alemania, en mayo de 1933. En ella, jóvenes, estudiantes, e incluso profesores echaron a una gigantesca hoguera a los autores que habían sido condenados por el régimen. Esto sucedió en la Plaza de la Ópera de Berlín, y en otras 21 ciudades de ese país simultaneamente. Ahí se consolidó la persecución de autores que por sus ideas, por su manera de pensar, debían ser destruidos y condenados al repudio y ostracismo. Años después como estudiante de psicología me recomendaron en la Universidad leer “1984”, novela de George Orwell (quien por cierto se llamaba realmente Eric) que me gusto mucho también porque venía a refrendar mi desprecio por el pensamiento único y el condicionamiento social muy en la onda skinneriana (tan de moda en los años 70-80 en los que yo era estudiante de psicología) y para afianzar una vez más mis ideas; hace unos cuantos meses tuve la oportunidad de ver una película que me gustó mucho: Trumbo, con el gran Bryan Cranston (el antihéroe de Breaking Bad) que cuenta la vida justo del guionista estadounidense Dalton Trumbo cuya exitosa carrera en Hollywood terminó súbitamente por sus ideas políticas en esa execrable época de Estados Unidos conocida como el “macartismo” (años 50) en donde se perseguía a quien resultara sospechoso de no pensar como la mayoría. Hace un par de días en el programa de Eduardo Ruiz Healy, en el que tengo el gusto de colaborar desde hace algunos años, hablé de cómo no compartía la idolatría generalizada por Juan Gabriel, admiración que me parece respetabilísima, tanto como que a mí no me guste. Hasta donde entiendo vivo en un país donde se disfruta plenamente hoy de la libertad de expresión y en donde, hasta donde entiendo repito, no existe el pensamiento único y todas las formas de pensar y sentir son válidas siempre y cuando no inciten a la violencia. Al momento de expresar mi opinión por este cantante comencé a recibir cualquier cantidad de insultos personales, homofóbicos, haciendo alusión a mi edad, peso, extranjería, nivel socioeconómico, familia, etc. diciéndome las palabras más vulgares, soeces, y patológicamente agresivas que jamás haya recibido. El delito: no pensar como ellos. Pues queridos amigos, fíjense que sí, nunca he pensado como la mayoría…como diría mi admirado Steve Jobs…pienso diferente (quizá por eso lo admiro tanto) y creo que ser y pensar diferente en un país democrático como en el que vivo se vale. Es más, si a esos que me insultaron desde el anonimato se les prohibiera hacerlo, yo sería la primera en luchar por impedirlo. No, no vivimos en Cuba, ni en la Rusia de Putin, no, no vivimos bajo el gobierno de Nicolás Maduro, ni en Turquía, ni en Nicaragua, ni en el siglo XVI donde el Vaticano quemó a Giordano Bruno por su manera de concebir el universo. Vivo en México, no me gusta el futbol, no creo en la virgen de Guadalupe, soy atea, detesto las marchas de la CNTE, combato activamente la ingerencia de la Iglesia católica en los derechos humanos y su desprecio por la comunidad LGBT, fumo, no me gusta beber, estoy a favor del aborto, jamás votaría por AMLO y he luchado activamente desde hace casi 20 años por la despenalización de las drogas, y aquí estoy…no me escondo tras un seudónimo, me llamo Tere Vale… y como ven….no…no me gusta nada Juan Gabriel. 

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