¿Y tú, por quién votaste?

Por fin, gracias a Dios la etapa electorera ha terminado. Por fin, gracias a Dios la etapa electorera ha terminado. No más spots ridículos y mal producidos, no más candidatos haciendo el ridículo en YouTube, no más...

11 de junio, 2015
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Por fin, gracias a Dios la etapa electorera ha terminado.

Por fin, gracias a Dios la etapa electorera ha terminado. No más spots ridículos y mal producidos, no más candidatos haciendo el ridículo en YouTube, no más discursos vacíos en su contenido pero llenos de promesas, a priori imposibles de cumplir. Ya no tendremos que verles las caras a la sarta de aspirantes que derrocharon, en su gran mayoría, recursos valiosísimos que hubieran sido mejor aprovechados en paliar un sinfín de necesidades y carencias en provecho de millones de personas que, al final de cuentas, seguirán como hasta ahora, esperando que estos nuevos mesías les cumplan de manera cabal todo lo que les prometieron. Según diversas fuentes consultadas, estas elecciones nos costaron entre 25,000 y 37,000 millones de pesos, cantidad nada despreciable para un país cuyos escasos recursos se diluyen o se esfuman misteriosamente sexenio con sexenio, trienio con trienio.

Decepcionante fue ver que muy pocos candidatos se dignaron a aceptar la invitación de dar a conocer sus bienes patrimoniales, así como sus declaraciones fiscales y de conflicto de intereses, el famoso “tres de tres”. También fue decepcionante ver a candidatos conocidos por sus dudosas administraciones en diversas dependencias, y otros más que aún ventilados sus trapitos, se alzaron con el triunfo.

Asimismo, da tristeza ver que la gente sigue siendo comprada con las clásicas “ayudas”, por no decir limosnas, que los partidos se prodigaron en repartir con tal de asegurar su voto. No importa cuántas leyes, reglamentos o candados se traten de aplicar para generar elecciones limpias, mientras los gobernantes (y sus respectivos partidos) sigan fabricando miseria e ignorancia, ellos mismos seguirán siendo los más beneficiados en este círculo vicioso electorero.

Es tiempo de que los votantes nos volvamos más críticos, más analíticos y más exigentes con nuestros gobernantes. Es tiempo de que nos convirtamos en los verdaderos patrones que supuestamente somos, y dejemos de ser los eternos súbditos rendidos a los pies de esos reyezuelos que hasta el día de hoy, se regodean con nuestra pasividad y permisividad. 

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