De la sonrisa de Javier Duarte…

La sonrisa sardónica, los ojos muy abiertos, la mirada extraviada, y sobretodo una expresión de inmensa alegría...

25 de abril, 2017

La sonrisa sardónica, los ojos muy abiertos, la mirada extraviada, y sobretodo una expresión de inmensa alegría en una situación personal catastrófica, devastadora. Ese es el rostro que me persigue del señor Javier Duarte, su inolvidable cara minutos después de su detención. La imagen, que creo muchos recordamos es grotesca y para mí como psicóloga, hipnotizante. ¿Cómo un ser humano que acaba de ser detenido, que es un perseguido mundial y a quien les esperan seguramente muchos años de dolor y encierro…puede estar tan contento? ¿Estará loco?.

En psiquiatría y psicología existe un acuerdo ético de no hacer diagnósticos a larga distancia. Lo convenido por estos profesionales de todo el mundo es que no se puede concluir que una persona sufre de un trastorno mental sin haber realizado una evaluación personal y completa, lo que incluye varias entrevistas, en el mejor de los casos el establecimiento de una relación psiquiatra-paciente y la aplicación de diversas pruebas proyectivas y psicométricas. Decidir a ciencia cierta si una persona está loca o no, no es cosa sencilla y especialmente en los presuntos delincuentes donde la delgada línea entre la maldad pura y dura se confunde fácilmente con un trastorno en la capacidad de distinguir lo correcto de lo incorrecto, tener un código moral y tomar decisiones adecuadas. Como psicóloga estoy de acuerdo, el peritaje psiquiátrico no es cosa sencilla…pero como espectadora horrorizada de la condición humana… qué ganas de decir a los cuatro vientos y con convicción que el señor Trump es un loco narcisista e impulsivo, que Duarte esta fuera de sus cabales y que hemos tenido en el mundo a lo largo de la historia una serie de dementes que han intentado (y en muchos casos logrado) gobernar al mundo. Atila, Nerón, Calígula, Vlad el empalador o Napoleón, desde luego Hitler, Pinochet, Fidel Castro, ¿le sigo?… ¿De verdad necesitamos aplicarle pruebas y establecer una relación profesional con el espantoso Führer para saber que estaba absolutamente trastornado? El asunto es muy complicado, más de lo que parece. Estar “loco”, cualquier cosa que eso sea, implica la incapacidad de ser responsables de nuestros actos. En esa lógica, no se masacró, mutiló o mandó a asesinar a una o a varios millones de personas a conciencia plena, sino que una razón distorsionada y una incapacidad de saber que esta “bien” y que está “mal” exime de cualquier responsabilidad al demente en cuestión. ¿Cuantas películas, o capítulos de la Ley y el Orden hemos visto en donde como estrategia legal se usa el argumento de la locura para evitar que un asesino o violador cumpla penas y sanciones? Locura es igual a irresponsabilidad, estos megalómanos alguna vez empoderados, ¿de veras no sabían lo que hacían? Y por otra parte, ¿una persona en su sano juicio hubiera hecho lo que ellos hicieron? La cara de desquiciado de Duarte por eso me impacta tanto. Un hombre que en un puesto de alta responsabilidad presumiblemente es capaz de robar a manos llenas y acumular sin pensar en su encomienda, en el compromiso que adquirió, en su prestigio personal y en la seguridad a mediano plazo de él y de toda su familia… ¿No sabía lo que hacia? ¿Está enfermo? ¿Es simplemente (y quien sabe que será) un bad hombre? Creo que el ex gobernador sabía perfectamente lo que hacía, claro, pero no dejo de pensar si ese afán insaciable de poder y riquezas no es sintomático de una personalidad de una u otra forma perturbada y peor aún, de una sociedad en donde tener es más importante que ser. A pesar de tantos adelantos tecnológicos y biomédicos aun sabemos muy poco de ese órgano de kilo y medio que tenemos en nuestra cabeza, y en el que reside misteriosamente el egoísmo y la bondad.

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