Entre las muchas decepciones de este año (y miren que han habido), una de las más significativas, al menos para mí, es sin duda de la Xóchitl Gálvez, invisible delegada de Miguel Hidalgo, la zona en donde vivo en esta sufrida CDMX. Cuando me decidí a votar por ella y apoyarla en lo que modestamente pude, tenía la gran esperanza de que comparada con el oscuro David Razú y el temible Víctor Romo (su padre político) las cosas iban a cambiar. ¿Qué les puedo decir?… déjenme hablar de lo que es mi día a día en la supuestamente “elegante” colonia Polanco. No hay una sola calle de este barrio que no esté plagada de baches y hoyos gigantescos que hacen muy difícil, si no es que peligrosa, la circulación. Polanco, donde las rentas de los locales comerciales están por encima de los 200 mil pesos mensuales, donde los departamentos y casas cuestan cifras demenciales y se pagan prediales fabulosos, no logra tener una carpeta asfáltica ni medianamente pareja, puro chipote celulítico. El desastre es total, y para qué les digo cuando llueve…los cráteres de las calles se tapan con el agua y ahí va usted en su coche volando hacia las estrellas y destrozando llantas y amortiguadores. Doña Xóchitl prometió igualmente en su campaña que el desastre del tránsito en Masaryk se iba a resolver y que las locuras de la anterior administración de hacer calles cada vez más angostas y poner costosos molotes (gran negocio) cada 30 centímetros en cada cuadra se iba a revisar y resolver. ¿Qué se ha hecho al respecto?… absolutamente nada. Debo decirles que a mí en lo personal me importa poco que haya una constitución capitalina, que comience a reunirse el constituyente, que ahora vayamos a tener alcaldes y que en lugar de DF ahora vivamos en la CDMX, a mí todo eso, perdónenme la franqueza pero me vale, lo único a lo que aspiro, el gran sueño de mi vida es que las calles no tengan baches, que el tránsito mejore, que no tenga mi querida ciudad esos altos niveles de contaminación y que lleguen verdaderos profesionales a estos puestos tan importantes para nosotros los ciudadanos. No, no aspiro a eruditos, a sabios que gobiernen leyendo a Bobbio o a Sartori, ni que hayan construido edificios inteligentes o estudiado en Harvard. No, nomás quiero que hagan su trabajo, lo mínimo vamos…un poco de honradez y sentido común no nos vendría mal. ¿Será mucho pedir?… La semana entrante otra de mis decepciones…continuará…
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